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Feliz recuerdo de la última función dirigida por Guillermo Heras: «Vuestra, Jo Van Gogh»

Horacio Otheguy Riveira.

La muerte se le cruzó en un camino pletórico de alegrías en uno de los más lejanos sitios del mundo, la Patagonia Argentina, donde brindaba uno de sus talleres sobre gestión teatral y dramaturgia. Hombre de teatro y gran gestor, con siempre brillante espíritu crítico, su última puesta en escena estrenada en Madrid ya iba de muerte, pero, escrita y protagonizada por Laura Cepeda, creando una relación mágica, profundamente poética entre la vida y la muerte, pues Jo Van Gogh, viuda del hermano del célebre pintor, a pie de tumba propia, se permite conversar con sus más queridos muertos.

A Guillermo Heras le alcanzó una infección inesperada que exigió intervención quirúrgica. Salió bien y regresó a Buenos Aires para recuperarse y mañana, 14 de julio, regresar a España. No fue posible. Hubo un sinfín de protestas, penas y alegrías, todas mezcladas en el barullo creado por un finiquito que no venía a cuento, todas reacciones de sus muchas ideas y personajes, tan abundantes sus creaciones desde los años 60. Fue un combatiente del teatro en la piel de una persona entrañable, de trato acogedor, siempre alerta para el debate, las dudas propias y ajenas, y la honestidad de un teatro creativo en el que podamos reflejar nuestras penurias indagando en la crueldad de los sistemas sociales y políticos imperantes.

Habitual colaborador de la revista Primer Acto, dirigida por Ángela Monleón, Como homenaje al maestro y prolífico creador recomiendo leer este enlace de Contexto Teatral que publicó una excelente biografía, y por mi parte trascribo la crítica publicada en febrero de este mismo año de 2023 de su última puesta en escena.

Laura Cepeda escribe e interpreta el encuentro de Jo Van Gogh con sus queridos muertos

Acuden a su lado diversos hombres, cada uno un personaje histórico y a la vez atemporal, a través del impulso de un ser excepcional que necesita transitar por los recuerdos que le unen a su marido por breve tiempo y a su cuñado, ambos fallecidos antes de cumplir los 40.

Johanna Van Gogh-Bonger cumple a rajatabla con sus ideas y emociones: entabla diálogos fecundos que deja establecidos en diarios que nunca se han publicado. Una personalidad muy potente a la que accedió Laura Cepeda indagando en archivos. La escritura de Johanna adquiere prestancia, voz, movimiento en una sala muy pequeña a la que asistimos como visitantes tan misteriosos como los espíritus convocados.

La acción se produce en una singular biblioteca de la Plaza de España de Madrid, para solo 45 personas. Allí se reencuentra consigo misma en un estado de felicidad muy especial. Nos entrega sus dudas, vagas autocríticas y encendido reencuentro con seres que la seguirán necesitando «del otro lado de la vida». Dos hermanos muy unidos que reaparecen a un lado de las tragedias en que acabaron sus vidas, mencionadas aquí de paso, evitando el regocijo luctuoso, encontrando siempre las palabras y los gestos que glorifican el permanente encuentro con quienes siempre se acompañan con amor.

Una experiencia escénicamente única. Muy recomendable. La unión de un texto muy logrado, con un inconfundible aire clásico y a la vez con una resolución muy cercana. Tan lograda que al terminar la representación actores-personajes están al alcance del agradecimiento del público, entusiasmado por esa extraña y encantadora travesía por una época cargada de revolucionarias esperanzas. Los personajes han sucumbido por diferentes motivos… pero la fuerza mayor de la existencia avanza por encima de las caídas demasiado terrenales de la locura o las enfermedades.

VUESTRA, JO VAN GOGH es una obra escrita, dirigida e interpretada con mucho talento: una serie de cartas dichas en voz alta que se incorporan a las 700 que se escribieron los hermanos. Las dice, con infinita ternura, Laura Cepeda, que ha interpretado e imaginado, elaborado y sintetizado mucha historia que nos llevamos con nosotros con la absoluta certeza de total originalidad. Nunca antes supimos de la vida de estos personajes con tanta dedicación y afectuosa celebración. Por su parte, el veterano director Guillermo Heras ha logrado crear una envolvente atmósfera de intimidad entre el público y el desarrollo del casi místico encuentro de vivos y muertos…

Reproducción de uno de los Almendros en flor de Van Gogh, a un lado del escenario en que su voz más placentera se desarrolla junto a la de su hermano Theo, evocados por la protagonista.
Laura Cepeda y Aure Sánchez en la primavera de 1925 en un pueblo de Países Bajos. Afuera llueve torrencialmente; dentro, la serenidad rinde culto a una pacífica manera de entenderse con la vida y con la muerte en un cruce de magníficas resonancias.

