Natalia Millán y María Besant en un lírico juego escénico frente a los hombres: “Me trataste con olvido”
Horacio Otheguy Riveira.
Equilibrio poético-teatral muy bien conseguido con actuaciones que logran trascender todo convencionalismo, a través de mujeres en gran parte desconocidas, ocultas en su tiempo y mucho después. Así, sus emociones salen del Siglo de Oro para visitarnos en un aquí y ahora de una emocionante transparencia atemporal. El lenguaje de entonces, adaptado con sabiduría, se nos torna presente más allá de los límites del tiempo y el espacio.
Un dúo femenino formidable por dos intérpretes con espléndido dominio escénico: una mujer con mucha experiencia y una ilusionada joven, la primera procura que las pasiones de la segunda se calmen, advirtiéndole, a veces con cierto humor, de los peligros de la rudeza y/o el cinismo masculinos; entre ambas consolidan una hermandad, a ratos madre-hija, pero fundamentalmente se establece —con la música de Miguel Huertas, y los momentos de danza, creados y guiados por Ricardo Santana— un hilo poético donde cada palabra, dicha o cantada, adquiere la dimensión precisa de lo precioso, enaltecido por una cotidianidad muy bien elaborada desde la dirección de Ana Contreras, quien con gran elegancia logra trasladarnos a espacios mágicos (tapices y dibujos proyectados por Violeta Némec) por los que la vileza, cuando no estulticia, masculinas se estrellan ante la sensualidad, belleza y valentía femeninos.
Estamos en el Siglo de Oro, y los textos los firman María de Zayas, Sor María de Santa Isabel (Marcia Belisarda), Leonor de Cueva y Silva, Catalina Clara Ramírez de Guzmán, Ana Caro Mallén, Violante do Ceo, Luisa de Carvajal y Mendoza, Florencia del Pinar, Sor Juana Inés de la Cruz, Hipólita de Narváez, Isabel de Vega, Juana de Arteaga, Sor Ana de Jesús, Luisa Sigea y Sor María de San José.
De sus voces, el periodista y escritor Raúl Losánez hizo una selección, adaptó, convirtió en canciones, y creó una dramaturgia que incluye dos textos propios de gran belleza —prólogo y epílogo—, respetando el “tempo” y la cadencia de los originales con los que transcurre la función; y dejó plena libertad a creadores como el pianista y compositor Miguel Huertas, el bailarín y coreógrafo Ricardo Santana, y sobre todo a la directora Ana Contreras, dueña de notable creatividad para amalgamar las partes de un mundo lírico singular en el que la danza y la música, compuesta específicamente para la obra, juegan un papel fundamental ante poemas que se integran delicadamente en una representación compacta, que en nada se parece a un recital al uso, de allí su armónico atractivo.
Durante 60 intensos minutos, mucho se escucha y ve en un devenir de palabras y movimientos, dentro de los cuales las actrices representan cuerpo y alma de poetas, ahora encarnadas por intérpretes muchas veces admiradas en espectáculos muy distintos que aquí se hermanan con el fin de crear personajes de altura. En esta aventura, el talento y la energía para desarrollarlos conforman un estilo de grandeza actoral profundamente emotivo, sensiblemente teatralizado, a través de una atmósfera de envolvente seducción.
No desmaya mi amor con vuestro olvido,
porque es gigante armado de firmeza;
no os canséis en tratarlo con tibieza,
pues no lo habéis de ver jamás vencido.
Sois, mientras más ingrato, más querido,
que amar por solo amar es gran fineza;
sin premio sirvo, y tengo por riqueza
lo que suelen llamar tiempo perdido.
Si mis ojos, en lágrimas bañados,
quizá viendo otros ojos más queridos,
se niegan a sí mismos el reposo,
les digo: “Amigos, fuisteis desdichados,
y pues no sois llamados ni escogidos,
amar por sólo amar es premio honroso”. (María de Zayas)
¿En perseguirme, mundo, qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas,
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi entendimiento
que no mi entendimiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura, que vencida
es despojo de todas las edades
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades. (Sor Juana Inés de la Cruz)
EPÍLOGO (Raúl Losánez):
Las voces atraviesan en arrullo
el aire de la noche, que, de un tierno
soplido, las empuja hacia el eterno
curso del tiempo en músico murmullo.
¿Lo oís?… Dolientes notas que el orgullo
del hombre despreciara; sempiterno
cantar a su gravoso desgobierno
que, firme, la mujer hiciera suyo.
Mas, antes, fue amorosa melodía;
en mar confuso, viento sosegado
que a buen puerto la nave dirigía.
Cuán triste fue, ilustrísimo senado,
haber torcido el rumbo que imprimía.
¡A qué mundos hubierais arribado!
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ME TRATASTE CON OLVIDO (CLÁSICAS EN REBELDÍA)
Selección de textos y dramaturgia: RAÚL LOSÁNEZ
Dirección escénica: ANA CONTRERAS
Intérpretes: NATALIA MILLÁN, MARÍA BESANT, RICARDO SANTANA y ANA GARCÍA URCOLA (PIANO EN EL ESTRENO)
Música y piano: MIGUEL HUERTAS
Coreografía: RICARDO SANTANA
Iluminación: ANA CONTRERAS
Visuales: VIOLETA NÉMEC
Vestuario: LARA CONTRERAS
Fotografía: PABLO LORENTE
Video promocional: DAVID GONZÁLEZ
Producción: LA OTRA ARCADIA
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