‘Disparos al aire’, de Hiram Barrios

RICARDO MARTÍNEZ.

Al acudir a tanto país tropical, es claro que el árbol se hace frondoso y florido y sustancioso: tal como la cosecha de aforismo que gente tan lectora y conocedora y atenta a la mejor realidad puede donar como testimonio de la riqueza razonadora y aforística de que son titulares.

Entrar en un libro de aforismos como este, rico en el sentido más amplio de la palabra (rico en voces, en imaginación, en pensares sutiles, en alado humor)  atrae la suerte de que, mire a donde mire, se verá a sí mismo en las infinitas figuras que el circuito de espejos–páginas le vayan deparando:

“Mientras menos adjetivos usemos, más difícil mentir” Esto es, ¿a qué viene pretender ampliar el valor de la gran trilogía de lo humano, ‘Tiempo, amor, muerte’, a sabiendas

de que todo el significado del trayecto vital se encierra ahí.

Lo que no impide, también es cierto, que venga el nuevo precursor a anunciar una cierta alteración en el lenguaje, si bien no varía la sustancia: ‘Comer, follar, dormir’ Pero hasta en ese tema tan manido es difícil ser original, porque ya se adelantó a la formulación, si recuerdan –y así me lo advirtió mi santa amiga- en palabras encuadernadas el no menos santo Arcipreste de Hita. Varios siglos van allá, como se sabe; y la especie se perpetúa.

Para los dubitativos, que no sigan por ese camino: “Con buen humor y pesimismo no es posible ni equivocarse ni aburrirse” Sépanlo

¿Y al formular o exponer estos breves alegatos de inteligencia (aforismos) pudiera querer decirse que al entrar en su materia entramos en un entretenimiento de inteligencia y sentido común de lo que acontece (porque ya ha acontecido antes) sin salida posible como respuesta individual propia?. No, no exactamente. Lo que quiere proponerse aquí al lector es que, al entrar en la lectura de este volumen amplio en humor y contenido moral, en el  juego más o menos escatológico de los interiores del hombre, lo que se hace es acceder el conocimiento (el dado a la medida del hombre) y en ello uno, el propio lector, tiene la posibilidad de descubrir algo que, si bien ya existe, es nuevo para él, tomado de dos modos: bien porque no lo había advertido en su práctica de vivir diaria, bien por ineficacia o por despiste, pero el mensaje ya estaba ahí. O, como diría el viejo (siempre nuevo) Wilde: algunos viven, pero la mayoría se limitan a existir. Y de ahí al gran Darwin va un paso

Hay ocasiones en que alguno de los aforistas aquí recogidos alude a otros aforistas anteriores y famosos, pero no por ello, considero yo, deja de ser aforista en sí mismo por cuanto es capaz de señalar la enseñanza obtenida en esos otros, otorgándole a su decir un nuevo matiz que, quien quisiera y pueda y sepa, entenderá: “Dice Franz Kafka: una jaula salió en busca de un pájaro. Y Roger Munier: deja abierta la jaula del pájaro muerto”. Y añadiríamos aquí la advertencia sabia de un escritor digno de su función y no citado aquí: ¿Quien habría de ayudarnos a interpretar la demencia del hombre actual si no hubiera existido Kafka)? (Carlos Fuentes)

El hombre, a lo largo de su secreta y espectacular historia, ha dedicado muchas horas de silencio a pensar, a la procura de soluciones acerca de tanto como no entendía (como si en el entender estuviese el secreto de la felicidad), y en ello algo se ha obtenido, que sirve de contestación a los más indecisios, para que se enteren: “La filosofía es el arte de formular lúcidamente problemas. Inventar soluciones no es ocupación de inteligencias serias”.

Pues eso. He aquí un libro de consulta, de mesilla de noche tan necesario como, en el fondo, sutilmente irónico.

Algo parecido a lo que dicen que es el vivir (Y no me hagan repetir, por favor, lo que un día de otoño me susurró al oído el bueno de Baldomero Fernández Moreno: “Si me comprenden, me irrito. Si no me comprenden, me entristezco”

O sea, la salida sí la hay, pero en ocasiones resulta más bien estrecha, para qué negarlo)

Quepa decir que el trabajo introductorio de Hiram Barrios resulta tan fecundo como argumentado.

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