‘El olor del miedo’, de Manuel Ríos San Martín
HÉCTOR PEÑA MANTEROLA.
Todos los lectores sabemos que, cuando se satura un nicho del mercado, la posibilidad de encontrar obras realmente buenas se asemeja a la de hallar pepitas de oro en un arroyo. Esta vez ha habido suerte.
A pesar de su impresionante currículum (productor ejecutivo, director, guionista en series como Médico de familia, novelista de cierta veteranía), El olor del miedo es la primera novela de Manuel Ríos San Martín a la que hinco el diente. Fue morder y devorar. Qué sabor, menuda textura. Algo me decía de antemano que me iba a gustar: los hechos se desarrollan tanto en el interior como en la tangente del Bioparc de Valencia y, habiendo escrito servidor una obra titulada Cabárceno, el match estaba cantado. No me equivoqué.
Conste que se trata de obras diametralmente opuestas tanto en su concepción como en cuestiones de género literario o ejecución. Lo bonito es que se sigue poniendo de manifiesto el destacado papel que espacios naturales como estos parques pueden jugar en la narrativa nacional. Hay que dar a conocer lo propio, collons.
La novela comienza con el «asesinato» de Blanca, una elefanta albina y preñada. Dos disparos, cierta distancia, y tenemos el inicio de una obra larga que combina la trama policial con la social, como las buenas obras del género. Y es que hace poco, una reconocida autora nacional a la que entrevisté para este medio fue clara al respecto: el lector se queda contigo por los personajes. Así me ocurrió a mí.
La mayoría de los capítulos se centran en dos puntos de vista, aunque Manuel se permite estrictas digresiones en momentos de tensión o a modo de regalarnos un poquito de información. Estos puntos de vista son los de Elena, veterinaria fuertemente enlazada con Blanca, la elefanta; y el inspector JP de la Policía Nacional, un rockero de la vieja escuela.
El «asesinato» sirve como manifiesto del valor legal que se da a una situación así. Las penas no son ni comparables a las acaecidas por disparar contra un animal humano. Desde que el tirador aprieta el gatillo, la acción corre, permitiéndonos coger aire con escenas más personales. Ambas tramas están igual de bien llevadas y se interrelacionan.
Por un lado, Elena, de veintisiete años, tiene una pareja de cincuenta llamada Cristina. Cristina anhela ser madre. A su vez, Elena posee un fuerte vínculo con otro empleado, un tal Sidy, senegalés. He ahí un triángulo amoroso.
Por otro, JP, rozando la jubilación, combina los atributos del clásico policía que no ha sido hogareño ni familiar y que, llegada cierta edad y cargado de manías, se hace un par de preguntas. Sus capítulos están llenos de referencias musicales. Es un personaje hosco, de ese mundo que morirá cuando lo hagan nuestros padres y abuelos, suplantado por la nave blanca del progreso… Que no es más que una concepción diferente de la misma realidad. La influencia de su mujer, Rosa, y sobre todo de su nieta Coral, harán que como personaje evolucione en todos los aspectos que lo construyen. Es un personaje real, muy bueno; de hecho, mi favorito. Fiel a unos valores que le fueron inculcados cuando ir a correr poco tenía que ver con el moderno running y los influencers no se habían inventado. El proceso de adaptación, asimilación y aceptación es a la vez divertido y correcto. Para mí, de lo mejorcito de la novela con diferencia.
Y es que hay muchas formas de escribir una novela negra. Desde los típicos misterios de habitación cerrada empujados al ámbito criminalístico/policiaco, hasta las novelas ágiles fundamentadas en diálogos largos pero de mensajes concisos donde la ambientación y la construcción de personajes quedan en un segundo plano, hasta obras de mayor complejidad, donde el autor se arriesga a sacrificar la agilidad de la lectura en pos de un fuerte componente literario. Como todo en esta vida, puede salir bien, o no. En este caso, Manuel lo logra con una maestría digna de un premio.
Sabía que me iba a gustar, pero no cuánto.
Del resto de la trama no quiero desvelar nada. No es una novela especialmente gore ni sangrienta, aunque tiene escenas de conflicto; es evidente. Lo que sí que me ha gustado mucho son los párrafos explicativos que Manuel utiliza para introducir escenas valiéndose de la comparación entre conductas animales. También las escenas en la facultad, durante las clases del máster de Elena, dotadas de un cariz más filosófico. El correcto aplique de estos elementos conforma una narrativa redonda, ideal para la temporada otoñal.
La novela ha sido publicada por planeta el 30 de agosto. La podréis encontrar en cualquier librería, gran superficie o Amazon.