‘Últimas tardes con Teresa’, la novela de Juan Marsé
FRANCISCO JOSÉ GARCÍA CARBONELL.
Una novela a la vez romántica y sarcástica, y en donde los distintos estratos y clases sociales se entrecruzan en aquella perdida Barcelona de los años cincuenta del siglo XX. También estamos hablando de una novela bien planificada que sigue una misma línea narrativa con intervalos intermitentes de analepsia propios de ese amor romántico de la época y que poseía tantos anversos y reversos.
“Pijoaparte” es un nombre que ha quedado grabado en nuestra memoria, representa ese mundo marginal de los charnegos, palabra despectiva que se sigue utilizando incluso hoy en día para referirse a los excluidos de siempre, en este caso en aquella ciudad a los que no son puros. Manolo, que es el personaje que responde a aquel nombre, participa junto a Teresa en un caótico juego propio de la juventud y que está dispuesto a destruir al “Objeto sagrado”.
Ambos son hipócritas pero de distinta manera, el uno empujado a la delincuencia, recordamos que es ladrón de motos, se hace pasar por un obrero revolucionario, la otra espoleada por las ideas que circulan entre los jóvenes burgueses en la universidad, digamos que hijos de papa, busca un mundo ideal más allá de las necesidades de la gente corriente. Ambos son hipócritas, sí, él uno para engañar a los demás y así lograr sobrevivir, en cambio la otra, que tiene todas las necesidades cubiertas, engañándose sólo asimismo.
Dos mundo separados igual por un espacio físico, por un lado el barrio obrero del Carmelo y, en el otro, San Gervasio, un barrio exclusivo y de gente bien. Estos entrechocan a través de la historia de nuestros personajes, el uno resalta al otro, acentúa más si cabe esa hipócrita vida de aquellos jóvenes burgueses y progresistas que buscan cambiar el mundo sin molestarse, en realidad, de hacer algo que pueda comprometer sus privilegios burgueses. Viven pues encerrados en ideas y consignas cómodas, mostrando, de eso se trata, una superioridad moral desde la que contemplar a los demás. Imponiendo, en definitiva, los mismos límites excluyentes que sus padres y, podríamos decirlo así, blanqueando de camino, y quizás no siendo conscientes de ello, sus pomposas vidas.
Manolo solo puede infiltrarse en el barrio rico empleando un subterfugio, además de aprovecharse de la verdadera victima de este drama, ella es Maruja. A partir de aquí caemos en la cuenta que el engaño es la herramienta de siempre para romper con el estamento de cada uno, el punto desde el cual poder filtrarse para llegar a intentar vivir mejor y sentirse incluido, pero para ello hay que encontrar un punto de arranque.
Es así que en la playa de Blanes, donde el autor de la obra sitúa el inicio, se da ese nexo entre esas dos caras de la hipocresía. En aquel lugar de ocio, y en donde ambos mundos, por la distensión del entorno, firman una tregua, comienza la rebeldía de esa palabra que desentraña, recordemos que la novela se redacta en tercera persona, todo el trastorno que se esconde en aquella sociedad, en apariencia, tan bien reglada.