“El avaro” de Molière con Carmen Gallardo: una renovada mirada en tono de farsa musical
Horacio Otheguy Riveira.
“La avaricia rompe el saco”, un lema popular que Molière corrigió al crear un personaje —basado en otro real del París de su época— tan obsesivo con el dinero que, más allá del tiempo y el espacio, vive la vejez aferrado a su arqueta como único lazo con la existencia. Y lo hace como un ricachón feroz, como la banca que todo lo domina y corroe mientras aumenta su riqueza.
La comedia se convierte en tragedia por dos motivos: por un lado, su absoluto desinterés en proteger a sus hijos, y por otro —genialidad del autor—, hacer del siniestro señor un modelo con alcance a nuestros días, desde aquel estreno de 1668: personificación del capitalismo voraz que rige el sistema de vida mundial. Cada puesta en escena reelabora lo que el autor escribió, dirigió e interpretó tanto tiempo atrás. Esta que realiza Alberto Iniesta (Madre Coraje, Rey Lear, Celestina…) —debutante a las órdenes de Molière— saca muy buen partido de sus amplios conocimientos de la historia del teatro. Logra una fusión de intereses acordes con la trayectoria del autor, logrando un entretenimiento musical que ilustra en profundidad la dramática tensión de un hombre tan afincado en sus intereses económicos que es incapaz de gozar de ningún otro placer —pues todos le remiten al horroroso verbo “pagar”—, así como de empatizar ni siquiera con las penurias de sus hijos. En ese marco, esta magnífica Compañía Atalaya se atreve a bailar el drama, cantar la comedia, reír lo terrible, y conmover con la imaginación y el talento de sus intérpretes: cualidades que atesoran a fuerza de mucho entrenamiento psicofísico, pues todas las disciplinas que acometen brillan con luz propia.
Hay en esta versión un homenaje, un guiño, una pasión por la teoría del distanciamiento creada por Bertolt Brecht con la colaboración del músico Kurt Weill. En el encadenado de escenas pueden vislumbrarse paisajes muy valiosos de aquellos genios, vertidos magistralmente en, por ejemplo, Madre Coraje y sus hijos, La resistible ascensión de Arturo Ui y La ópera de dos centavos: piezas en las que se canta para explicarse mejor, en situaciones breves, de impacto, que a veces suena a recitativo y otras a cantantes líricos. Hay en ellas testimonio social, comedia cómica, lirismo a contracorriente. Una maravilla en los cuerpos y las voces de Atalaya, que cuenta con un elenco que en su mayor parte ya aplaudimos en otras ocasiones, atentos a la creación y dirección musical del muy brechtiano Luis Navarro.
Si todos resultan muy eficaces en una compacta coral, en los planos individuales la protagonista Carmen Gallardo logra ser el centro esencial de atención y, a la vez, un Harpagón tragicómico porque, siendo sórdido, es un ser que vive castigando con hambre a los demás, y a él mismo con un miedo atroz a que le roben. Esta dualidad se presenta en una composición actoral con potentes recursos, del simpático truhan al grotesco malvado, sin huir de las artimañas de un desgraciado pobre-hombre-rico.
A su vera, Silvia Garzón —actriz y pedagoga de la Compañía desde hace 20 años— compone con gran acierto una de las mayores libertades del director-adaptador, al asumir a Cayetana, una Celestina sacada del arrabal argentino, inspirada en Frosina, la alcahueta de la obra original.
Gallardo y Garzón dominan la mayor parte de las escenas en un torbellino de situaciones que a veces lindan con el grotesco, y otras con la serena obsesión de quienes apuestan por sus negocios a costa de la vida de cualquiera que se les cruce por el camino. La farsa no se desboca, encuentra puntos de calma, canciones que informan y emocionan. Una inolvidable acontecimiento.
En 2022 se conmemoró el IV Centenario del nacimiento de Jean-Baptiste Poquelin, Molière, y en 2023 los 350 años de su muerte, uno de los grandes dramaturgos de la literatura universal, que por vez primera aborda Atalaya, Centro Internacional de Investigación Teatral con 40 años de trayectoria.
Al margen, recomiendo con entusiasmo su lectura con prólogo, traducción y edición de Mauro Armiño en Molière Teatro II, de Penguin Clásicos.
Dirección, adaptación y espacio escénico Ricardo Iniesta
Elenco:
Harpagón Carmen Gallardo
Cayetana (Celestina) Silvia Garzón
Mariano (cocinero y cochero) Cristóbal Raúl Vera
Leonor (hija de Harpagón) María Sanz [Paula Martínez en lugar de María Sanz por causa sanitaria sobrevenida].
Flecha y Filomena Lidia Mauduit
Froilán, Merluzo y Juez Enmanuel García
Belisa y Lubina Garazi Aldasoro
Cleanto (hijo de Harpagón) y Comisario Selu Fernández
Orquestina (Coro criados)
Coreografía Juan Casado y Lucía You
Composición, arreglos y dirección musical Luis Navarro
Coros y cánticos Marga Reyes y Lidia Mauduit
Diseño de luz Alejandro Conesa
Vestuario Carmen de Giles y Flores de Giles
Maquillaje Rocío Ponce
Escenografía Ricardo Iniesta
Texturización Ana Arteaga & Viñas
Espacio sonoro y efectos Emilio Morales
Ayudante de dirección Manuel Asensio
Distribución Victoria Villalta
Producción Francesca Lupo
Gerencia Rocío de los Reyes
Comunicación Rocío Claraco
Secretaría Macarena Gutiérrez