‘Los destrozos’, de Bret Easton Ellis

SERGIO VARGAS.

El autor californiano vuelve a lo suyo de siempre: asesinatos truculentos, adolescentes solitarios y sus vívidos años 80 en Los Ángeles.

Nos situamos en esos años 80, en las radio fórmulas suena “Bette Davis Eyes” de Kim Carnes, se estrena El Resplandor de Kubrick y los pijos usan gafas Wayfarer (creo que a España nunca llegaron). Bret se llama el protagonista de este tocho de más de 600 páginas titulado Los Destrozos, vive solo en la zona de Mulholland Drive, es gay y le gustaría ser escritor.

Estudia en una escuela elitista de Bucley, donde es un tipo popular entre sus colegas, uno de ellos es estrella de Futbol americano llamado Thom y su “rancia” novia Susan.En este mundo superficial se moverá nuestro protagonista, aunque el propiamente se considera una persona recta y nada paranoico. Pero que en petit comité se acuesta con dos chicos y se obsesiona con un asesino en serie apodado “El arrastrero”.

También entrará en acción un tal Robert Mallory, un guaperas de carácter tóxico que será la amenaza del grupo de Bret. Mientras el joven escritor se va aislando y su imaginación de tinte negativo irá pudriéndolo por dentro- tras el asesinato de un compañero de la clase -la personalidad del escritor novel, llegará incluso a colapsar.

Como si fuera un carpintero con su cincel, Ellis va diseñando imágenes exuberantes y preciosistas. Disfrutarán mucho los fanáticos de su obra anterior como Less Than Zero y Luna  Park, pero nunca llegará al culmen que consiguió con Glamourama, en mi opinión su obra maestra. Sus trazos característicos estarán presentes: drogas, música, ricos pijos, padres negligentes, perros, sangre, palmeras y adolescentes frustrados. Pero también habrá novedades en el plano emocional donde el autor se muestra más en carne viva que en obras anteriores, hay menos auto ficción, más sexualidad y más seriedad. Todo ello conlleva a una mayor libertad sobre todo en temas amorosos y sensibilidad a flor de piel.

El suspense presente en casi todo momento hace que una novela larga se apure casi rápido , y digo casi porque contiene  momentos agotadores por ejemplo en el  transcurso lento de la vida de un joven de 17 años y reiteraciones, que nos hacen preguntarnos de si la obra  podría haber sido menos densa y también haber tenido un desenlace más eficaz y con un clímax que no decaiga.

Supongo que el título del libro  hace mención a lo fragmentada que se encuentra la psique del protagonista, digamos que es como un puzzle donde las piezas cuesta encajarlas ya que la personalidad es múltiple por ejemplo en: “ cuando me di cuenta  de lo poderosa que era la memoria o era la primera vez que más me dolió”. Refiriéndose a su entrada en la adulta. Y dejando una ventana abierta comentando que a pesar de uno estar encerrado en sí mismo, siempre hay un resquicio de luz que se cuela en algún punto del infinito.

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