Andrés Suárez le canta a Madrid y Madrid le canta a Andrés Suárez
Por Mariano Velasco
Fotografías: Carmen Hinojosa
Tiene su aquel lo de Andrés Suárez, lo de correr el riesgo digo de enfrentarse a todo un Wizink Center con un trabajo recién estrenado bajo el brazo y defenderlo a capa y espada, cuando no debe de haber nada más gratificante para un cantante que ver cómo el público corea tus canciones y se las sabe mejor que tú. Algo que no siempre pasa con un disco nuevo. Más aún cuando se nota un cambio en el concepto musical con respecto a trabajos anteriores, como es el caso de este magnífico “Viaje de vida y vuelta” que el gallego presentó la noche del 11 de mayo en Madrid, como diríamos vulgarmente, “con dos cojones”.
Pues resulta que de febrero que salió el disco a aquí, Madrid ya se sabe las “Herbeira”, “Será”, Por no decir tu nombre”, “Valientes”… de carrerilla, como si de clásicos se tratara, y el Wizink las coreó de lo lindo. Y además es que Andrés Suárez posee ya un repertorio lo suficientemente conocido y admirado de sus ocho anteriores trabajos como para que todo un Wizink se venga arriba en según qué momentos, que los hubo y muchos.
Todo un sueño cumplido para este tipo que comenzó tocando en el metro de Madrid para después curtirse en garitos emblemáticos pero reducidos como el Libertad 8 o la Sala Galileo, y que por su aspecto recuerda (no sé si premeditadamente o no, porque la admiración la confiesa) al maestro Luis Eduardo Aute, a quien siempre agradece haberle ayudado en los peores momentos y al que también recuerdan sus letras en las composiciones más inclinadas hacia lo erótico-festivo.
Arrancó Andrés Suarez su concierto precisamente con una de las nuevas, la magnífica “Herbeira”, y será porque la canción tiene tirón, por el ritmo que le impone la banda (magníficos del primero hasta el último, con especial protagonismo para el tan excelente como histriónico violinista Marino Sáiz) o, por qué no, porque en el fondo los acantilados de Herbeira no se diferencian tanto, metafóricamente hablando, de los rascacielos de Madrid, hete aquí que el público madrileño arrancó el concierto entregado y pisándole al gallego el estribillo: “Mírame, con tus ojos de tierra mojada, con mis ganas de verte en la cama y marcharnos muy lejos de aquí”.
Luego vinieron enseguida los conocidísimos y coreadísimos “A través de los ojos”, “No diré”, “Vuelve”, “No te quiero perder” o “Te doy media noche”, esos asuntillos de amoríos de ida y vuelta con su toque de sensualidad de los que tan bien se le da escribir a Andrés y entre los que, unas veces se nos hunde como niño chico y otras veces le vienen al pelo para reafirmarse: “Si supieras lo equivocada que estás estando con otros”. Así de chulo es este tío cuando quiere.
“Qué coño nos está pasando, somos un país que olvida a sus maestros”, desahogó su indignación antes de recibir en el escenario, ¡sorpresón de la noche! a uno de ellos, nada menos que a un tal Víctor Manuel, con quien interpretó una maravillosa versión de “Rosa y Manuel”, esa delicada canción que habla sobre el alzhéimer y que arranca con aquel conmovedor verso que el segundo, como resistiéndose a olvidar, le dice a la primera: “tu nombre es una planta que hay delante del portal, aun lo recuerdo”.
Siguiendo con los dúos y con los maestros, otros momentazos de la noche fueron la interpretación de “Tal vez te acuerdes de mi” junto a Cristina Rubio, teclista del grupo, y la versión que entre toda la banda hicieron del estribillo del gran Pablo Milanés en “Perdón por los bailes”: “Ay amor, cargado de recuerdo en la luz, que amanece diciendo que tú sonríes más ahora”.
Andrés puso especial interés en hablarnos de sus nuevos temas, los que conforman este disco salido del pesimismo de la pandemia pero reconvertido en todo un canto de vitalidad, amor y optimismo. Nos habló de “Teresa y Andrés”, canción dedicada a sus padres allí presentes, de quienes dijo con orgullo que “todavía se meten mano”: “ella le enseñó a no mentir; él, a no ser siempre verdad”. Se explayó con “Moraima”, la historia de una niña invidente “a la que le pedí – dijo – que me contara el mundo con sus ojos, y descubrí que el invidente era yo“: “dile a los monstruos que nieblan la luz de tus noches que ese soldado de plomo vigila a tu lado”. Con especial cariño nos habló de “Valientes”, que vuelve a poner el acento sobre otra enfermedad, esta vez el párkinson, con una mirada rebosante de optimismo. De las más bailables, por cierto: “ella ve colores en mi blanco y negro, llegó el otoño a su cabello, y luego no dejó de sonreír en la batalla, esa que no siempre se gana”. Y luego, de la aclamadísima “Por no decir tu nombre”, una defensa frente a los haters que según el mismo Andrés confiesa iba a ser primero toda una declaración de guerra cargado de mala leche y se convirtió al final, casi casi, en una canción de amor, con todita la retranca, eso sí, de la que un gallego es capaz: “que mi voz se lleve al olvido todo lo que has sufrido, si te hicieron grande sin haber crecido”
Tras advertirnos al principio de que el concierto iba a durar cuatro horas – más sorna gallega – y después de amenazar con que de allí no se iba nadie hasta que no diera palmas todo el mundo, el concierto pareció llegar a su fin sin más aviso que el de una inesperada batucada tras la que el cantante y toda su banda hicieron mutis por el foro. Y cuando ya parecía que colorín colorado, este conci se ha acabado, aparece, pues eso, con chaqueta y pantalón colorados, el color de disco, para deleitarnos con una versión, a pelo y prescindiendo de micrófono, de la que dijo que es “la canción más real que he escrito en mi vida”, “Benijo”: “te veo en cada gaviota aunque no sepa si hay mar”.
Luego vinieron más clásicos y el público madrileño entregado cantando como si no hubiera un mañana con “El corazón me arde” o “320 días”, y ya el no va más que fue “No saben de ti”, tras la que la chaqueta roja acabó entre el público: “Voy a hacer de ti solo una canción, qué será Madrid sin nosotros dos. Háblale de mí a otro como yo, yo estaré sin ti, tú estarás mejor”. Miles de almas y una sola voz.
Ahora sí que sí, el concierto tocó a su fin con el magnífico broche que fue “Será”, la primera canción que Andrés Suárez dio a conocer de este “Viaje de vida y vuelta”, de ritmo y letra plagados de optimismo y que finaliza con el más acertado verso posible para definir el objetivo alcanzado esta mágica noche madrileña por este gran artista: “Como quisiera decir que el sueño no terminó”.