Vinilo: a las puertas del olvido

Portada de la obra Vinilo (Norma)

Seguramente muchos de vosotros recuerdan la obra de Doug Wagner y Daniel Hillyard (con la colaboración de Laura Martin) titulada Plástico (Norma). En aquella ocasión, se nos presentaba la enfermedad mental como un recurso narrativo para el desarrollo de una historia alocada y sangrienta. Esta pareja de creadores, completan otro nuevo trío, esta vez con Dave Stewart y prescindiendo de Martin, para seguir utilizando la enfermedad mental como estrategia discursiva, ahora en la historia titulada Vinilo (Norma).

En otras ocasiones ya hemos mencionado el problema de estigmatización que subyace al uso de enfermos o de enfermedades reales para la configuración de historias truculentas o sangrientas. Esto puede llegar a generar miedos o rechazo a personas que no son capaces de distanciarse del producto cultural que consumen. Pero bueno, este riesgo siempre es asumido en casi cualquier proceso cultural. Al fin y al cabo, las personas pueden interpretar lo que deseen o vehiculizar sus prejuicios a través de los artefactos culturales. Dejemos a un lado estas disquisiciones y vamos a centrarnos en la obra.

Vinilo es una historia muy posmoderna, fragmentaria y con una estructura narrativa en zigzag. La narración escrita se va a ir cortando y va a saltar hacia adelante y hacia atrás con frecuencia. Esto podría llegar a parecer excesivo y algunos lectores podrían terminar cansados de esta estrategia. Al fin y al cabo, no terminan de ser demasiado decisivos estos giros. Si queremos hacer un estudio metanarrativo podríamos afirmar que esta estrategia se podría asentar en la fragmentación de la realidad y del conocimiento que podemos obtener a través de las enfermedades mentales tales como el alzhéimer. En este sentido, Wagner podría estar intentando transmitir la sensación de confusión que genera esta afección.

Vinilo sigue coqueteando con el humor gore para estructurar una historia polarizada en la que las emociones, la confianza y la protección se unen a violencia, el sadismo y el sectarismo. Un cóctel extraño y confuso que resulta eficaz. En este sentido, la obra se lee con comodidad y resulta entretenida, siempre y cuando te guste el gore. Pero Vinilo carece de la frescura de Plástico, lo que nos hace pensar que la idea basal de estas historias se agota con cierta rapidez.

La narración visual es clara y diáfana. En este sentido Hillyard se aleja del gusto actual, un tanto más feísta, oscuro e incompleto en el desarrollo de los dibujos. En este sentido, la narración es un tanto clásica y tradicional. De hecho, el color de Stewart es brillante e incluso resulta algo chocante ante una historia de estas características. Ello no merma la calidad final de la obra, simplemente estamos ante una opción creativa más. Podrá gustar o no, eso queda dentro de la subjetividad del lector, pero no podemos afirmar que carezca de calidad.

Vinilo es una obra que sigue la línea planteada por la pareja creativa principal. En ella se quiere establecer un planteamiento que recuerda, levemente, a la posición narrativa del underground, pero bajo presupuestos comerciales. Esto hace que este segundo volumen pierda un poco de vivacidad frente a la primera obra. Me pregunto si el recurso musical es una de las razones de ello. De cualquier manera, si te gusta el gore este trabajo te puede divertir y entretener, sin muchas pretensiones.

 

Por Juan R. Coca.

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