[…] JO. — ¿Por qué me lo ocultaste? ¿ Por vergüenza? Entiendo tu pudor, pero yo era tu compañera no solo tu esposa. Ser compañeros era lo mejor de nuestra relación y en lo bueno y en lo malo iba a estar a tu lado. Yo estaba dispuesta a seguirte en todo. Yo también quería cuidar de Vincent jamás cuestioné que en nuestra economía familiar entrara Vincent como un miembro más. (Pausa breve). La sífilis y la locura son solo enfermedades. Terribles y dolorosas enfermedades, nada más. Los prejuicios de orden moral nunca han hecho avanzar a la humanidad. (Pausa breve) Los últimos días de tu vida, cuando ya apenas te despertabas…

HOMBRE. — Te pasabas las horas acariciando mis manos y alguna vez sentí tu cuerpo acostado a mi lado ¡Necesitaba tanto abrazarte! (Pausa breve).

JO. — Hubiera querido morir contigo.

Aure Sánchez es el Hombre con fugaces entradas de mucho peso, entre silencios con variados matices, el sonido de la lluvia y las tonalidades de Jo; asume con notable eficacia nada menos que a Theo Van Gogh, Vincent Van Gogh, un médico y un joven turista.

[…] HOMBRE.— Hola, soy Vincent.
JO. — Encantada, adelante, pasa, pasa, tu hermano te está esperando en su despacho.
HOMBRE.— Traigo los zapatos llenos de barro, como llueve tanto…
JO. — Sí, no ha parado de llover. No importa, este suelo de madera aguanta todo.
(Ambos hacen el gesto de darse la mano sin terminar de hacerlo, tímidos)
HOMBRE. — Como he visto que hay mercado en la plaza, he traído unas aceitunas para el aperitivo
JO. — Ante mí estabas tú, un hombre fuerte, de espaldas anchas, con una mirada sonriente de un azul
intenso, pómulos altos. Delgado, sí, pero todo vigor y energía. Eras un hombre profundamente atractivo,
los dos Van Gogh lo erais. Cuando te vi, por primera vez, ya me parecías alguien muy cercano pues en
un momento excepcional te escribí mi primera carta privada, sin Theo.
HOMBRE. — La noche que nació vuestro hijo.
JO. — (Jo saca de la caja de la mesa un folio. Los trabajos del parto se estaban alargando y justo al
llegar la medianoche, me di cuenta de que, obviamente, la única que seguía despierta era yo y que
todos mis acompañantes, incluido Theo, estaban medio adormilados. Entre contracción y contracción,
decidí escribirte. Estaba asustada pero no quería transmitir mi miedo a nadie de la casa. Mi querido
Vincent.
HOMBRE. — Esperamos con ansia tu próxima carta ¿La leeré? En estos momentos, aunque parece
que todo está yendo bien y mantengo mi espíritu, no dejo de dar vueltas a algo que llevo pensando estos
últimos días: si realmente he hecho a Theo feliz en nuestro matrimonio. Él ha sido lo mejor de mi vida.
JO. —Si las cosas no van bien, si tengo que dejarlo, dile de mi parte que no ha habido nadie en este
mundo al que haya amado tanto y que, pase lo que pase, nunca debe lamentar que quisiéramos este hijo.
Sé que suena terriblemente sentimental un mensaje como este, pero si yo no se lo puedo decir, díselo tú
de mi parte. Lo único que deseo es darle un niño querido y saludable.
HOMBRE. — Ahora te tengo que dejar, las contracciones se hacen cada vez más fuertes.
JO. — Tuya siempre: Jo. (Pausa breve) El día que viniste con tu regalo de aceitunas, en cuanto Theo oyó
tu voz, sin casi mediar palabra, te llevó a la habitación de nuestro pequeño Vincent y ahí vi como los dos
en silencio mirabais largo rato a nuestro niño dormido con lágrimas en los ojos y una gran sonrisa. Era
como si nuestro niño fuera también tuyo y me gustó.
HOMBRE.– Aceitunas, cartas y un niño dormido. […]

Johanna (1862-1925), la mujer que hizo posible que el mundo descubriera, conmovido, la obra de su cuñado Vincent Van Gogh.

 

Texto e interpretación: Laura Cepeda

Hombre: Aure Sánchez

Dirección: Guillermo Heras

Producción: Teresa Osuna

Diseño Gráfico: Juan Varela

 

TEATRO SOHO CLUB. BIBLIOTECA CAMBRIDGE (3ª planta)

 

 

 

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