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‘Lucy y el mar’, de Elizabeth Strout

SERGIO VARGAS.

La escritora norteamericana (Portland,1956) parte de una premisa en su nueva novela Lucy y el mar( Alfaguara). ¿Qué sucedería si dos ex parejas pasan la pandemia juntos? Cuando estalla una catástrofe, los novelistas suelen correr a contarlo, al igual que la literatura a raíz del 11 M, del Brexit y hasta del trumpismo, ahora nos llega la del COVID.

Lucy Barton – la narradora de varias novelas de Elizabeth Strout- se encuentra contrariada debido a un traslado forzoso desde Manhattan a Maine. En su nueva obra de tinte delicado y elíptico, Barton lucha contra la incredulidad mientras el COVID hace de las suyas, muriéndose amigos cercanos a ella. Está de luto por la muerte de su segundo marido, David, músico de la filarmónica, el percance sucedió un año antes cuando su primer marido William la evacua a una casa situada frente al mar en Nueva Inglaterra azotada por el viento.

La motivación de Willian es clara, salvar a Lucy del peligro inminente a pesar de cargar él con un tercer divorcio y una hermana en paradero desconocido a su vez Lucy es una famosa escritora que anda bloqueada porque está perdiendo a seres queridos y no puede atender sus labores profesionales. Nos encontramos con frases cómo: “Es curioso cómo la mente no asimila nada hasta que puede hacerlo”.

La novela podría caer en la tentación de versar sobre los problemas cotidianos, más allá de eso Lucy escribe con perspicacia y nos cuenta cosas cómo: “De repente, mientras miraba por la ventana del auto, me sorprendió lo que vi. A ambos lados del camino estaba el océano pero nunca había visto un océano como este. Incluso con el cielo nublado era increíblemente hermoso para mí”. Este paisaje extraño se va volviendo más familiar cuando William y Lucy empiezan a vivir en su antigua residencia de Winterbourne, un poco destartalada pero acogedora.

Strout escribe en modo conversación, de manera franca y realista. El ritmo de la novela tiene sus subidas y bajadas a imagen y semejanza de sus sentimientos, produciéndose tensiones y discordias pero de manera muy sutil que es la marca de la casa de la escritora americana.

Quien haya leído novelas anteriores se dará cuenta que su Lucy no es la misma, hay menos vigor en sus reflexiones, más arrepentimiento, más soltura, pienso que son rasgos de la vejez que para nada suponen errores. Está dolorida, se encuentra con callejones sin salida, que nos van revelando o a lo mejor es una pose que Lucy llora más por sus matrimonios fallidos que por el COVID.

Sus hijas también participan en el relato como metáfora y sátira contra las élites tan rebosantes de autoestima , en un momento donde lo que hay que hacer es sacrificarse, sirviéndole para reflexionar sobre los privilegios que tiene ella como escritora famosa habiendo tenido una infancia pobre.

Este sería el logro de Strout en Lucy y el mar, una honestidad que la lleva a denunciar el racismo y fascismo por ejemplo cuando comenta la insurrección en el capitolio al igual que el descontrol que sufrimos por el COVID, pero con un proverbial( hay que llegar al final de la novela) rayo de esperanza a través de esa prosa engañosamente ligera y elegante que supone un brindis a la familia y a la amistad.

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