“La diplomática”: Un quiero y no puedo
Por Gerardo Gonzalo.
Netflix acaba de estrenar La diplomática (The Diplomat). Una serie que nos cuenta la historia de una mujer, diplomática de carrera, que es nombrada embajadora de EEUU en Reino Unido y a la que seguimos en su día a día tanto en su ámbito profesional como en el personal.
Hacía ya meses que Netflix no estrenaba, no ya una buena serie, sino al menos una que pudiese suscitar cierto interés. Es el caso de esta ficción, de buena factura y ejecutada con bastantes medios y recursos.
Son muchos los comentarios que la emparentan con la mítica El Ala Oeste de la Casa Blanca (1999-2006), y reconozco que hay ocasiones y conversaciones que me evocan el espíritu de esa serie. Pero aunque comparte algunas premisas e intenciones, no se acerca, el intento queda muy lejano, a pesar de que su creadora y guionista, Debora Cahn, lo fue también de la ficción de Aaron Sorkin.
Da la impresión de que se ha intentado hacer una especie de híbrido. Por un lado, la serie se reviste de cierta respetabilidad y calidad, al contextualizarla en el mundo de la diplomacia y embarcarse en la trastienda de conflictos y situaciones de cierta complejidad. Pero por otro lado, se la adereza continuamente con clichés de comedia romántica, salpicada a ratos por cierto aire de vodevil, donde los protagonistas viven pasiones, situaciones y tentaciones no muy verosímiles en el contexto en el que se mueven. Así, al navegar entre dos aguas, el enredo romántico de parejas y el drama político, el problema es que no satisface en plenitud a ningún público objetivo concreto, ya que ambos registros, más que complementarse parecen estorbarse, no arraigando de forma concluyente ninguna de las dos opciones. Es como si los nuevos tiempos no permitieran una serie que trate cuestiones complejas y haya que tiznarla de escenas matrimoniales y conflictos amorosos para aligerarla. Así, la ficción a pesar de presentar una premisa de cierto interés y algunas buenas intenciones, acaba deambulando en muchas ocasiones por los senderos de la confusión y la superficialidad.
En cualquier caso, también hay aciertos. Como ya he dicho, el planteamiento es interesante y hay algunos momentos y diálogos que rayan a buena altura. Además, la ficción se sustenta sobre una muy buena presencia e interpretación, la de su protagonista, Keri Russell, cuyo magnetismo y carisma es innegable, a quien acompaña un actor siempre interesante, Rufus Sewell (aunque quizás aquí no despliega la química necesaria con la protagonista) Junto a los dos papeles principales, un plantel de secundarios, algunos muy cerca del cliché y otros inverosímiles en el rol de los personajes que encarnan, que no permiten dar la robustez necesaria a la historia.
La serie al final, se puede ver sin más. Tiene algunos pequeños destellos de calidad, se deja llevar en otros, aburre a veces y en la mayor parte del tiempo, avanza sin provocar grandes emociones, aunque eso sí, reconozco que en sus últimos dos minutos deja abierta unas derivadas muy atractivas, que creo que la harán girar más hacia el thriller político. Si bien recelo de estas piruetas finales, que hacen cambiar la perspectiva de lo visto y colocan un caramelo al espectador para que siga consumiendo una segunda temporada, reconozco que el truco, el cebo final, en este caso es bueno, lo que hace hasta posible (aunque no prometo nada) que me plantee ver la segunda temporada…..ya veremos.