“La noche que Logan despertó”: ¿El canto del cisne?
Por Gerardo Gonzalo.
Dice Xavier Dolan que, La noche que Logan despertó, estrenada hace pocos meses en Filmin, es su último trabajo como director. Afirma, que a sus 34 años, ya no tiene nada que contar. Quién lo diría después de terminar de ver esta serie. Yo que he tenido la oportunidad de ver todas las películas de Dolan, sin duda uno de los grandes del cine actual, considero esta obra como una de las cumbres de su carrera, junto a Laurence Anyways (2012) y Mommy (2014) No puede ser que alguien tan en forma quiera retirarse.
La serie, de 5 episodios, está basada en una historia de Michel Marc Bouchard, al que el director canadiense también adaptó en la notable y hitchcockiana Tom a la ferme (2013). En esta ocasión, se nos cuenta la historia de una familia, de 4 hermanos, reunidos por la muerte de su madre, donde los rencores, los secretos y las mentiras que rodearon su juventud, vuelven a revivir.
Dolan deambula por todos los terrenos que tan bien ha explorado a lo largo de su carrera, en una ficción que parece un compendio de lo mejor de su obra. La familia, la identidad sexual, los secretos, el drama, el thriller, el melodrama. Todo aparece en este particular universo, que es esta miniserie y que podría ser un cruce entre el cine de Almodóvar y Twin Peaks.
Su estilo también está marcadamente presente, no ya delante de la cámara (es uno de los protagonistas) sino detrás con, por un lado, ese habitual tratamiento especial que hace de la música, la cámara lenta, los momentos de introspección, pero también por los estallidos, la exageración, el melodrama tremendista, y el histrionismo de los actores, que parecen salidos más del sur de Europa que de la Canadá francófona.
Moverse siempre en el extremo, en el filo de la navaja emocional, conlleva cierta descompensación e irregularidad, que podemos ver en sus películas y de la que tampoco está exenta la serie. Pero ninguna de sus obras transita por la mediocridad y todas, incluso las más discretas, nos dejan siempre momentos de gran intensidad dramática y brillantez estética. Aquí, en una apuesta con un formato más largo (cinco horas de duración total), Dolan es capaz de mantener el interés, la atención y la implicación emocional sobre los personajes, en una trama in crescendo donde todo salta por los aires en el cuarto capítulo y que se resuelve en el quinto, en un desenlace, en el que el qué se puede intuir, pero en el que los comos nos van a sorprender.
Incómoda, extrema, desasosegante, entretenida, oscura, es capaz de alternar el horror y el drama, con la luz y la esperanza, en una historia desgarradora que se va mostrando a capas, con saltos en el tiempo y donde poco a poco vamos conociendo y entendiendo a cada uno de los personajes, en un universo particular y opresivo, donde nadie esta a gusto, algunos se sienten directamente amenazados, pero donde tampoco se rehuyen los buenos momentos,ni la esperanza, porque como en la vida real, no todo es blanco o negro La historia de un secreto que marca a fuego las vidas de unos hermanos, al que se tienen que enfrentar cara a cara, desde diversas posiciones. Unos hermanos con un recorrido vital siempre bordeando el precipicio, rotos por dentro, pero que parecen atisbar una luz al final del camino.
Y es que Xavier Dolan es un talento descomunal, capaz de sacudir al espectador, como ya prácticamente nadie lo hace. Audaz, parece atreverse con todo sin dejar indiferente a nadie, haciéndonos viajar, a través de su cine, a lugares extremos en unos casos, acogedores en otros, donde el ruido ensordecedor se alterna con la búsqueda de la paz, en unos territorios emocionales que habitan unos protagonistas sacudidos, golpeados, pero nunca derrotados.