“Hechos y faltas”: conflicto teatral entre la realidad y su crónica literaria

Horacio Otheguy Riveira.

Sobre un hecho real ocurrido en el seno de una revista con sede en Nueva York, surgió un libro escrito por sus protagonistas, un escritor de prestigio y el becario contratado para verificar los datos allí expuestos. Algo laberíntico visto de lejos, pero que otros escritores lo adaptaron al teatro con suma capacidad de síntesis. Así, la directora del medio, responsable de cien personas, pide al joven que verifique “minuciosamente” los posibles  Hechos y faltas de las 15 páginas del escritor en torno al suicidio de un muchacho de 16 años en Las Vegas.

El fondo de “hechos reales” destaca como centro de una acción más verbal que física, en un contexto periodístico que puede interesar a todo el mundo, en cuanto todos somos receptores de diversas informaciones de hechos sucedidos, de allí que el análisis o el mero informe resulten tan distintos bajo filtros ideológicos y narrativos.

De todo esto trata una obra cuya puesta en escena resulta demasiado plana, sin crecimiento dramático entre tres personajes muy interesantes, pero que no destacan lo suficiente, como si lo que sucediera en el escenario fuera otra historia, alejada de actores y director. Esta frialdad desconcierta al tratarse de un estupendo reparto que, sin embargo, no llega a comunicar la tensión existente —por momentos con posibilidades de comicidad— en un juego con raíces en los años 20 del siglo pasado cuando Luigi Pirandello planteaba los diversos puntos de vista del común de los mortales sobre un mismo hecho, el choque entre lo que los protagonistas puedan percibir y la mirada de quienes miran y juzgan.

Tal vez falle el exceso de autores (cinco en el original, seis si sumamos al adaptador y director español) sin un patrón sólido de dinámica de teatro psicológico. No obstante, la profesionalidad rigurosa del equipo logra que estos Hechos y faltas se sigan con interés, a la espera de un final que justifique el trayecto. A mi entender, se trata de un cierre demasiado abierto, aunque he de reconocer que facilita el debate posterior de espectadores que logren discutir sin irritarse demasiado, hacia una convivencia algo menos atropellada que la de estos personajes que se la juegan en la última decisión sobre un suicidio juvenil y la reflexión que quiere suscitarse en el frenético mundo del juego y la prostitución de Las Vegas, así como la crisis generalizada en la Prensa impresa, ante el avance vertiginoso de los medios de comunicación digitales.

Arriba y abajo, detalles de la ingeniosa escenografía de Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer que, con eficaz juego de luces de José Manuel Guerra, permite cambios visualmente atractivos, y muy bien ligados a una trama de realidades y literatura, como si se tratara de un sinfín de casillas por donde se escabullen episodios cotidianos.
¿Y si lo estrangulo? Parece preguntarse el escritor, harto de que un novato le diga que su crónica está llena de datos inciertos.
Juan Grandinetti acata la minuciosidad que le han pedido con rigor insoportable para Antonio Dechent, un escritor fatigado a la hora de defender su creatividad. En medio, Ángeles Martín, la angustiada responsable de una revista, a punto de quebrar, devorada por la prensa digital.

Texto teatral de Jeremy Kareken, David Murrell, Gordon Farrell, basado en el libro de John

D´Agata y Jim Fingal, desarrollado a través de su propia experiencia.

Versión y Dirección: Bernabé Rico

Intérpretes: Ángeles Martín, Antonio Dechent, Juan Grandinetti

Diseño de escenografía: Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer (AAPEE)
Diseño de vestuario: Pier Paolo Álvaro
Iluminación: José Manuel Guerra
Ayudante de dirección: Vera Conde
Fotografía: Sergio Parra
Dirección de producción: Marisa Pino

Productores: Bernabé Rico y Morris Gilbert

Una producción de TALYCUAL y MEJOR TEATRO

TEATRO PAVÓN. 

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