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García Baena, antiguo muchacho de cien años

Por Antonio Costa Gómez.

   Pablo García Baena cumple cien años en la Tierra. No veo que lo recuerden mucho, pero a mí me parece muy recordable. Escribió al rumor oculto de la vida y al antiguo muchacho saliendo del mar que él mismo fue.

   Primero escribió Rumor oculto y ese rumor siguió siempre. Ese rumor que deberíamos siempre escuchar en lugar de tanto estrépito. El agua como la fluidez y la libertad escondida debajo de tantas rigideces, el agua como salvación y vida. “Solo tu amor y el agua”, dice en un poema de ese libro. El amor como agua y el agua como amor.

    Después escribió Antiguo muchacho.  Durante mucho tiempo pensé si hablaba de algún muchacho que conoció algún día, pero al final me di cuenta de que ese muchacho era él mismo. En un poema se ve a sí mismo metido en el mar con el agua chorreándole por el cuerpo y mirando con amor y nostalgia a las personas en la playa. Y así dice que contempla la vida. Con la nostalgia que la hace resaltar cuando la apartan. 

    Igual que la fatalidad del futuro hace resaltar la vida que todavía tenemos, no hay vitalidad sin cierto sentido trágico. En un poema del libro Óleo dice que cuando lleguen los Mensajeros del Destino uno se sentirá más intensamente que nunca latiendo dentro de la casa. Y aún después lo Otro puede ser una sublimación de la vida. Cuando uno subirá a “los altos sitiales”. Pero mientras tanto estamos aquí, relucientes. 

    De su poesía dijeron que era sensual, barroca, cosas de esas. Yo creo que es sensual pero en el sentido más profundo y existencial, en el sentido de resistencia callada y hermoso rumor oculto. Y el barroquismo no es una acumulación de adornos sino la resistencia sin fin de la sensualidad trágica. Y el culturalismo no es sino la ampliación del vitalismo.  

      Al final en Antes que el tiempo acabe resalta la belleza amenazada, todo el vivir que luce. En un poema se lamenta de la destrucción de la belleza de Córdoba en manos de la vulgaridad y el industrialismo.  La destrucción de toda belleza y hondura en manos de la vulgaridad humana que cree que progresa con eso. 

    Pero también es el Fatum (este Word invasivo no sabe lo que es el Fatum y lo subraya) que amenaza toda belleza y la hace todavía más bella. O más visionaria a nuestros ojos. No hay belleza sin melancolía, parece que dice. O incluso: no hay amor sin melancolía. Porque la melancolía abre más  lo amado que puede desaparecer y nos abre a nosotros. 

    Vean, no he escrito un texto académico, con estilo impersonal, procedimientos obligados y estructura fija. Yo no hago esas cosas. Yo me acerco a la vida con mi vida, hago literatura. Y el academicismo acartonado e impersonal no me dice nada.

   Se celebra esto, se vocea lo otro, pero yo quiero recordar a Pablo García Baena, uno de los fundadores del grupo “Cántico” de Córdoba. Que se salió de la poesía de consignas que triunfaba en una época y proclamó la poesía como belleza y hondura. Como acercar el rostro a la sombra llena de esplendor. 

    Yo celebro los cien años de Pablo García Baena, cuyo rumor oculto llega hasta nosotros sin estridencia. Como antiguo muchacho recorrido por gotas de agua que también es un muchacho presente. Cubierto de gotas de agua concretas en medio del digitalismo abstracto y los algoritmos. Si alguien se pone a leerlo ahora (nunca es tarde), lo empapará su poesía llena de agua y esplendorosa melancolía. 

    Y le dirá otra vez: “solo tu amor y el agua”. Y las calles hondas de nuestras ciudades relucirán como nunca, con los canales de la poesía refrescando nuestro mundo reseco y algorítmico. Empezando por la vertiginosa Córdoba. La ciudad que él tanto amó y profundizó. 

    Córdoba fue siempre tan profunda e inspiró profundidades. Desde los antiguos autores que Baena recuerda con palpitación y melancolía. Hasta Julio Romero de Torres y sus misteriosas mujeres. Y hasta hondos escritores contemporáneos. 

    Durante un tiempo me fijé sobre todo en Ricardo Molina y en sus Elegías de Sandua, que me parecían tan hondas como las de Rilke. Pero de repente releo a Baena y me llega su callado resplandor. Y ahora creo que Pablo García Baena tiene mucho para nosotros.

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