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‘Estética del Polo Norte’, de Michel Onfray

Estética del Polo Norte

Michel Onfray

Traducción de Delfín Marcos

Gallo Nero

Madrid, 2023

173 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

«Allí los humanos no son tan arrogantes y pretenciosos como para negar continuamente el mamífero que hay en ellos».

Lo opuesto a viajar hacia el frío del Polo Norte sería una comida en una mansión barroca, con cristalería heredada a lo largo de cuatro generaciones, bodegones con solera en las paredes, aparadores de teca y mármol en los que reposan fotografías de gente demasiado bien vestida y conversaciones sobre un cuarteto de cuerda de Schubert mientras uno intenta zampar un langostino sin ensuciarse los dedos.

Michel Onfray (Normandía, 1959) cumple el sueño de su padre llevándole a un lugar que parece ser el antiparaíso, la Tierra de Baffin, y se da cuenta de que los sentidos han venido para acompañarnos especialmente allí donde las experiencias pueden ser más intensas. Así compone este libro, que al mismo tiempo de ser espontáneo obedece a una revisión muy rigurosa, tratando de no dejar ningún resquicio en las sensaciones y en las ideas que estas asociaciones han podido llevar aparejadas.

El texto obedece a la perplejidad y al asombro. Es un diario sin días, un clamor contra las maldades que nos contagia la civilización que absurdamente hemos creado, esa que nos dicta que para triunfar hay que pelar los langostinos sin mancharse los dedos. Mientras estudia, porque no puede evitar caer en los análisis filosóficos y psicológicos, a los habitantes y los efectos del lugar que visita en el alma humana, demuestra una cortesía potente hacia la gente que va descubriendo. La naturaleza, tan extrema, les construye y lo hace con algo que uno se atreve a calificar como sinceridad. Ahí no hay lugar al engaño porque esconderse es muy difícil. Ni siquiera el ruido podrá tapar la voz.

Hay un intento de no transmitir la mirada neocolonial, esa que es inevitable al turista y a casi cualquier otra fórmula de viajero, para lo cual Onfray se refugia en lo más intelectual: el manejo de un lenguaje denso que responde a un pensamiento empático y sorprendido. En realidad, se trata de una obra que nos habla sobre cómo construimos la conciencia, y nos recuerda que el lenguaje nos ayuda a definirla. Un libro admirable para un entorno digno de admiración.

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