School of Rock: musical con un fantástico Leo Rivera rodeado de niños de gran talento
Horacio Otheguy Riveira.
A todo gas va por el mundo el subgénero musical de niños. Con Annie se abrió una brecha que tardó en tener continuidad, pero cuando llegó Billy Elliot —comprometido Elton John en las canciones—, luego llegó Matilda y este School of Rock que pasó de Broadway al cine en 2003. A mi entender, de entre todos es el mas pobre por excesivamente convencional, argumento previsible y música original monótona en casi tres horas. Sorprendente. Y más aún que, con solo recortar unos 20 minutos, hay mucho disfrute paralelo a lo descrito; para los amantes de los musicales el premio mayor se lo llevan las chicas y chicos, entre 8 y 13 años, que cantan, bailan, actúan muy bien en las escenas de puro texto, y algunos tocan instrumentos con ingenio y talento. Por ese lado, el espectáculo toma vuelo, y ellos son omnipresentes en toda la función, lo mismo que su intenso protagonista, Leo Rivera, un comediante muy completo, que ya nos ha deleitado reiteradamente en piezas como Lotto y Yo soy Hamlet, así como en singulares musicales como Leman Brothers y El aroma de Roma. Aquí es un gamberro rockero que se ocupará de revolucionar un colegio muy pijo, enamorar a su directora y revelar a los niños que hay vida después de las pesadas normas escpñares, y de que nadie les escuche ni les vea como realmente son o quieren ser…
El rock vuelve a ser una música que rechazan «los bien pensantes» como en los 50, y de allí que todo quede muy viejuno, tantas veces visto, sin embargo, el brío de la chiquillada y el talento de Leo Rivera logran convencer de que vale la pena quedarse hasta el final…
Junto a Leo, una coprotagonista sensacional: la estirada directora que se convierte en una deliciosa compañera de viaje, lo interpreta Julia Möller. En la primera parte su personaje tiene bajo rendimiento pero la escena del bar en la segunda parte es lo mejor de la representación entre adultos (el espléndido nivel de los niños es un espectáculo aparte). En ese bar se produce una escena en la que la excelente actriz-cantante se ocupa de un tema vocalmente difícil, interpretado con una envolvente energía, encantadoramente sensual.
Excelente dirección musical de Julio Awad y César Belda. Muy eficaces las coreografías de Mayte Marcos y Belén Marcos, la escenografía de Jorge Ferreari y Liliana Díez. Armoniosa y rítmica la dirección de Ariel del Mastro. Capítulo aparte los logros de Valerio Tiberi y Emmanuel Agliatti en la iluminación.