‘Utopía caníbal’, la vuelta a la bondad de las raíces humanas

FRANCISCO JOSÉ GARCÍA CARBONELL.

Todo empieza con un secreto que todo el pueblo conoce, aunque muy pocas personas tenían conciencia de ello. Este es el elemento principal  que ha escondido un drama durante generaciones en la familia Umeya, ese secreto tiene el nombre de un trágico suceso ocurrido a un antepasado suyo, Abén Humeya, el histórico y también trágico dirigente morisco que luchó frente a las huestes cristianas en la Alpujarra.  Es así, que  la concepción narrativa de la que se vale el autor  nos sumerge en una serie de laberintos emocionales que parecen rehuir de todo lo exterior, como si lo de fuera estuviera contaminado.  El secreto está en las propias raíces que nos arraigan a un humanismo ancestral; es en la tierra de sus ancestros que Isabe, la protagonista de esta historia, siente el pálpito de haber estado allí, aunque nunca hubiera puesto el pie en aquel sitio.

Es pues que la obra nos presenta, entre tantas cosas, un alegato utópico contra la repulsión y el horror de unas civilizaciones,  como las que presentaron el imperio católico español en el pasado y  “el capitalismo fascista” en la actualidad. Historias  que siempre son las mismas,  y que  pervierten continuamente nuestra propias raíces tan llenas de bondad. 

Al franquear la puerta de aquel cortijo de Dalía, punto de convergencia con sus antepasados, Isabe se desprende de esa soledad que le ha envuelto a lo largo de su tormentosa relación matrimonial.  Allí, rodeada por una magnifica huerta, en aquel oasis donde se tendía a mantener y cuidar a su familia, generación tras generación, siente que forma parte de una misma célula y, al igual que el agua de canela que se preparaba para fortalecer los órganos,  recobra las fuerzas de su espíritu.

El libro es la historia de una investigación que sirve de pretexto para intercala el futuro y el pasado. Es de notar lo que yo considero la parte más crucial de la obra. En esta,  a modo de realismo mágico,  ella y  Abén Humeya, ese noble morisco, presentado como antepasado suyo y autoploclamado rey de Al-Ándalus, se presentan como apariciones (ambos son fantasmas para el otro).  Ambos, que han ido recorriendo caminos paralelos en la obra,  convergen en ese mismo espacio;  ambos sienten que este lugar ha determinado sus vidas frente a eso  espurio que corrompe la bondad de los suyos. Él, al lado de los campesinos que son oprimidos y ella frente a aquellos, a día de hoy, que intentan organizar a la masa como ovejas que son conducidas al matadero. En definitiva, ambos nos invitan a restituir el equilibrio perdido por ese mal que nos aqueja constantemente; aquello que  humilla a los seres humanos. 

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