Éxito y rencor en una mujer que nos habla «Sobre el caparazón de las tortugas»
Horacio Otheguy Riveira.
Éxito y rencor profundo, dos opuestos que, cuando se unen se instalan en un paisaje en el que la memoria hace su festín. Alicia y Héctor, actores de éxito, y una pertinaz agonía de divorciados. Ella piensa en el delicioso andar de las tortugas gigantes de la mar, él se prepara para caminar varias horas como Nazareno del Cristo del Gran Poder en Jueves Santo. Escuchamos a la banda de la procesión con su histórico peregrinar por la existencia de millones de personas devotas que siguen una tradición de dolor, penitencia y muerte…
Alicia y Héctor se encuentran para hablar de los desajustes emocionales de su hija. Llevan diez años divorciados. Comparten los restos de la vida familiar de un matrimonio en el que la profesión de ambos ocupó la mayor parte del tiempo. Los dos disimulan su sentido de culpa en un tira y afloja de reproches que culmina con el descubrimiento de un hecho que nunca se debería haber producido.
Alicia se regocija con un descubrimiento que acabará siendo esencial en la resolución de la obra:
Las tortugas marinas poseen un caparazón que se une lateralmente. Las protege de los depredadores y de los cambios de temperatura. Las Tortugas marinas suelen vivir entre ciento cincuenta y doscientos años… Sólo deshaciéndote de los recuerdos se puede vivir tantos años. De los buenos y de los malos. El caparazón ayuda, por supuesto, pero el recuerdo es tan peligroso como el depredador más fiero y despiadado. Qué bien me habría ido ser tortuga y lucir un caparazón duro y protector. Yo quiero ser una tortuga marina. Quiero vivir en paz.
El texto de Ignasi Vidal (Dribbling…) contiene muy pocas acotaciones, de manera que la creación de la directora Susana Hornos (María Teresa y el león…) logra un juego escénico que complementa en profundidad audiovisual la elaboración del texto. Los intérpretes ofrecen unas capacidades de gran calado, ya que transitan por varias dimensiones que, a mitad de recorrido, se vuelcan en unas situaciones tan inesperadas para los personajes como para el público. Incluso el sorprendente final, planteado como un hallazgo de la puesta en escena.
Alicia es la protagonista principal, ya que gira en torno a su obsesión primera con las tortugas, su admirable autoprotección y capacidad para destronar la memoria como elemento destructivo. Sin embargo, nada podría sin su pareja, un tipo que podría parecer un desalmado donjuan, un padre siniestro, un actor de éxito moderado… diversas facetas que se unen, con rasgos irónicos, para ir de whisky en whisky y su entusiasmo por la Santa Semana. Ella y él se adoran y desprecian.
Todo tiene un aparente ritmo de drama psicológico a puerta cerrada que se va rompiendo en un clímax de ilimitada agresividad. Múltiples son los detalles de la puesta en escena que pueden llamar la atención del espectador una vez terminada la función, cuya elaborada puesta en escena da mucho de sí, cuyo final remite a gestos cotidianos y situaciones imprevisibles que adquieren trascendencia en la memoria del espectador.
Nadie nos enseña nada sobre el caparazón de las tortugas… qué injusto… y todo va tan despacio cuando eres una tortuga… No hay prisa. Nadie te atosiga con responsabilidades. Las tortugas no tienen que tener sentimientos. Lo suyo es bucear en mares profundos donde el recuerdo no soporta la presión del agua y el paso de los años. De alguna forma estuve a punto de ser tortuga a tu lado. Pero fuiste tan torpe…
SOBRE EL CAPARAZÓN DE LAS TORTUGAS
Texto Ignasi Vidal
Dirección Susana Hornos
Intérpretes Raquel Pérez y Nacho Guerreros
Escenografía Anselmo Gervolés
Iluminación Sergio Aguilera
Diseño sonoro Susana Hornos
Regiduría Gabriela Cobos
Ayudante de dirección Candela Arestegui
Producción ejecutiva Jesús Cisneros
Producción Descalzos Producciones S.L.