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Revolución sin previo aviso. La esposa del ermitaño de Miguel Murillo Fernández

Francisco Collado.

                                 

Miguel Murillo Fernández es ya un valor consolidado entre los jóvenes autores dramáticos extremeños. Su obra “Esa noche” recibió el VII Premio de Textos teatrales Raúl Moreno, otorgado por FATEX. Varias hermanas que habitan un país imaginario recuerdan, en un juego entre realidad e insania, hechos acaecidos en el pasado que condicionan la vida en el presente. El entorno lorquiano, opresivo, dantesco con reminiscencias del Cronos devorados de sus hijos, juega con el espacio entre el presente y el pasado. Un final abierto, donde es espectador debe oficiar la liturgia de la duda, mientras se desvanecen las hermanas habitadas con el camisón de Bette Davis en la película ¿Pero quien mató a Baby Jane.

La obra, publicada por la Editorial Regional de Extremadura, supone la consagración dramática del autor. Un asentamiento en cuanto a estilo y estilemas. Miguel Murillo sedimenta como autor y se aposenta en el territorio de lo personal, de lo reconocible. Estas son las señales que definen al creador. Las huellas personales, identificables, el revestimiento lingüístico y conceptual que condiciona mundos propios e intransmisibles. Con frecuencia leemos obras, de calidad notable, pero que podrían cambiar de autor con facilidad ya que no destilan idiosincrasia ni mundos intrapersonales.

No es ese el caso del joven Miguel Murillo, donde el corpus lingüístico es inmediatamente identificable y el pathos conceptual está perfectamente imbricado en el mismo.

En los textos que recoge esta publicación es fácil rastrear influencias (nada disfrazadas) del teatro antropofágico y medieresco. Tampoco le es ajeno el absurdo beckettiano, el distanciamiento de Brech o esas pinceladas del maestro manco que reflejo el espíritu hispano con maestría en sus Esperpentos.

Los personajes de estas obras están tratados con voluntan entomológica. Diseccionados y analizados con la pluma del pacense hasta extraerles toda la sustancia.

El texto, donde es posible reconocer autoría. A diferencia de la querencia por el adocenamiento en el lenguaje, la sumisión a los coyuntural y las mamandurrias o la inanidad absoluta en el concepto, tan caros a una parte de la creación literaria actual.

Personajes como Soplagaitera y Enjaulao (Revolución sin previo aviso) son palpitantes y vitales, dentro del absurdo y lo irreal de su creación. Es este el territorio donde navega la autoría frente al texto trivial, los mundos internos frente a la subordinación a lo circunstancial, a lo “que se lleva”…

Miguel Murillo Fernández sublima lo grotesco, la deformación de la realidad, con negrísima humorada y un amplio savoir faire en el terreno de la ironía social o humana.

El dominio del idioma y el modo de tejer las palabras le permiten crear un cosmos absolutamente creíble dentro del disparate conceptual de estos personajes. Un dominio que el lector (y el futuro espectador) agradece por lo que conlleva de respeto a la inteligencia del destinatario (algo escaso en estos tiempos) y de esforzado ejercicio literario. La jerga coloquial se entremezcla con el lenguaje elaborado, florido y de claro matiz satírico. Los modos y maneras de las creaturas que pululan por ambas obras ofrecen toda suerte de recursos lingüísticos, definiendo los diálogos con certeza al personaje, dotándolos de sello propio.

Los protagonistas de La Esposa del Ermitaño nos introducen en un mundo que remite a la farsa de Darío Fo. Un texto lleno de gags literarios que no deja títere con cabeza. Avispona, Mustias y Ermitaño son personajes-espejo. Es fácil percibir el retrato social y humano detrás del disfraz de la crítica (ácida y clarividente) y la sátira. Este es un territorio donde pocos autores pueden moverse cómodamente por el difícil equilibrio que solicita entre el binomio realidad-absurdo. El texto destila una gran desenvoltura conceptual, un paisaje en el que el autor pasea placidamente creando sus entelequias. Esas esperpénticas creaciones (Fusilero, Sacadós, Ladrón) que, en medio de sus absurdos diálogos, no están tan lejanos de lo real y de la cotidianeidad.

Es el hecho de no practicar la sumisión a lo coyuntural lo que universaliza y eterniza las creaciones. El drama humano (y la comedia satírica en este caso) son universales y no precisan de ser enfocados sobre la usanza circunstancial o dejarse llevar por las presiones sociales pasajeras.

La fecundez creativa surge del desapego, de ignorar la levedad y la inanidad y recrearse en lo ecuménico para evitar convertirse en un eunuco del lenguaje al servicio de poderes efímeros. Hay mucho talento en estas dos obras editadas en Extremadura, mucha enjundia social y mucho retrato en negro de una humanidad que está ahí al lado. Las exageraciones y metáforas permiten al autor sublimar la realidad con su estilo afilado y cortar la sociedad.

Ermitaño y Mustias, a diferencia de los personajes de El Ángel Exterminador, al final consiguen escapar de aquel mundo opresivo. Por el camino, Miguel Murillo Fernández nos deja un magistral ejercicio de dramaturgia donde juega con la desmesura, el absurdo, la situación delirante y el disparate conceptual, dentro de un tempo certeramente controlado con enriquecedoras acotaciones.

Todo un acierto de la Editora Regional de Extremadura la publicación de estas dos obras que solicitan su pronta representación sobre las tablas.

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