Fragmentos volanderos

El camino del deber ser

 

El Arte nos permite llevar la realidad por el camino del deber ser. De esta manera, lo
mismo que la Música nos redime del ser del ruido del mundo con el deber ser de los
sonidos y la armonía que deberían ser, la literatura/escritura nos permite vengarnos de la
realidad llevándola por el camino de lo que debería ser o haber sido la vida (y lo que
debería haberse dicho en ella… y cómo decirlo).

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¿Escribir bien, arte de la literatura…? Primero, sentir las cosas, luego contarlas con
mayor o menor fortuna.

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Las palabras son el cuerpo de las ideas, que son su alma. Otros dijeron que son “el
vestido de los pensamientos” (S. Johnson), a lo que yo añadiría que vestido más o
menos elegante o harapiento, pero también disfraz, propaganda, encubrimiento,
distorsión, martillo…; lo que haga falta.

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A veces pienso que la sensibilidad de las personas está obligada por su lengua, por la
lengua que han hecho suya y hablan. Antes que una cosmovisión ―o, como diría
Nietzsche, una mitología―, la lengua transmite una sensibilidad… Quizás yo fuera otro
si mi idioma fuera otro.

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Al luchar en el mundo de las palabras uno corre el peligro de perder el contacto con
el mundo de las cosas y, sobre todo, con la lógica de las cosas, y entra precisamente en
la lógica del lenguaje y sus espejismos, cuando no en el (arte) del lenguaje por el
lenguaje. No hay otra opción.

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“Se escribe sólo para estar encantado por los propios fantasmas” (Pierre Mertens).
Antes que eso hay una previa condición: la tendencia natural que tiene el escritor a vivir
entre fantasmas, en el mundo de las “fantas[ma]sías”.

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El crimen es la descarga final de una perturbación… y ¡ojo! No hay nada más
perturbador que la belleza. De ahí tantísima literatura sobre belleza y crimen o crimen y
belleza.

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“Quien pretenda matar a su adversario, que considere si no lo eternizará precisamente
con ello dentro de sí” (Nietzsche). Y yo diría que también fuera de sí. Sólo el vacío y el
silencio es arma mortífera.

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No concibo bien que alguien pueda sentarse ante una hoja de papel en blanco
evocando a los fantasmas para que guíen su mano, a la espera de que le ayuden a
rellenar ese papel. Para mí, la Literatura es precisamente ese fantasma que está ahí,
detrás de ti, buscando papel y bolígrafo y una mano lo empuñe.

 

 

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