‘El esplendor de la señorita Jean Brodie’, de Muriel Spark
El esplendor de la señorita Jean Brodie
Muriel Spark
Traducción de Laura Ibáñez
Blackie Books
Barcelona, 2023
190 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Creamos al narrador que posea el superpoder de entender el orden de lo que nos está contando, porque conoce el futuro, y podemos llegar a introducir esa versatilidad en la narración, sin modificar un ápice los avatares a los que asistimos. Así es como planifica Muriel Spark (Edimburgo, 1918 – Florencia, 2006) esta novela, en la que asistimos al crecimiento, o al dudoso crecimiento, de un pequeño grupo de jovencitas en el periodo de entreguerras. Todo lo que está sucediendo tiene sentido porque ha tallado el presente, desde el que narra, ubicado unos años más tarde. En un principio, da la sensación de que la media docena de muchachas son bastante parecidas, están cortadas por un patrón semejante, pero enseguida se nos advierte de que una destacará por su facilidad para el sexo y otra terminará entrando en un convento de clausura. Cada una dará salida a su crisis de identidad en función de otras circunstancias que no son las que nos expone en la novela. Porque aquí de lo que nos habla es de algo que tendrán siempre en común, la presencia, como referente primario, de una maestra poco convencional en los últimos años de su educación primaria.
La maestra será la señorita Jean Brodie, y al contrario que sus compañeros, cree en una educación alternativa, en la que ella se presenta a sí misma como modelo, en la que establece una complicidad gratificante con las muchachas. La historia comienza cuando ellas tienen diez años y la señorita Brodie está en lo que ella califica como ‘su esplendor’. ¿Qué es ese esplendor? Es la edad ideal, que siempre será la que esté cumpliendo ella, y es una suerte de narcisismo que parece obedecer a un efecto rebote contra la presión social: debería ser sumisa, debería ocultarse más, debería actuar de acuerdo a la moral que tanto ha costado construir y se fundamenta en tradiciones absurdas. Frente a todo ello, la señorita Jean Brodie opta por confesar sus emociones personales y enfrentarse a la corriente de pensamiento que se impone, aunque para ello tenga que alabar a Mussolini. Para ella querer ser progre significa llevar también la contraria.
Pero las niñas pronto comenzarán la pubertad, y a continuación la adolescencia, en un relato en el que a medida que crecen se nos expresa su condición con menos detalle. Eso sí, entrarán en la edad de la razón a la vez que en el despertar sexual, que se expresa por el interés que muestran en el tema, sobre todo a la hora de hablar sobre la vida de su maestra, a la que irán dejando atrás, con la que irán encontrándose fuera de las aulas. La novela nos habla del gran referente que siempre permanece, en que más nos ayuda a crecer, el platónico. No se busca que posea una traba destacable, porque la evolución necesaria y comprometida será conflicto suficiente sobre el que gestar la acción y la evolución de los personajes. Todas las chicas maduran, pero la señorita Brodie se empeña en seguir siendo la misma, la que vive siempre en su esplendor. Detrás del relato se esconde la educación de las mujeres tapadísimas en esa época, sobre lo que sucede bajo la capa de la sociedad visible, que es la que componen los hombres. Un lugar que, al igual que en el estrato visible, es frágil, debido a las debilidades de los seres humanos, que podrán incluso provocar mala suerte en el destino de quienes queremos. A Muriel Spark no le falta un buen tema al que agarrarse para idear esta novela, que se lee con una facilidad que sólo podemos agradecer.