“El día más feliz de nuestra vida”: de la comunión al matrimonio con miedo y risa nerviosa
Horacio Otheguy Riveira.
Secretos de alcoba entre cuatrillizas que, al nacer, recibieron beneplácitos y regalos en nombre del Caudillo. Terrores y certezas, según el carácter de cada una a sus ocho años, el vendaval de información catequista cumple su misión evangelizadora para recibir El Cuerpo y la Sangre de Cristo, y sanear los pecados de pensamiento, palabra, obra u omisión. Vaya carga que Magdalena soportará de por vida con resignación y ensueño ante El día más feliz de nuestra vida, un mantra al que se aferra con fervor. Marijose es la sufridora, angustiada por pecados de infancia, más imaginados que reales, y más aún años después, la noche antes de su boda.
Habitación compartida en 1964, parafraseando aquellas cuatrillizas que fueron noticia bajo el régimen que tanto auspiciara a las niñas católicas, y veinte años después, a las que no querían quedarse para vestir santos.
El disloque de emociones siempre sucede la noche antes del acontecimiento más feliz: la noche que desvela y siembra de terrores o excitaciones diversas, con Toñi cambiante, de niña pesada que todos los pecados conoce y fomenta la penitencia de la que ha caído en ellos, y la pobre Paloma, discapacitada intelectual a la que mantendrán de por vida con pastillas que apenas si la hacen callar verdades y delirios comprometidos.
Tal el panorama en dos actos unidos por las noticias y la música de la época, del franquismo beatorro a la primera transición con movida y poco más que poco llega al pueblo manchego donde viven las hermanas que casarán protegidas por madre viuda y enfermiza. Tinieblas que producen algunas risas en la farsa ideada por Laila Ripoll en obra en exceso breve, pero muy bien dirigida por Carlos Martínez-Abarca (Historia del Zoo) con cuatro estupendas comediantes, cada una embarcada en una personalidad que despierta en el público risas nerviosas femeninas (muy notables y variadas el día en que asistí a la representación), dentro de una farsa eminentemente femenina donde prohibido está tocarse de niñas, y prohibido “catar” antes del matrimonio, aunque una de ellas lo consigue con entusiasmo con un veterinario en moto, símil de aquel galán tan deseado, hombre de a caballo de La casa de Bernarda Alba, aquí convirtiendo la tragedia en comedia más dura de lo que aparenta a poco que se rasca, sumergidas las cuatro en un quiero y no puedo al que aún no le han llegado los renovadores vientos de una vigorosa Transición sin pecado, crimen ni castigo.
El día más feliz de nuestra vida —obra inspirada en el caso real de las cuatrillizas de Socuéllamos— es un compromiso con nuestro pasado reciente; un compromiso que tenemos con nuestras madres y con todas aquellas mujeres que no pudieron decidir más allá de lo preestablecido. Mirando hacia atrás con humor, con todo nuestro cariño… para ellas.
Autora: Laila Ripoll
Dirección: Carlos Martínez-Abarca
María Negro: Magdalena
Alba Frechilla: Marijose
Verónica Morejón: Toñi
Silvia García: Paloma
Dirección técnica: Inda Álvarez
Ayudante técnico: Alberto Guerra
Diseño sonoro: Eduardo Ruiz Lozano
Escenografía: Taller Guirigay, Forja Metalmorfosis y Kirolab 3D
Vestuario: Eva Brizuela
Caracterización: Ana Arjona, José Luis Jiménez y Salón Arte Urbano.
Cartel y programa de mano: Chío Romero
Fotografía Cartel: María Eugenia Ruiz
Voz en off: Javier Bermejo