De la inteligencia y sus máscaras

 

La astucia ─ese sentido de la realidad y su capacidad casi automática de respuesta para la sobrevivencia y la depredación─ no tiene que ver exactamente con la lógica y la inteligencia: digamos que es un sustituto de la inteligencia, un sustituto de la capacidad para captar el sentido de las leyes y de la estructura lógica que forman las relaciones entre las cosas. Por ejemplo, si tú levantas la escoba o sacas el cubo de la basura, la rata, que está astutamente escondida, sabe mejor que tú lo que hay que hacer para huir o para ganar un mendrugo de pan; pero si le “preguntas” una cosa tan sencilla como cuántas son dos más dos, no lo sabe. Solo desde el punto de vista de esta supuesta superioridad antropológica podría derivarse el derecho que te asiste a matarla para que no te contagie una enfermedad o, por ejemplo, robarle los huevos a una gallina y comértelos, o comértela a ella misma, que es lo que hacemos todos los días… Y es que estamos suponiendo que su vida no tiene sentido, o, mejor dicho, que su sentido es alimentar a aquella especie que, con su inteligencia, es capaz de descubrir una vacuna o comprender la realidad.

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La astucia está en “relación sustitutoria” no conmutativa con la inteligencia, incluso en el ámbito humano: la pillería es un sustituto de la inteligencia, pero no (tanto) al contrario.

 

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El granuja, como es natural, identifica granujería e inteligencia.

 

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Una persona inteligente es simplemente la que ve la sencillez que hay en el fondo de todo problema.

 

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Por eso, lejos de ser un handicap para la verdad, la ingenuidad es su conditio sine qua non. Sólo el espíritu simple, por su propia naturaleza, demanda claridad y rigor. Cuando no hay simpleza, hay complejidad y vacila el rigor.

 

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Por ser inteligente “más tarde” que otros (es decir, dar con la solución un poquito después) no se es necesariamente más torpe que ellos: simplemente podría ocurrir que tienes más cosas en cuenta (lo que además implicaría una mayor inteligencia).

 

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No hace falta ser muy inteligente. Basta con sentir el problema. Los problemas más difíciles terminan por ceder ante aquellos espíritus que se atreven a acercarse a ellos cuando los sienten.

 

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A pesar de todo, y aunque “un hombre inteligente a pie va menos rápido que un tonto en coche”, como decía Girardin, a mí me consuela pensar que un hombre inteligente a pie llega al lugar adecuado antes que un tonto en coche.

 

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En las estrategias se requiere sentido común, en las tácticas inteligencia. Así, encontramos gente muy inteligente que puede resolver situaciones concretas de una manera feliz, pero que carecen absolutamente de sentido común para planificar nada (en una empresa, una familia, un proyecto de vida…).

 

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Los conocimientos, y hasta la inteligencia, cambian, pero el sentido común permanece. Gracias a él se puede hablar de una estabilidad en el avance y el progreso. Es más, sin sentido común no puede haber ni ciencia ni filosofía.

 

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Hasta ahora siempre había pensado que las personas más peligrosas eran los tontos. Últimamente me inclino a creer que son las personas inteligentes sin sentido común (la política está llena de casos).

 

 

One thought on “De la inteligencia y sus máscaras

  • el 31 julio, 2023 a las 7:24 pm
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    cunning is not a perfect substitute for intelligence. For example, a cunning person may be able to get ahead in life by manipulating others, but they may not be able to solve complex problems or make sound decisions. Ultimately, cunning is a useful tool for survival, but it is not a substitute for intelligence.

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