‘El gran Meaulnes’ y el amor irracional con el que debemos aprender a convivir
FRANCISCO JOSÉ GARCÍA CARBONELL.
El Gran Maulnes, la única novela escrita por Alain-Fournier, nos lanza junto al protagonista de la obra a un gran universo desconocido, también inalcanzable, por el cual todo el mundo pasa. Algo misterioso que una vez se cruzo en nuestra vida y dejó huella indeleble en la memoria. Una pasión perdida en un rescoldo de nuestra lejana adolescencia, un amor que desgarra nuestro corazón a cada momento, un algo que provoca que nuestro cuerpo se vea afectado y que nos recuerda, al igual que aquel joven de esta obra cuando trataba de recordar el rostro de la amada, aquella figura imposible de alcanzar: unos ojos, un olor, una sonrisa, una manera de sentarse…
Maulnes es el adolescente empeñado por un amor imposible, irracional. Un amor caótico, como no podía ser de otra manera, y que nunca despierta. Es por tanto esa pasión dolorosa, que toda persona alguna vez ha sentido, y que se puede ver mezclada con el cielo, con la luna, con la brisa del mar, con el olor a hierba mojada y con montones de cosas más. Es una aventura que no termina de cesar en nuestra vida, que nos alza hacia las estrellas y que, también, nos lanza al fuego del infierno. Lo caótico del amor, ese punto misterioso que nos une a un tú sin que podamos, en ello, desmembrar a ese que tenemos delante, ni tan siquiera analizar un solo cabello de su cabeza, para que así, de este modo, no se difumine este entre nuestras manos.
También Maulnes es la búsqueda incansable para poner orden en nuestra vida, para intentar encajar toda esa vorágine de emociones que llevamos arrastrando desde que éramos niños. Es vivir a través de nuestra memoria, es vivir rememorando esa pasión por eso que quedo y, lo mismo, la repulsa por aquello otro que se grabó en nosotros. El amor y el odio, lo uno y lo otro, están marcados en todo nuestro cuerpo.
El adolescente sufre porque su cuerpo aún no está preparado para asimilar ese torbellino emocional. Su indómito corazón y que mueve su voluntad hacia lo imposible, le hace amar de manera desesperada, así como odiar mostrando la misma desesperación ante el fracaso. Su mente le dibuja historias ficticias de amor, y estas terminan por desdoblar el mundo, crearle una especie de esquizofrenia en donde la fantasía y la realidad se confunden en su vida. De aquí la impotencia, en un principio, por desvelar esa figura borrosa de aquella esplendida muchacha y que parece inalcanzable para su mano.
Lo verdaderamente trágico de la obra es el Maulnes adulto que ha desvelado ese secreto, obteniendo tras ese encuentro un triste final, pues la fantasía ha terminado. La persona que no puede encontrar orden en su vida, está condenada a andar siempre huyendo a la aventura. El trastorno le persigue, no puede, y tampoco quiere, dejar atrás el caos pasional. Algo que le llevará a amar desesperadamente y, si es preciso, a odiar con la misma intensidad, hasta el punto de hacer daño.
Yo encuentro un mensaje en esta obra, un mensaje que no es pretendido seguro por el autor, y que a mí me vale. Es nuestra labor, pues, encontrarnos a través del conocer para aprender a convivir con ese punto irracional y necesario del amor. Esta frase de Zambrano para mí resume ese quehacer con nosotros mismos:
<<Conocer es acordarse, y acordarse es reconocerse en lo que es, como siendo; es reconocerse en unidad. Conocer es desvanecer el velo del olvido, la sombra, para, en la luz, ser íntegramente>>