Ser nunca fue tan leve
ALEJANDRO PEÑALVER COLL.
“El mito del eterno retorno viene a decir, per negationem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan”.
Estas palabras, dotadas con el paso del tiempo de un curioso carácter autorreflexivo, son las que dan comienzo a la obra maestra del escritor checo Milan Kundera, quien falleció el pasado miércoles 12 de julio a los 94 años de edad en la ciudad de París.
Publicada en el año 1984 —para mayores reminiscencias totalitarias—, La insoportable levedad del ser irrumpió en el panorama literario europeo como una antinovela filosófica de vanguardia, convirtiendo a su autor en el escritor checo más influyente a nivel mundial desde el mismísimo Franz Kafka. No en vano, es notable la influencia de la narrativa kafkiana en otras novelas como La Broma, una sátira política sobre la naturaleza del totalitarismo soviético donde un pobre Josef K. es condenado a trabajos forzados por hacer un “uso indebido” de su sentido del humor.
Milan Kundera construye en su obra una melancólica reflexión sobre el sentido de la vida en las sociedades contemporáneas, fuertemente marcadas por los trágicos acontecimientos de su pasado reciente. La represión sufrida por el autor durante sus años de juventud en la República de Checoslovaquia se manifiesta como una constante, un trasfondo sombrío que le arrebata el significado a la ética y que convierte la sexualidad o la literatura en las únicas puertas de escape hacia una libertad que no puede encontrar en ninguna otra parte.
“El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni enmendarla en sus vidas posteriores”.
Haciendo uso de recursos atrevidos e innovadores, como la aparición de la voz del autor en el primer plano de la narración, Milan Kundera nos ha dejado en sus escritos una serie de digresiones complejas en torno al eterno retorno nietzscheano y el valor de las decisiones morales. Para Kundera, si todo se repite significa que el ser humano está anclado a la eternidad, que sobre cada gesto descansa un peso insoportable, y que cuanto más pesada sea la carga, más real y verdadera será la vida.
Por otra parte, saber que la existencia es única y efímera no sólo le quita todo su peso, sino que, además, hace imposible corroborar la validez de nuestras acciones por no poder compararlas con las de una vida anterior o posterior. «Todo lo que ha ocurrido una vez es como si no hubiera ocurrido», nos dice. El ser humano es moralmente ciego porque nunca podrá saber si lo que hizo o lo que va a hacer es correcto. Cuanto más libre es una acción, cuanta mayor levedad, más insignificante resulta.
¿Qué debe elegir el ser humano en la misteriosa y equívoca dicotomía que separa peso y levedad? ¿Cómo podemos conocer la respuesta correcta si no es posible fundamentar nuestras decisiones en la experiencia de otras vidas similares?
La literatura, sin embargo, supone un punto de ruptura. Milan Kundera construye su narrativa alrededor de la dialéctica entre la levedad y el peso, pero al mismo tiempo la transgrede a través de la escritura:
“Los personajes son mis propias posibilidades que no se realizaron. Por eso los quiero por igual a todos y todos me producen el mismo pánico: cada uno de ellos ha atravesado una frontera por cuyas proximidades no hice más que pasar. Es precisamente esa frontera (la frontera tras la cual termina mi yo), la que me atrae”.
La literatura es ese otro lado de la frontera a través del cual se diluyen los límites del yo, el que permite al autor evitar, aunque sea parcialmente, la cualidad irrepetible de la vida para adentrarse en el otro, en el que nunca fue ni será, pero pudo haber sido. Mediante la escritura, le resulta posible explorar las decisiones no tomadas, los actos morales evadidos en el pasado: la literatura es la segunda oportunidad, la reencarnación durante la vida, el único lugar donde tiene la posibilidad de romper las barreras entre peso y ligereza, realidad e irrelevancia, libertad y esclavitud. Sólo de esta manera resulta posible lidiar con una levedad insoportable; soportar una carga demasiado pesada.
“Una novela no es una confesión del autor, sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido el mundo”.
Al leer sus libros, Milan Kundera retorna a la vida, sale de las sombras, recobra su peso. Después de casi un siglo de horror, belleza y elevación, el tiempo ha terminado llevándose consigo a uno de los escritores más importantes de la literatura universal reciente. De nuevo, a la Academia Sueca se le ha vuelto a escapar otro más. Pero… ¿y eso qué importa? Si algo nos ha enseñado la obra de Kundera, es la certeza de que tan solo importan la levedad de la vida y el peso inmortal de las palabras.