«Turín no es Buenos Aires»: detective ítalo-argentino busca inmigrantes desaparecidas
Horacio Otheguy Riveira.
Con muchas referencias a la Ciudad de Buenos Aires, donde nació y vivió 30 años el investigador italiano Héctor Perazzo, se desenvuelve esta novela de tensión policiaca en busca de una chica peruana. Entre inmigrantes legalizados y de los otros, con un aire costumbrista que toma hábilmente las convenciones del género e irrumpe en una zona de supervivencia peligrosa. Todo a partir de una mujer peruana, asistenta por horas en la ciudad de Turín (cerca de un millón de habitantes). Su hija aún no tiene permiso de trabajo, se las apaña limpiando casas hasta que desaparece. No admite el clásico de los policías: «Es joven, hacen locuras, ya sabe…» Insiste en que es imposible, que es una buena chica. Le lleva 500 euros al investigador Perazzo, de los que solo acepta 300. Compasión nunca le sobra.
La ciudad bulle en pasiones y promesas incumplidas, pero él, con la plena integración de la inmigración italiana en Buenos Aires, y viceversa, con su aliento minado de recuerdos, compases tangueros, poéticas diversas… tiene un vicio muy porteño en la pasión por los hipódromos, la carrera de caballos, allá se le llama «burrero» al aportador acérrimo y lo fue al tiempo que ejercía de inspector de la Policía Federal Argentina. Ahora y en Turín, un mero jugador que pierde más a menudo que gana. Siempre ajustado de dinero. Detective solitario, necesitado de mujeres con las que no les va nada mal, sin pagar por sus servicios, y una piedad tanguera ante el dolor ajeno.
Mujeres italianas, brasileras, peruanas… el sexo como deseo natural en tiempos modernos se convierte en moneda de cambio, como si fuera posible ser una puta ocasional y dominar los inquietantes compases de dolorosos tangos que se entremezclan con la vitalidad del Piamonte, ese lugar fascinante en el que la gran ciudad de Turín es la capital, con ricos muy ricos, pobres muy pobres, y filibusteros del arte de mantenerse en pie, por muy abajo que se haya caído.
Ecos argentinos aparecen y desaparecen en diversos episodios; en un caso, con la ayuda del maestro de los cantautores Paolo Conte:
Ni siquiera soy del país
tengo una maleta de cartón
me visto, sí, como un burgués
pero dentro llevo un bandoneón…
Podría parecer un contable
también un perito podría ser
pero yo un tango siento gritar
en el fondo de mi corazón
Perazzo sale en busca de Linda, va y viene entre presuntas amistades y presuntos novios, hasta que de pronto se sorprende con una inesperada doble vida, que se siente incapaz de confesarle a su madre:
—Buenos días, ¿qué desea?
—Solo una información.
—Esto es un hotel. El edificio de los guardias de tráfico está quinientos metros más allá.
—Ya sé de qué tipo de hotel se trata, me lo ha dicho un amigo de la Antivicio, el inspector Caputo, a quien quizás usted también conoce.
—¡Caputo, claro! ¿Es usted un colega?
—No precisamente. Hago más o menos el mismo trabajo, pero sin placa.
—Entonces me temo que no podré ayudarle… ya sabe, la privacidad.
—¿Cree que la privacidad de sus clientes estaría protegida si me pusiera delante de la puerta a fotografiar a cada pareja que entra aquí dentro?
Dejó el periódico, molesto. Quizás pensaba que me estaba haciendo el gracioso. Luego se me quedó mirando eclipsado por mis bigotes a lo Charles Bronson, mi pelo largo de viejo rockero y la cicatriz que me salía de debajo de la cazadora de cuero.
—No es necesario amenazar, por la fuerza no se consigue nunca nada.
Mensaje recibido, alto y claro. Saqué de la cartera cinco billetes de veinte euros y se los puse en el mostrador. Los hizo desaparecer con una sonrisa de ave rapaz. Le puse delante de las narices la fotografía de Linda.
—Necesito tener noticias de esta chica, debe de ser cliente suya. ¿La reconoce?
Se calzó un par de gafas de cerca y observó la instantánea.
—Pues claro, es Lola la Colombiana.
A partir de este descubrimiento todo cambia en torno a la bella muchacha que es menester encontrar. Y para intentarlo el autor recorre paisajes, pueblos, circunstancias por las que la explotación de las mujeres, de cualquier nacionalidad, adquiere ribetes tan inquietantes como «cotidianos», en un viaje costumbrista que viaja en tranvía, que camina por bullentes ciudades, restaurantes de lujo y la miseria que rodea los lujosos edificios por donde circulan corrupciones y noble gente que se arremanga cada día para salir adelante.
Una narración que abarca buena panorámica social con un rendido homenaje a las mujeres de todo tipo y condición, donde afloran nostalgias, compasiones y un manto erótico-festivo en el que la alegría del deseo, el placer o los meros cuerpos desnudos se rinden homenaje. La intriga y el suspense se columpian en un ambiente tan cercano como las películas italianas donde el drama y la comedia encontraron lenguajes privilegiados, léase el cine de Ettore Scola y Dino Risi columpiado con Vittorio Gassman y Marco Bellocchio. Y en cuanto a la literatura policiaca, notoria influencia del comisario Maigret creado por Georges Simenon a lo largo de 78 novelas, buen gourmet y hombre taciturno, muy solidario con quienes andan por rutas criminales sin merecerlo. Mas cuando menos se lo espera hace su aparición un tema recurrente en la literatura esotérica: el satanismo que aún campea entre gente culta y adinerada…
Giorgio Ballario (Turín, 1964) es periodista. Durante más de veinte años trabajó para La Stampa, entre otros medios, además de ser un prolífico autor de novela negra, con una saga singular: la del mayor Morosini, un policial histórico ítalo-africano en el que explora la era del colonialismo italiano.
En 2022 ganó el Premio Giallo al Centro de la ciudad de Rieti con su novela «Il tango dei morte senza nome», donde aparece Héctor Perazzo, su ya célebre detective ítalo-argentino.
Es, asimismo, impulsor de Torinoir, el gremio de escritores de novela negra de la ciudad de Turín, que ha organizado ya dos ediciones del festival Montagne in Noir en Bardonecchia, localidad alpina de la provincia.
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