«Engáñaste si imaginas que soy mujer, mi agravio mudó mi ser»: Valor, agravio y mujer en el sXVII
Horacio Otheguy Riveira.
Una brillante aventura de espadachines del XVII con delicada Leonor transformada en fiero Leonardo, capaz de tener en jaque nada menos que a dos caballeros a la vez.
El tono de clásico aventurero no quita la profundidad del empeño histórico, ya que se respeta en tiempo y forma la época original, ese mundo patriarcal que empieza a decaer, envuelto en una presencia femenina, capaz de empuñar armas y propio deseo de venganza que quiere ser ciega, pero se dejará acariciar en la oscuridad de un amor que no cede pasión ni luminosidad.
Dª Leonor: En este traje podré cobrar mi perdido honor.
Ribete (criado): Pareces el dios de amor. ¡Qué talle, qué pierna y pie! Notable resolución fue la tuya, mujer tierna y noble.
Dª Leonor: Cuando gobierna la fuerza de la pasión, no hay discurso cuerdo o sabio en quien ama. Pero yo mi razón, que mi amor no, consultada con mi agravio voy siguiendo, en las violencias de mi forzoso destino, porque al primer desatino se rindieron las potencias. Supe que a Flandes venía este ingrato, que ha ofendido tanto amor con tanto olvido, tal fe con tal tiranía.
Fingí en el más recoleto monasterio mi retiro, y solo a ocultarme aspiro de mis deudos; en efecto, no tengo quién me visite si no es mi hermana, y está del caso avisada ya, para que me solicite y vaya a ver con engaño de suerte que, aunque terrible mi locura, sea imposible que se averigüe mi engaño.
Ya, pues, me determiné y atrevida pasé al mar, o he de morir o acabar la empresa que comencé.
Y a todos los cielos juro que, nueva amazona, intente vengarme de aquel perjuro aleve.
Ribete: Oyéndote estoy, y ¡por Cristo! que he pensado que el nuevo traje te ha dado alientos.
Dª Leonor: Yo ¿soy quien soy? Engáñaste si imaginas, Ribete, que soy mujer, mi agravio mudó mi ser. […]
Espada en alto, triunfal Argüello
No actúa, pero como si lo hiciera. Vemos a Beatriz Argüello —tantas veces aplaudida—, en la exquisita elegancia con que ha diseñado su puesta en escena, así como en la dirección de actores. La sentimos cerca, la imaginamos, percibimos su gran experiencia como actriz. Así, esta gran aventura que escribiera Ana Caro de Mallen (1601-1646) y recompusiera sabiamente en esta versión Juana Escabias, luce en el escenario de la Comedia en manos de un equipo admirable con el que discurre un tema muchas veces tratado en la misma época escrito por hombres, aquí con un vigoroso lenguaje audiovisual femenino.
La trayectoria de una muchacha que se convierte en hombre para saldar una deuda de amor, convenciendo a todo el que la rodea del nuevo sexo que interpreta, adquiere una coloratura que torna no solo verosímil el enredo, sino que aporta una dimensión poética de notable trascendencia, dentro de un acrobático desarrollo escénico, físico y verbal, rico en matices coloquiales con especialistas en cada materia, auténticos maestros en sus especialidades (asesor de verso: Ernesto Arias; movimiento escénico: Pau Arán; maestro de esgrima: Jesús Esperanza).
REPARTO (por orden alfabético):
Lucía Barrado: Estela, condesa
Pablo Gómez-Pando: Don Juan de Córdoba
Jesús Hierónides: Tomillo, criado
Ignacio Jiménez: Ludovico, Príncipe de Pinoy, Tibaldo, bandolero
Natalia Llorente: Lisarda, prima de Estela
Luis Moreno: Ribete, criado, Rufino, bandolero
Julia Piera: Doña Leonor de Ribera
Paco Pozo: Don Fernando de Ribera, Astolfo
Sol Vicente: Flora, criada, bandolero, Soprano y viola
Dirección Beatriz Argüello
Versión Juana Escabias
Iluminación Paloma Parra
Vestuario Rosa García Andújar
Creación musical Luis Miguel Cobo
Movimiento escénico Pau Arán
Maestro de esgrima Jesús Esperanza
Asesor de verso Ernesto Arias
Producción Compañía Nacional de Teatro Clásico