‘La oficina de la nada’, Felipe Cussen
RICARDO MARTÍNEZ.
Una datación para la poética de la nada sería como una poética transmudada, falsa. Una falsa farsa. Poética intemporal de la nada es su domicilio real; allí donde se comprende, o puede comprender, el todo de los significados.
Un canto a la esencia de las cosas, a su naturalidad. La nada como la omnipresente generosa, que todo lo abarca en el sentido de la imaginación, la materia del arte.
La Nada, pues, como un reclamo precioso para una inteligencia atenta a la realidad, despierta, viva.
En las primeras páginas de este sugerente texto leemos: “La única exposición a la que he tenido la suerte de asistir fue ‘Una cierta oscuridad’ el año 2018, organizada en un recorrido muy atractivo a partir de ‘ese espacio en negro y vacío que deja en la sala expositiva el cuadro robado de La Gioconda para especular sobre la cuestión de la imagen y la mirada en relación con la práctica artística; allí se reunieron piezas vinculadas a la ideas de opacidad, ocultación y ausencia, así como conceptos relacionados con las formas de ver, la tecnología de la representación y la condición del espectador”
Es así, entonces, que, podríamos deducir, el interés de la exposición nos exige un viaje imaginario, real en la medida en que el espacio es ocupado por nuestra invención u ocupación por el mirar, y en ello obtenemos, al fin, la realización más etérea y equilibrada: la representación de nuestro imaginario dotado de una de las cualidades más excelsas y representativas, nuestra propia identidad.
Resulta, lo comprendo, esta realidad virtual un ejercicio arriesgado de inteligencia, pero la libertad de que se dota la posibilidad de dar vida a un espacio en negro vacío no solo puede evocar la idea de belleza, sino que pudiera resultar incluso conmovedor.
Leemos un poco más adelante: “este crítico (el autor) considera que, dentro de la sociedad del espectáculo en que vivimos, la negación de la mirada es una de las pocas escapatorias que quedan” Un ejercicio irrenunciable, pensemos, de libertad. Y continúa, al poco: “parece que ya no queremos –no podemos-, ver más: hemos visto demasiado y ahora hemos devenido ciegos. Ciegos histéricos, ciegos por exceso de visión, ciegos por haber mantenido demasiado tiempo los ojos abiertos. Unos ojos que se han colmado de imágenes, tanto que ya no les es posible ver nada. En los últimos años, este reclamo se ha hecho frecuente. Norval Baitello también se refiere a la fatiga de la mirada: nuestros ojos fueron anestesiados, sedados, para no ver más los escenarios catastróficos que el hombre construyó en su afán de apropiación ilimitada del mundo” Ay!, el hombre y sus ‘acaparaciones’
Es curioso, ahítos de error, de horror, encegecimos y ahora, paradójicamente, necesitamos el negro, una forma de negro, para ver significativamente. Hemos pasado del paciente que ve al ser ontológico que ve y construye una nueva forma de representación, de armonía. Vemos mejor, más claramente, y nos vemos mejor, liberados del dominio de un exceso de imaginería vacua. Paradojas de la modernidad tecnológica, alimentada por el exceso.
¿No ha sido el gran Marcel Duchamp, ese artista de lo distinto e íntimamente real quien ha dicho: Lo importante es no hacer nada, pero, sobre todo, hacerlo muy despacio” Algo así como una invitación a que quien haya de ver no sea nuestro ser externo, superficial, alimentado de materia sin valor, para pasar a ver desde dentro, desde lo verdaderamente real por significativo, propiciador de una forma de inteligencia, de sueño incluso.
Felipe Cussen, el autor de este libro, es doctor en Humanidades, se nos informa oportunamente. “Sus investigaciones académicas y creativas abarcan las relaciones entre literatura, música y artes visuales (grados distintos de representación, digamos, de visualización estética); la poesía experimental, las tecnologías digitales, la mística y el pop” Convengamos, niveles de transmisión de un discurso, de comunicación.
Y concluye el aporte crítico e informativo: ‘La oficina de la nada’, el título de este viaje artístico, es la expresión de Miguel de Molinos escogida como metáfora de este libro: un espacio en el que se reúnen, analizan y clasifican numerosas obras literarias y visuales producidas principalmente en la segunda mitad del siglo XX y los inicios del XXI que intentan representar, materializar o producir el efecto de la nada’ En este período se dieron buena parte de las manifestaciones más visuales y radicales respecto de la imagen y su valoración. Se nos introdujo en un mundo hipotético, posible. Y, acaso, de la nada, de la catarsis derivada, se obtiene ahora esta reflexión explicativa, liberadora (confiemos).