PensamientoReseñas

‘El gorila y el pájaro’, de Zack McDermott

El gorila y el pájaro

Zack McDermott

Traducción de Sandra Caula

Big Sur

Barcelona, 2023

336 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

La cuestión, lo más difícil, es resolver en qué momento uno es capaz de escribir unas memorias como éstas. El efecto de la vida que no está narrando es muy potente, es demoledor, da miedo, pero el narrador que nos habla ha sido capaz de mantener una distancia que se nos antoja natural, y el narrador es quien sufre, es quien ha padecido esta enfermedad. El único consuelo es la madre, el pájaro, que aparece de vez en cuando, pero sabemos que su presencia es sustrato, es lo que le mantiene atado a la vida. Hay que estar muy sensato para ser capaz de manejar así la memoria, de relatar con tanta serenidad los tiempos de convulsión. Estamos ante una confesión en forma de relato, en la que el autor, Zack McDermott (Kansas, 1983), nos habla de su demencia. El libro comienza con la tragedia de creerse encerrado en un programa de televisión tipo El show de Truman, expuesto en un tono carente de rencor, lo cual nos hablará, finalmente, sobre el deseo de ser normal que tiene nuestro autor. Aunque esa locura, esos disparates que iremos descubriendo, ese deseo de ser normal, tiene la contraprestación de revelar que en su vida también hay algo extraordinario, que será la madre: cariñosa, generosa, víctima de un par de matrimonios en los que sufrió maltrato, imbatible, atenta, servicial.

La memoria con que se recorren los años se mueve libremente, viajando de un lado a otro del tiempo. Se nos van exponiendo las diferentes hospitalizaciones, que podrían ser divertidas de no estar hablando de los límites de lo dramático, se nos habla de su labor como abogado de oficio, con sus resúmenes de casos comunes que nos hacen llevarnos las manos a la cara, y se exponen sus intentos de convertirse en cómico, que son de lo menos gracioso que podemos echarnos al entendimiento. Nada tiene menos gracia que los talleres de risoterapia.

La familia es la tormenta y a la vez el paraguas contra las tormentas. Hay un episodio muy significativo en el que el autor viaja a su lugar de origen para darse de bruces con la América profunda. Todo lo que encuentra allí, este inmigrante que ha optado por vivir con lo justo en Nueva York, es grotesco. La sensación que da es que lo normal en estos lugares, de los que él viene, en los que habitaron los maltratadores de la madre, es estar mal de la cabeza. Pero nos habla de caricaturas, no de rencor. Hacia su pasado sólo siente el amor de su madre, a la que exculpa de su trastorno, una bipolaridad con riesgo de esquizofrenia. Soy una pieza desencajada, nos indica constantemente, pero el mundo en el que debería encajar tampoco es un mundo sano. Hay que estar muy lúcido para saber equilibrar un mensaje y otro, imponiendo la experiencia personal sobre la denuncia. Nada es razonable, pero yo no soy la persona adecuada para juzgar lo que es o no razonable, porque nada ha de razón dentro de mí. Así se desarrolla uno de los libros de memorias más serenos y sabios, pero más expuestos a la patología, que hemos leído en años.

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