La obligación moral del filósofo
La moda es una estrategia de la civilización, que muestra el mucho arte que ha tenido
que desplegar para conseguir hacer tan artificial a este bruto llamado hombre.
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A veces me encuentro sin argumentos ante la moda… ¿Acaso el cambio de
estaciones no es revestirse la Naturaleza con un nuevo traje de colores primavera-verano
u otoño-invierno?
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La moda es el mayor escondite de la persona.
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Dados los tiempos que corren, la obligación moral del filósofo, a diferencia del
científico, es la de no reciclarse.
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Las costumbres son aquello que ocurre cuando nadie obliga al hombre a tener
“buenas costumbres”.
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Decía Ionesco “tomad un círculo, acarícienlo y devendrá vicioso”. Y yo digo que
incluso la propia virtud, si se acaricia demasiado, deviene vicio…
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Tiene un problema: no es feliz al modo moderno, sino al modo antiguo.
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Por pura lógica, donde más ordenado necesita ser uno es, paradójicamente, donde
más difícil resulta: en los vicios.
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Hay que fiarse de las personas que predican virtudes que ellas no practican (por
ejemplo, del fumador que te aconseja no fumar), pero no hay que fiarse de las personas
que pregonan virtudes que ellas practican: suelen ser obsesos y fanáticos (por ejemplo,
vegetarianos, deportistas, abstemios…). Como dijo aquél: desconfía del individuo que
sólo bebe agua.
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La virtud estricta es un vicio. Dicho de otra manera, sólo convirtiéndola en un vicio
puede seguirse estrictamente una virtud.
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Los vicios nos abandonan menos que las virtudes. Son más fieles.
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Un vicio es algo más que una segunda naturaleza: es la primera y propia naturaleza de
un individuo.
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El infierno está hecho para tragarse a quienes gustan de asomarse a él.
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La droga chupa la vida y tira el envoltorio en forma de cadáver.