“Te diré de lo que estábamos hablando”, de Laura Wittner
TE DIRÉ DE LO QUÉ ESTÁBAMOS HABLANDO. Una conversación con Laura Wittner.
Por José Ángel García Caballero.
Hace cuatro años nació en Valencia una pequeña aventura editorial: La Coz ediciones. Dirigida por el poeta, Ignacio Docavo, acaba de publicar su segundo título, Te diré de lo que estábamos hablando, de la poeta argentina Laura Wittner (Buenos Aires, 1967). Avanza, así, con sabia lentitud, este proyecto editorial, acercándonos, por el momento, poesía argentina muy destacada (el primer número fue Medio Cumpleaños, de Gabriela Saccane).
Y de este segundo título quiero hablar en estas líneas. Bajo la cuidada edición, con el acertado diseño de Eugena Parrado, encontramos unos poemas directos, pero no agresivos. Una belleza desnuda, sin artilugios, inmersa en un deambular cotidiano: trabajo, hijos, cafeterías… Nos impele a la escucha, al silencio de un café compartido. No en vano, uno de los libros que nutren a esta antología es La tomadora de café, del que dejo un poema para ilustrar el tono que comentaba:
CAMBIOS DE LUZ
Las nubes deciden lo que nos hace esta penumbra, parece
que toda una familia de nubes migra
en una sola noche y por eso se apuran
una tras otra en esta línea de vapor mutante
que por fortuna atraviesa la luna
y es el apuro lo que las hace ir cayéndose, desprenderse
de cualquier forma en un instante, metiéndonos ideas
en la cabeza a vos y a mí que musitamos la palabra
de lo que vemos y en la segunda sílaba callamos
porque no es eso, está siendo otra cosa y así
no hay diccionario que resista.
La poesía de Wittner ya aterrizó en la península en 2017 de la mano de la editorial Liliputienses. La presente antología incluye poemas de su último libro, Traducción de la ruta, y confirma la potencia de esta voz que, sin estridencias, nos habla de nuestras propias contradicciones, de ese escenario de espejismos e ilusiones bajo el que vivimos. Como se ve en la sencillez devastadora de este poema de Las últimas mudanzas (2001):
EPIGRAMA
Dijiste algo y entendí mal.
Los dos reímos:
yo de lo que entendí,
vos de que yo festejara
semejante cosa que habías dicho.
Como en la infancia,
fuimos felices por error.
Así, la antología recorre sus ocho libros. Una poética conversadora con el paisaje o, mejor, con el escenario que habitamos. No llega a ser realismo sucio, aunque incorpore esa mirada neutra, fría, sobre lo que acontece. La poesía de Wittner aporta un halo de calidez y de ternura sin retórica. Una poesía a pie de calle, que tampoco sería poesía de la experiencia. Quizá lo bueno de intentar definir su poética, sea el no poder encontrar una etiqueta, un rastro epigonal.
Porque tampoco podríamos designar con claridad grandes áreas temáticas como el amor, el paso del tiempo… El tema de su poesía es el análisis del presente, de un ahora que viene de muchos pasados.
Como lector me reconozco en esa mirada, en esas historias cotidianas que, desde la luz del descubrimiento, me revelan mi paisaje cotidiano. Una experiencia tan cercana y amable que desgarra. De su último libro, me gustaría destacar este poema:
A MI HIJA LE GUSTA EL VIENTO
Hay algo tratando de decirse
en la inmensa explanada vacía
de una playa ventosa.
En la diáspora de arena
entre las estructuras sin lona de las carpas
se dan indicaciones.
Amelia está parada
con la capucha puesta
y entrecierra los ojos
para entender mejor.
Puedo decir mucho más o no, las horas de despacho y las miradas de mis hijos han abierto puntos de fuga hacia sus poemas. Vale la pena escucharlos, aceptar ese guante de diálogo que nos ofrecen para poder entendernos mejor. Un libro excelente y un gran acierto editorial. Larga y pausada vida a Laura Wittner y a La Coz.