‘El arte de coleccionar moscas’, de Fredrik Sjöberg
El arte de coleccionar moscas
Fredrik Sjöberg
Traducción de Marc Jiménez y Petronella Zetterlund
Libros del Asteroide
Barcelona, 2023
232 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Hay que construir un olimpo personal, y en él podemos meter lo que queramos, pero no se aconseja colocar en lo más alto la basura que sale por televisión ni los posts ácidos colgados en redes sociales. Estar en el mundo no debería suponer reconciliarse, porque no deberíamos sufrir ataques constantes. Estar en el mundo debería ser bonito desde el inicio, debería ser precepto sagrado saber que la vida es hermosa. Unos pocos seres sensibles no dejan de enseñárnoslo constantemente, desde Marco Aurelio y Lao Tsé hasta un entomólogo sueco que ama a las moscas y quiere compartir con nosotros esa pasión que genera calma.
A Fredrik Sjöberg (Vástervik, Sucecia, 1958) convendría hablarle, eso sí, de Antonio Machado: «No sé de ningún poeta que haya escrito poemas en honor de la mosca del narciso. O de los sírfidos en general. La literatura universal está llena de moscas, pero casi siempre son anónimas, moscas sin atributos». Machado escribió un hermoso poema a las moscas en el que reconocemos cuánto bienestar nos ocasionan los estímulos que sacan a flote las buenas emociones de la memoria. Al margen de este detalle, Sjöberg escribe un delicioso libro sobre los insectos más extendidos, en el que destaca la capacidad para reírse de uno mismo, manteniendo siempre la sonrisa en el lector. Las moscas pueden no ser sólo insectos, sino una forma de estar en el planeta, o de reconciliarse con él si a uno le han agredido. Sjöberg reconoce la preciosa inutilidad de su entrega, y es el adjetivo lo que hace que sea tan interesante, una fuente de aprendizaje para los demás. En un momento de la narración nos recuerda el cuento de Andersen en el que el personaje encuentra una corneja muerta en la carretera, y decide llevársela, pensando que uno no sabe cuándo podrá ser de utilidad un pájaro muerto. Y resulta, entonces, inevitable, acordarse de aquel pistolero de Los siete magníficos que cuando le preguntan por qué decide embarcarse en esa aventura, comenta que una vez conoció a un hombre que decidió arrojarse sobre unas zarzas, y al salir, respondiendo a quien le preguntaba por qué lo había hecho, contestó: En ese momento me pareció una buena idea.
La idea de nuestro autor es buena a corto, medio y largo plazo: «Podría sin duda nombrar una serie de razones muy buenas y completamente sensatas por las cuales se debe coleccionar moscas. Razones científicas y de política ambiental. Tal vez lo haga, más adelante, pero sería una hipocresía empezar por hablar de algo que no sea pura diversión (…). Es más bien la soledad lo que nos lleva a buscar motivos que los otros puedan entender. Si digo que colecciono sírfidos principalmente para cartografiar los cambios en la fauna local, cualquiera podrá entenderme, e incluso apreciar lo que hago. Pero es mentira. Porque la pura alegría es demasiado compleja». Sjöberg ha encontrado su paisaje en una isla, en una pequeña extensión en la que la vida sucede en formas tan pequeñas, que todos sus años no bastarán para conocerla por entero. Pero de llegar al conocimiento absoluto sabe que perdería el encanto. Nuestro autor se comunica así con la naturaleza, y lo hace de una forma mucho más serena y sensata que lo que supone afrontar la vida junto a los demás humanos: «Algunos de nosotros no podemos seguir el ritmo, quizá sea así de sencillo. Es demasiado. Ya nos damos cuenta en la escuela. Y como tenemos que bailar al son de quienes están encantados con la rapidez y son capaces de domar la sobreabundancia, perdemos el compás y nos hundimos en un sentimiento de inadecuación. Parte de ello es debido al sórdido mercantilismo, pero ni mucho menos todo ello. La vida cultural también es como unos grandes almacenes, al igual que la ciencia vista desde lejos».
La historia de este amor que profesa Sjöberg se entrelaza con la empatía por otro entomólogo sueco, René Malaise, creador de la mejor trampa para capturar insectos. La vida de su compatriota es una combinación de entrega a la naturaleza y fracasos sentimentales, que ayuda a entender el mensaje que pretende transmitir nuestro autor en este hermoso libro, que la belleza puede ser algo muy físico, pero no es para nada superficial.