Fragmentos volanderos

La educación y el camino de la vida

 

El cerebro es una máquina abierta. Mientras que la máquina artificial fabricada por el
hombre -un ordenador por ejemplo- es cerrada e impermeable al tipo de datos y órdenes
que no puedan integrarse en su circuito o sean contradictorias entre sí, el cerebro admite
todo tipo de datos y órdenes, y es libre para seleccionarlas y asociarlas. Es por lo que, de
esta manera, el cerebro puede ser creativo. Y en esta creación tiene incluso la capacidad
de mentir, de crear una mentira –actividad, como se ve, únicamente humana-, cosa que
las máquinas no pueden.

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La creación… Desde la niñez, el hombre niño rehúye la instrucción impuesta y
sistemática: porque ésta le da el mundo hecho, que así aplasta al placer de construirlo,
de crearlo.

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Preveo que toda (correcta) educación futura se centrará fundamentalmente en dotar al
individuo de criterios para manejar Internet y saber discernir entre la abrumadora
información que proporciona: estará centrada en dotar de un canon a esta sociedad sin
canon que ya se avecina y al individuo para conducirse en ella.

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¿Qué se puede hacer con una persona ―pongamos una hija― que percibe la realidad
sólo en función de la belleza y el sentimiento, y que todas otras categorías ―desde el
euro a la raíz cuadrada― le resbalan? ¿Qué se puede hacer cuando, para ella, una
religión por ejemplo, es más atractiva en función de su belleza ―pongamos la griega―,
frente a otra ―pongamos la cristiana― en función de su oscuridad…? ¿Cómo insertar
una hija así en la cultura angloamericana? ¿Cómo insertarla en el arte actual? ¿Qué
pedagogo podría establecer una justificación a su escala de valores y ayudar a ese
atribulado padre?

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La educación, el camino de la vida… En mi adolescencia, yo me debatía buscando
entre la vía de lo que era correcto en esta vida y la vía de la conducta que debía seguir
para no hacer el panoli en ella. Los progres estuvieron a punto de desviarme de lo
correcto incitándome hacia sus vías.

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La educación, entre otras cosas, es el intento machacón de hacernos saber de qué
hemos de avergonzarnos y de qué ─menos─ enorgullecernos.

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Vamos a dejarnos de bromas y bellas expresiones. La vida es maestra en algunas
cosas, pero en esencia nos deja ignorantes y analfabetos esenciales. Afirmar que se
aprende en la vida más que estudiando es una excusa de los zopencos y de aquellos a
quienes no les ha ido bien en los estudios o no los han aprovechado convenientemente.
(Sólo les faltaría proclamar: No he ido a la escuela, luego lo sé todo)… El que quiera
aprender algo ha de ir por lo menos a la escuela. Parafraseando al clásico, tendríamos
que decir: “Estudia. Coge hoy las rosas de la vida”.

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Cuando una sociedad no puede educar a sus jóvenes, entonces, obviamente, es una
sociedad que no puede educarse a sí misma.

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Ya que estamos en la sociedad de la diversión, quizás el único modo que ésta podría
tener para educar en su propio provecho consistiría en la distracción y recreo de los
jóvenes en aquellos hobbies útiles para la comunidad, hasta reconvertir su
entretenimiento en una divisa y un deber.

 

 

 

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