UNA CALLE, UN LIBRO

Calle Tverskaya de Moscú, “El doctor Zhivago”

   La calle Tver sale de detrás del Museo de Historia en la  Plaza Roja y llega hasta los primeros bulevares y los segundos bulevares. En ella está el Ayuntamiento, grandes hoteles, teatros. Es la calle más animada de Moscú. Hace veinte años yo bordeaba el Museo de Historia e iba paseando por ella viendo el frenesí de las caras.

   Pero entonces yo no sabía que en un callejón a la izquierda se encontraban en “El doctor Zhivago” la joven Lara con el seductor Komaravski. Y que en esa novela la calle Tver aparece como el símbolo de todo el sensacionalismo y de toda la estridencia. Y ahora que lo sé pienso en esa novela infinita y en cuanto sentí y presentí con ella.

     Pienso en todo el misterio de la vida que, como dice Pasternak en un libro de poesía, va más allá de las barreras, más allá de las doctrinas y del marxismo leninismo más miserable. Ese misterio que Pasternak captaba con su sensibilidad misteriosa e indomable. Que se manifiesta en el comienzo de la novela cuando Zhivago niño escucha canciones místicas en el entierro de un familiar.  Y luego cuando siente la naturaleza de un modo que nadie puede evitar y los picatostes oficiales de influencia prohibida  de Schelling  Y luego se manifiesta en los avatares sorprendentes y musicales de la vida, en que los personajes se alejan y se reencuentran,  Y siempre en la poesía callada del médico como un bajo continuo debajo de su medicina.

    Y al final en esas palabras inolvidables sobre el amor de Zhivago y Lara: “Qué amor fue el suyo, libre, extraordinario. Se amaban porque así lo quiso cuanto les rodeaba, la tierra a sus pies, el cielo sobre sus cabezas, las nubes y los árboles” Estos versos valen por los más vertiginosos de Rilke hacia Lou. Y nos dan un vértigo suave a todos.

ANTONIO COSTA GÓMEZ                   FOTO DEL AUTOR