“Entre andenes, corazones y despedidas”, de David Clavijo
UNA LIRICA DE LO TRANSITORIO Y TRASCENDENTE
Por Faustino Lobato.
El sevillano David Clavijo ( (Alcalá de Guadaíra, 1983) estrena su primera obra Entre andenes, corazones y despedidas, editada por Baker St. Ediciones (Granada). Esta obra se imprimió un 11 de marzo de 2022 el mismo día que en 1912 nació el compositor gerundense Xavier Montsalvatge i Bassols. La fecha de este musico la editorial la coloca en la última página de este libro de poemas haciendo un guiño al musico sevillano Clavijo. Porque David, antes que poeta es músico. La música es su compañera de vida, ahora compartiendo historia y camino con el arte de la poesía, con el verso, que empieza a ser su “nueva patria”.
La obra Entre andenes, corazones y despedidas está dividida en cuatro capítulos, unos espacios donde nuestro autor va desgranando una poética introspectiva: Corazones de segunda mano, Las razones del músico, Entre andenes y Epílogo. Cada una de estas partes son introducidas con unos asertos, a modo aforístico, muy acertados ya que aportan las claves del contenido de cada uno de estos espacios.
Así, en el primero de los capítulos, Clavijo nos advierte que el problema no es el desamor sino el tener que soportarse a uno mismo en la situación de desafecto. Con esta premisa de la voz lírica nuestro autor nos hace entrar en un poema que abre el espectro de la obra, en un eclipse [solar] donde la fragilidad se expone al descarne de un tú lírico (¿la poesía?) que viene “a desnudar y besar las cicatrices, a abrazar inseguridades, a curar”. Un registro, meta-poético este del primer poema, en el que David Clavijo nos sitúa en el norte de su quehacer, una composición que irá hilando con cuidado. Con todo, el brillo del yo lírico se vuelve maestro que apunta a ser pura aritmética bajo el eco de Julio Cortázar, “probabilidad, puro azar”, donde el yo es “tu medida y tu moda/ Tú, mil incógnitas a despejar”. Y en este medir cartesiano es donde llegan, cuando menos los esperas, “los besos que abrazan”.
Los poemas se entrelazan en una temporalidad que, lejos de ser mecánica de lo cotidiano, se vuelve lírica. Juega nuestro autor con los Dies lunae (lunes), ese estado que provoca sacudir “del corazón el polvo gris/que dejan los domingos”. Y las ausencias se transforman en metáforas de un “sábado sin domingo” o el café de domingo se vuelve “amargo si no es en tus labios”. Lo cotidiano marca el tiempo en un centro de gravedad de espera, y con un sentido adverbial marca los lugares donde los sentimientos se amalgaman, “donde el café y las horas /matan los sueños”, frente a unos versos de Whitman que brindan calor y esperanza. Y es así, con ritmo anafórico, la voz lirica grita “no llegues tarde, /aquí te espero”, devolviendo a lo efímero la marca de lo sempiterno.
David Clavijo no olvida, en esta primera parte, dar una pincelada a la Cuarentena [de una pandemia], un tiempo que ha marcado la soledad de muchos, que sirvió para contemplar los limites propios y que nuestro poeta lo expresa con el grito de un “estar sólo conmigo, pero sin mí” anotando el vacío y el desasosiego que la situación de la cuarentena provocó en muchos.
La segunda parte, Las razones del músico, nuestro autor vuelve al frontispicio aforístico elegido dejando claro que las musas son caprichosas y que aparecen en los momentos más inesperados, en la miel de la victoria o cuando se muerde el polvo de la derrota. Las musas son esquivas e inquietas y nuestro autor termina diciendo que no sabe dónde se ocultan, esas que “por la noche mueven mi pluma /y por el día se encuentran ociosas”. Así, en esta parte, en cuatro poemas escribirá los porqués del musico, entregado ahora a los brazos de la poesía. David Clavijo dirá de forma lírica cómo resuelve los problemas con notas y corcheas, siendo la música su refugio; de cómo ésta, la música, marca las notas “en pro del amor” y “por cada silencio/ su desconsuelo”; para nuestro autor crear notas musicales es como trazar “un último suspiro”; en definitiva, la música es un amor entre las cuerdas/ desde la prima a la sexta (desde el Do al La), marcando la tonalidad. Magnifico alegato el del músico que pone sobre la mesa donde está la base de su creación siendo ahora la poesía el maridaje perfecto.
En la tercera parte, en realidad el final del libro, David Clavijo nos devuelve a este tratado de lo temporal y de los lugares extraordinarios, como es estar entre andenes. Con esta figura David enfrenta al lector con el sentido de lo transitorio, de lo no permanente, y como un Antonio Machado en el andén del exilio nos lleva a Lisboa. Así, con unos hermosos versos inicia esta parte de cuatro poemas. Y será Lisboa, a cidade de Pessoa donde Clavijo -con un escamoteo del yo lirico-, nos describe la ciudad y nos pasea por lugares ambiguos de “ciegos que ven en una esquina/ camellos de hierba y coca” [cegos que vêen em um canto/ camelos d´erva e coca]; por el Barrio [Bairro] Alto, por la Plaza del comercio [Praça do Comerço], por la Alfama “ataviada con toques dorados, testigo en lo más alto, desde tiempos pasados, / de los besos que el mar /le roba al Tajo” [dos beijos que ao mar/ rouba o Tejo].
Nuestro autor sabe que lo transitorio es una realidad y lo metaforiza en un verso magnifico de forma aforística: “Deja sitio en tu maleta para lo indispensable/ que lo vivido quepa en tu equipaje de mano”. Sí, la mudanza es una realidad del tránsito, del éxodo permanente, al que los humanos nos enfrentamos de continuo y que es subrayando este hecho como David, a través un soneto, hace un guiño a dos autores como Baltanás con su Rumor de Azuda o Alberti, con su Marinero en tierra. Lo personal de este ir de un lado a otro, se vuelve voz lirica a la sombra de autores consagrados. Es curioso como nuestro autor nos lleva del interior al mar con una simbología de lo errático, de lo transitorio. Este espacio termina con otro soneto que canta a la ciudad que lo habita, Alcalá de Guadaíra.
El Epílogo, será el arquitrabe que soporta todo lo escrito; el final de un viaje donde el silencio “habla en voz alta”. Extraordinaria y oportuna la anotación del poeta sobre el silencio, porque este es el verdadero artífice del ars poetica. Aquí, en este apartado, el poeta da las claves de su hacer lírico, los lugares observados, callados, y rumiados en lo profundo: los ojos del borracho;, los bancos solitarios; … las despedidas; los “te quiero”. Para David Clavijo este es un hacer frente al espejo (la imagen lirica del alma) donde el poeta es capaz de reconocerse. Terminará con un testamento vital señalando, con una locución latina Sit tibi terra levis la idea de trascendencia. Y es en este tránsito definitivo donde habrá que buscarle, en la huella de la música o en el respirar de los versos porque, dice nuestro autor, “ahí es donde yo vivo, porque ahí es donde yo te espero”.
Se agradece que un autor novel trace una obra donde los componentes son maduros y firmes. Buen comienzo para un hacer cada vez más extraordinario y excelente si se mantiene el programa aquí diseñado. Enhorabuena.