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«Poesía reunida», de Antonio Apresa

Por Jorge de Arco.

La sensación del alma opuesta a la deriva, la plenitud asumida al enfrentarse al mundo a partir de un momento de paz visual y visionaria recogido en metáforas y significados simbólicos. Esto es lo que lleva al poeta a comprender mejor la verdad apodíctica de lo cotidiano y del destino, a veces fatal, a veces condescendiente, pero siempre ineludible.

Antonio Apresa (Arcos de la Frontera,1961- Jerez de la Frontera, 2022) fue hombre y poeta sereno y contundente. Se enfrentó a la vida con maneras de gladiador y corazón abierto de ángel custodio de los suyos y de lo suyo. Y salió ganando tanto en su amplia capacidad de existir como en sabiduría lírica. Tras su repentina muerte, acaecida en julio del pasado año, ve la luz su Poesía Reunida (Canto y Cuento, Jerez de la Frontera, 2022).

Antonio Apresa supo ampliar a diario todos sus horizontes provisto de inventario y de esperanzas. El primero de sus libros, Salto sin red, resulta ser, en fin, el testimonio de lo pretérito como fundamento del presente y del devenir del ser humano. Los espíritus buenos y los motivos familiares que precedieron al poeta y estuvieron con él, se amalgaman en versos definitorios de una trayectoria vital paciente y laboriosa.

La figura del padre muerto sobresale. El hijo, huérfano a los quince años, la siente detrás de sí, a su lado, y le rinde devoción inspirada:

Tuviste que cruzar el triste muro,
dejar cuanto era tuyo
     precipitadamente.
Yo jugaba en la calle ignorante de todo,
sin conocerte apenas.

Y te creí perdido
       para siempre.
Pero fuiste acercándote, revelándote en mí,
como un dios que difunde su propia religión.

Luego están los enseres, las cosas, los lugares comunes donde fueron asiduas las presencias y las convivencias. Y se nos antoja que el poeta las manifiesta mágicamente, sutilmente. Es por esto por lo que las carencias y las penas se transforman por arte de la palabra en morada de promesas y certidumbres, en cueva de los sentidos adecuada al pensamiento sereno e ilustrado: en cuanto hemos aprendido lo que somos, ya no queremos ser nadie más ni estar en otros sitios, nos basta con los que ocupamos ahora. Y entonces. Así rememora Antonio «El Patio», su patio, patio razón casi exclusiva de la literatura andaluza:

El limonero esculpe su figura en el patio.
Se amamantan abejas de abril en sus pezones…
¿Aún soy aquel que fui?
Y el viento me repite: duerme, duerme…

Su segundo y póstumo poemario Una grieta de sol, rescata del cajón de su escritorio versos sencillos y ordenados, todavía y siempre, en el cultivo de lo que se ama. Se hace registro y relación de la gente querida, de las efemérides, de los cielos abiertos y de los seres sin horarios. Se vuelve a cantar lo mínimo imprescindible, lo que te hace sentir distinto y solidario.

Sobresale en dicho volumen el soplo de espontaneidad, la certeza íntima de haber sabido gozar lo que se tuvo; se honora a quienes facilitaron al autor arcense el aprendizaje espontáneo y la asunción incondicional de su mester entre nosotros; a quienes le hicieron sentir así les dedicó, seguramente, sus «Versos en el aire»:

A lo lejos el campo hoy parece
un lince moteado que descansa y respira
mientras el sol se pone.

Se escuchan los balidos de unos coches que pasan.

En el sauce llorón del parque donde corro
un águila imperial anida su hermosura

y al ver que me aproximo
   se esfuma como un verso.

One thought on “«Poesía reunida», de Antonio Apresa

  • Muy bien contada con palabras claras que nos llegan a todos

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