Al habla con Ana Durá, autora de ‘El sindicato de los reencarnados’
HÉCTOR PEÑA MANTEROLA.
Ana Durá Gómez (Alicante, 1979) es licenciada en Derecho por la Universidad de Alicante y cuenta con un Máster en Periodismo de Agencia impartido por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y la Agencia EFE. Ha trabajado en este último medio y actualmente ejerce el periodismo y la redacción freelance para diversas empresas, marcas y periódicos digitales de ámbito nacional. Además de una gran devoción por las letras que cultiva desde su infancia, la ecología, la naturaleza y el montañismo forman también parte de sus aficiones. Su primera novela, una distopía titulada Casablanca sin Bogart, fue publicada en 2021. Además, es autora de varios relatos de corte infantil recogidos en diversas antologías de la Fundación SM. El sindicato de los reencarnados es su segunda novela publicada.
- Buenos días, Ana. A pesar de que con tu primera novela compartimos grupo editorial, no había leído nada tuyo hasta El sindicato de los reencarnados. Te doy la enhorabuena de antemano. Para entrar en calor, comencemos por una no-tan-facilita. ¿En qué momento decidiste comenzar a escribir?
Para mí, como le ocurrirá a muchos otros escritores, la escritura está prácticamente unida a la respiración. He escrito desde que aprendí a hacerlo. Por supuesto, siempre he tenido devoción por los libros y la lectura. Recuerdo que me estrené con un relato que le regalé a mi profesora de segundo, luego me llevé algún premio en algún concurso escolar de cuentos y desde entonces no he parado. Sin duda, es una necesidad que no puedo silenciar.
- En El sindicato de los reencarnados encontramos numerosos personajes amparados bajo el paraguas de Mario Duarte, un exitoso pintor con miedo a no reconocerse en una vida futura. ¿Cuál fue la inspiración para este personaje?
Pues la idea me asaltó hace bastantes años leyendo una novela de Huxley. No sé la razón, pero se me ocurrió qué podría pasar con un gran artista que sabe que va a morir, que se reencarnará, pero que nada del trabajo y reconocimiento que logró en vida le servirá para la próxima. Por supuesto, el personaje tenía que ser muy peculiar y bastante egocéntrico para tener semejante pensamiento. Algo así da mucho juego desde un punto de vista literario.
- ¿Qué puedes contarnos sobre tus referentes literarios?
Antes leía mucha literatura francesa con clásicos como Balzac o Zola, también literatura rusa, con el imprescindible Dostoievski y Goncharov. Me gusta mucho la estadounidense con Henry Miller a la cabeza. Ahora me he vuelto más omnívora y leo casi de todo, especialmente narrativa contemporánea, pero entre los autores actuales no tengo preferidos.
- Algunas de tus aficiones, como la ecología o la naturaleza, forman parte de la construcción de otros personajes. ¿Cuánto hay de ti en ellos?
Creo que mucho. Parece que he vertido en el personaje más odioso de todos gran parte de mis obsesiones de ecologista, pero le va que ni pintado. Sobre todo cuando se trata de alguien que cree firmemente en la reencarnación y se percata de que el mundo está quedando hecho unos zorros. Sin duda, la ecología casa perfectamente entre quienes creen que volverán a reencarnarse porque, como dice uno de los personajes, ‘¿qué mundo vamos a dejar a nuestras próximas reencarnaciones?’.
- En El sindicato de los reencarnados recurres a una narrativa poco comercial para introducir al lector en escena y hacerle disfrutar. Esto se traduce en muchos momentos hilarantes; a veces creía estar en medio de una comedia en blanco y negro. ¿Cuál crees que es la relación triangular entre ingenio, humor y literatura?
Tengo que reconocer que yo no pretendía escribir una novela con tantos toques de humor. De hecho, mi intención era que fuera de ciencia ficción, pero acabé derivando en el humor. Es cierto que la historia se prestaba a ello, pero creo que leer las novelas absurdas e hilarantes de Jardiel Poncela durante el proceso de escritura acabó haciendo mella.
- Aquí llega el escopetazo habitual. ¿Podrías describirnos tu proceso creativo?
Suelo empezar con una idea, a veces bastante vaga, pero voy tirando del hilo y van surgiendo nuevas ideas que apuntalan el argumento. Soy bastante brújula, nunca sé en qué acabará lo que tengo entre manos. Me gusta primero hacer un borrador en un cuaderno y luego lo vuelco en el ordenador para ir poco a poco dándole forma.
- ¿Con qué enunciado (a modo de reclamo) podrías resumir tu novela?
Bueno, volver a ver a la reencarnación de John Kennedy Toole, autor de La conjura de los necios, haciendo migas con la de Van Gogh puede ser bastante curioso, ¿no? Por supuesto, estos dos personajes forman parte del sindicato de los reencarnados y tienen unas reclamaciones bastante peregrinas.
- Además de la literatura «para adultos», también escribes obras de corte infantil. ¿Qué puedes contarnos sobre ello?
La literatura infantil me divierte muchísimo. Me lo paso en grande. Lo cierto es que tengo tres hijos y me parecía que, de alguna manera, se lo debía. No hay mayor placer que verlos curioseando en lo que escribo y que se diviertan con ello.
- Y, de cara al futuro… ¿Cómo se prevé?
Pues estoy terminando unos libros infantiles y tengo mi tercera novela en pleno proceso de escritura. Vamos a ver si dentro de un par de meses me pongo con ella porque tengo muchas ganas de ver qué puede dar de sí.
En cualquier caso, todavía estoy con la promoción de esta novela y tras haber estado en la Feria del libro de Valencia y Madrid, acudiré en octubre a la de Murcia. También tengo pendiente alguna presentación más todavía por concretar.
- Hasta aquí el interrogatorio, Ana. Espero que haya sido leve. Me gustaría cederte un espacio para que termines de convencer a los lectores y lectoras de darle una oportunidad a tu obra.
Esta es la parte más difícil. Vender a un hijo no es fácil, ¿verdad? El amor de madre nos sale por todas partes, pero creo que la premisa de la novela es bastante chula y a partir de ahí todo es bastante increíble. Un pintor que sabe que se reencarnará, pero no quiere que todo lo que creó sirva para que otros se hagan ricos sin que él tenga derecho a nada. Si un dalái lama tiene derecho a recuperar todo lo que una vez fue suyo, ¿por qué él no? Por supuesto, hay bastantes secretos y giros de guion que ni el mismo lector sospecha. Creo que resulta bastante adictiva porque nadie tiene ni idea cómo se puede resolver algo tan estrambótico y la curiosidad empuja a leer.