Mi diario
LÉON BLOY
MI DIARIO
Edición de Manuel Neila.
RENACIMIENTO
Incómodo y problemático, Léon Bloy fue uno de los escritores católicos más controvertidos de su tiempo. El profesor Pierre Glaudes atribuye su sensación de extrañamiento a tres razones fundamentales: su ultra-catolicismo en una época que se estaba descristianizando; la complejidad de su lenguaje y el empleo de un vocabulario muy particular; la propensión a convertir arcaísmos latinos en neologismos franceses, derivada de su conocimiento del latín y, en particular, de la Vulgata de san Gerónimo. Estas dificultades no impidieron que se ganase la admiración y el reconocimiento de algunos seguidores. En la primera mitad del siglo pasado, su influencia se dejó sentir en autores de muy diferente condición: Alfred Jarry, el autor de Ubú rey y adalid de la patafísica, y Georges Bernanos, que se reconoce como su descendiente; Erich Klossowski y George Bataille que descubrieron en sus libros resonancias del «apofatismo» procedente de los místicos renanos; Roland Barthes, que destaca su opulencia verbal como réplica a su pobreza. Para Robert Escarpit, Mi diario fue «uno de los más poderosos incentivos que contribuyeron a despertar el catolicismo contemporáneo en todas sus formas».
Léon Bloy (Périgueux, 1846-Bourg-la-Reine, París, 1917) fue el segundo hijo de una familia pequeñoburguesa. A los dieciocho años se trasladó a París para dedicarse al arte y a la literatura. La amistad con Barbey d’Aurevilly le acercó al catolicismo, pasando así de un anticlericalismo furibundo a un catolicismo intransigente. Durante una estancia en el Santuario de La Salette, conoció al abad Tardif, que lo introdujo en el estudio de la simbología bíblica. En 1889 se casó con Jeanne Molbeck, lo que le proporcionaría la serenidad que necesitaba para publicar sus escritos. Sus obras se caracterizan por tener un estilo visionario y agresivo, entre ellas destacan: El desesperado (1889), La salvación por los judíos (1892), Cuentos descorteses (1895), La mujer pobre (1897), La que llora (1907), La sangre del pobre (1909), El alma de Napoleón (1912), Exégesis de los lugares comunes (1913) y Meditaciones de un solitario (1917). También es autor de un Diario apocalíptico y profético (1892-1917), considerado por algunos su obra más representativa.