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‘El hombre del espejo’, de Julia Otxoa, cuando la ficción refleja la realidad

@ManuelaVicenteF

El hombre del espejo, de Julia Otxoa, (Eolas Ediciones, 2023), es un volumen compuesto por ochenta y un relatos breves y microrrelatos, escritos por la autora durante un período de cinco años y que dan muestra, una vez más, de la intensa y prolífica capacidad narrativa de Otxoa, considerada una de las máximas exponentes actuales en el campo del cuento y el microrrelato.

En la presente obra, de tintes kafkianos, la realidad se nos muestra desde distintas ópticas, no exentas de ironía y humor ácido, que exploran temas de actualidad candentes como la sanidad, la burocracia o la política y ponen el acento sobre la ética y los fundamentos sociales que nos conforman.

Se hace difícil resaltar cuentos en este volumen, pues todos y cada de ellos tocan la fibra lectora, desde ese anciano que sujeta al árbol que se cae al faltar su apoyo hasta la Escena bajo la higuera que puebla un cuadro, pasando por la asistenta que limpia casas para hurgar en las miserias de sus moradores, o un explotador sistema que insta a los ancianos a trabajar hasta caerse muertos literalmente. Los cuentos de El hombre del espejo nos muestran una realidad caricaturizada, llevada al esperpento, incapaz de salvarse de la crítica. Reflejo de esto es el cuento de Caperucita en sus dos versiones (Autopsia uno y Autopsia dos) en el que la autora incide en la herida social con la precisión de un forense que busca, ya no indagar en la parte sino en el todo que ha permitido que la infección progrese.

No menos visual y hasta poético si no fuese por su demoledor cierre, muy al estilo de Monterroso, es el cuento Manicura, donde asistimos a una plaga de ratones cuyo título nos da la llave de su resolución.

Conforman El hombre del espejo cuentos que beben del realismo mágico, en los que lo insólito adquiere protagonismo, como ocurre con Sed, cuando un hombre traga un pez al tomar un vaso de agua, el cuento Mariposas, en el que al protagonista le asoman estos insectos por las orejas todas las tardes, o el poético Vendedor de nubes. La paradoja y el recurso de la literalidad también se dan cita en este volumen en Barrio de las maravillas, Petición de mano o Conversaciones robadas.

Mención especial tienen los microrrelatos seriados, como los dedicados a Las mirillas (La mirilla de las puertas es un ojo que, cuando no vigila, baja el párpado y echa un sueñecito), o Hombre cruzando plaza y Parte de guerra, en los que el lector tiene la impresión de leer una misma historia contada a la inversa.

Destacable es el cuento Sin correspondencia, que recuerda la narrativa de Kafka en la determinación de su protagonista, que acampa inamovible frente a correos con la intención de interceptar esa carta que nunca llega.

Todos y cada uno de los cuentos de este libro esconden una pregunta, una vuelta de tuerca a la hora de contar una historia. Partiendo de lo literal o desde una mirada insólita, todos ellos exprimen y desmontan una realidad que se nos ofrece como un juego de espejos, tal y como refleja el cuento que da título al libro El hombre del espejo, y constituye un entrañable homenaje a Cervantes quien, asomándose desde el pasado, no parece sorprenderse demasiado con los tiempos que corren.

El hombre del espejo, de Julia Otxoa, un imprescindible para los amantes del género breve.

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