Antonio Barnés: “Sin sentido, el hombre muere”
Ismael Sánchez.- Antonio Barnés Vázquez, sevillano y doctor en Filología por la Universidad de Granada, es profesor de literatura española en la Universidad Complutense. Su libro Yo he leído en Virgilio, la Tradición clásica en el Quijote (Editorial Academia del Hispanismo) obtuvo el III Premio Internacional de Investigación Científica y Crítica “Miguel de Cervantes”. Ha publicado el ensayo Elogio del libro de papel (Rialp); una edición del diálogo Sobre la felicidad de Séneca (Escolar y Mayo); Visita guiada por la literatura española (Dykinson); Los amores del Quijote (Teconté); una edición El curioso impertinente de Cervantes (Rialp), Carta a 9 estudiantes sobre 99 libros (Trajano), y medio centenar de estudios filológicos. Ha dirigido las cuatro convocatorias del certamen literario hispanoárabe “Paso del Estrecho”; y coordina el proyecto Dios en la Literatura Contemporánea y los congresos Autores en busca de Autor. Sus últimos libros han sido el poemario El corazón de la libélula, la antología ¿Dónde está Dios? 40 poetas responden (ambos en Ideas y libros), y el ensayo Nuevo humanismo para la era digital. Una propuesta desde Cervantes y otros clásicos (Madrid, Dykinson, 2022).
– ¿Con qué vocación nació la Cátedra de la Búsqueda y el Diálogo, en el seno de la Universidad de la Mística? ¿Qué vacío viene a colmar? ¿Cuál es su dinámica?
Nació como foro humanista, esto es dialogante, integrador, sintetizador, estimulante. Se plantea como un contrapeso de unas humanidades-lazarillo de las ciencias experimentales y exactas que, en lugar de buscar sentido -el hombre es un ser en busca de sentido-, producen articulitos fragmentarios, reduccionistas, inmediatos… Su dinámica es integrar lo que la universidad contemporánea ha disgregado: letras con artes, filosofía con religión, música con poesía…
– Usted organiza un congreso anual de alcance internacional acerca de la presencia de Dios en la literatura contemporánea. ¿Cuál es su balance?
Muy positivo. Frente al mito de la secularización, se comprueba que Dios sigue muy presente en las letras contemporáneas. Un centenar de investigadores de una veintena de países así lo han confirmado en estos últimos seis años. La llamada secularización es una metamorfosis, no una expulsión de Dios de la vida de los hombres. Expulsar a Dios de la vida humana es, sencillamente, imposible.
– Acaba de publicar el libro Nuevo humanismo para la era digital. ¿Cuáles son sus propuestas? ¿Qué futuro le espera a la humanidad, tal y como la habíamos venido conociendo hasta ahora, en un contexto de antropoclastia generalizada?
Mi propuesta es que el hombre sea timonel y no surfero, esto es, que gobierne los cambios y no se adapte sencillamente a ellos. El hombre es homo sapiens y no solo funcionario, ingeniero o consumidor. Se trata de servirse de la técnica, no de servir a la técnica. La razón simbólica y de una filosofía no postrada a la calculadora y al tubo de ensayo han de pensar a Dios, al mundo y al hombre. El hombre es capax Dei y no un amorfo visionador de series. El libro bucea en el humanismo renacentista para proclamar que hombre y mujer no son esclavos del Estado, ni de la Ciencia, ni de las Redes Sociales. El humanismo es liberador. El futuro de la humanidad es positivo porque, afortunadamente, Dios es el señor de la historia. Pero ese mundo mejor, esto es, humano y no tecnólatra, ha de construirse con la aportación de cada persona, con su trabajo bien hecho y su sentido de justicia. La antropoclastia es el resultado de un proceso: primero se mata a Dios, luego al padre, y después viene el suicidio: un callejón sin salida. La llamada antropoclastia es un estertor.
– Asimismo, es destacada su labor en defensa del humanismo cristiano. ¿Estima que sigue teniendo algo que decirle al hombre del siglo XXI un legado forjado a lo largo de dos milenios de existencia?
Las filosofías abiertas al ser, no narcisistas, no reduccionistas, no adoradoras “de lo nuevo por ser nuevo” siempre tendrás muchas cosas que decir al hombre, porque bucean en el misterio, y el misterio es el marco de la existencia humana. Insisto, la calculadora y el tubo de ensayo pueden construir aviones, pero no pueden dar sentido, y, sin sentido, el hombre muere. Hoy que se iguala todo, expresión de que se ignora todo, hay que decir que no hay doctrina más sublime que la de Cristo, y que la hermenéutica patrística, escolástica y humanística de tal doctrina es el mayor monumento intelectual de la historia.