NovelaReseñas Novela

Altea Cantarero: «Soy, abiertamente, adicta a la novela negra»

EVA FRAILE. BLOG: REINA LECTORA.

Leyendo la confesión que hace Altea Cantarero, autora de Ogro, acerca de la novela negra, entran unas ganas enormes de preguntarse «¿Y quién no?». El noir se está convirtiendo en toda una diana para los lectores, y buscamos en él esas sombras en las que solo nos atrevemos a adentrarnos rodeados de ficción.

Ogro nos traslada hasta la Cuenca de los años 60, en mitad de un crimen, dentro de un ambiente religioso y en torno a pueblos y lugares olvidados, que, sin embargo, tienen mucho que contar.

  • Altea Cantarero es una misteriosa mujer, según rezan algunos cuentos de viejas, usando el título de tu trilogía, que hay por ahí. Pero a lo mejor tú puedes concretarnos algo más…

Para mí, usar el alias literario es un asilo, un refugio; pero nunca pretende erigir un muro entre los lectores y yo. Al contrario. Se trata de relacionarnos en otro espacio, de otro modo. En ese territorio brujo de leer/nos donde todo es posible. Siempre digo que Altea es una mujer de verdad, de carne y hueso (y una sola [risas]), y sobre todo una criatura que escribe. Que escribió desde siempre, que no se recuerda sin escribir (sin leer), un tiempo vivo antes del lenguaje.

Os puedo contar también, sin mentir, que soy madre antes que nada, que soy también pareja (consustancial, al menos en mi caso, a lo primero), además de hermana, hija, nieta, por supuesto; y que tengo un trabajo que disfruto muchísimo (que no es escribir) relacionado con la investigación. Escribir es otra cosa, aunque confieso que, como tantas personas, adoraría poder vivir de ello (pese a que hacer de algo un oficio siempre implica costes). Más que nada para no tener que estar siempre en esta doble militancia del empleo (remunerado, incluso aunque te encante, como es mi afortunado caso) y la pasión insólita y contradictoria de escribir. Llevar las dos cosas es complicado, pero en ello estamos.

  • Estás preparando un proyecto que consiste en tres libros, independientes entre sí, titulados Cuentos de viejas, que exploran el más puro estilo de novela negra en tierras manchegas. ¿Cómo surgió este compromiso?

En efecto, estoy trabajando en la segunda entrega de la Trilogía del Ogro: Cuentos de Viejas, de la cual la primera parte, Ogro, ya ha visto la luz. Esta hidra de tres cabezas surgió de muchos lugares, años y singulares búsquedas… Hay mucho del origen en mis propias raíces, que son manchegas; mi madre, sobre todo, pobló mi infancia de narraciones sobre su propia niñez allí, junto con mi padre, y después su adolescencia y la juventud de ambos en Cuenca. Todo sonaba tan misterioso, tan antiguo y cotidiano a la vez. Amaba sus historias, con sus voces llenas de giros propios, extraños a mis oídos.

Otra parte crucial fue descubrir, y disfrutar, tantas obras de noir que recrean distintos enclaves hermosos y poderosos de la península… el valle del Baztán, por ejemplo, la Galicia de Oruña, hay tantos ejemplos ya. Si bien me encantan la novela negra nórdica y esos crímenes entre los fiordos y los bollos de canela, siempre me dije que aquí, en lo cercano, gozábamos también de ambientes y lugares llenos de magia y oportunidades para ese fabular truculento… y al fin llegó Ogro.

  • ¿Qué nos vamos a encontrar en estas novelas? (Nos puedes narrar un poquito del argumento lo que exploran o tu idea de trilogía).

La Trilogía del Ogro: Cuentos de Viejas se conforma de tres libros en gran medida independientes y con historias autoconclusivas, pero con un claro hilo conductor entre ellos, tanto a efectos de trama como porque suceden en el mismo escenario, con iguales protagonistas, ambiente y atmósfera. Es posible que la tercera parte dé un salto en el tiempo, pero la segunda, Al amor de la lumbre (que escribo en estos momentos), en cambio, acontece inmediatamente tras la resolución del caso del “Ogro del Júcar” (Ogro, el primer libro), sin solución de continuidad.

Se trata de una trilogía de género negro, sin paliativos. Ogro inicia de forma abrupta con el hallazgo de un cadáver horriblemente mutilado en la capilla de un internado religioso femenino: la madre Purificación ha sido asesinada en una sátira grotesca de la Virgen Dolorosa, patrona de la congregación, con el corazón atravesado por los siete puñales de la imagen, que representan los siete pecados capitales. Este es el pistoletazo de salida para una investigación que comanda el inspector Cánovas, apodado Elcano, y que pronto se complicará ante la sospecha de implicación de algunas monjas del colegio y la aparición de nuevas pistas que parecen indicar la presencia de un asesino ritual en serie, nada menos que por las calles de Cuenca… ¿Qué se esconde, qué se calla, tras los muros del colegio del Sagrado Corazón de la Dolorosa…?

  • La primera, Ogro, ha cosechado ya sus primeros éxitos teniendo en cuenta que como autora te has movido bajo seudónimo y que está autopublicado. ¿Cuánto tiempo te llevó escribir Ogro? ¿Tuviste que hacer algún tipo de proceso de documentación? ¿Alguna anécdota que relatar?

Producir (que no escribir) Ogro fue un proceso largo, de varios años. También porque, al ser la primera novela, yo no sabía cómo se hacía nada, era tan virgen, me parecía una empresa tan ardua… y lo fue, de hecho. Tan dura como placentera, debo decir. Primero tuvo que llegar la decisión de abordarla, y el convencimiento de que yo era capaz de ello. Después hubo que darle mil vueltas a la historia y el argumento… por no hablar de las cuestiones más técnicas (ay esos guiones largos…). Una vez me puse a escribir, alterné periodos más productivos con fases más puramente documentarias; hubo un trabajo notable en este sentido, ya que escribir sobre una época que no es la tuya, si quieres hacerlo con un mínimo de rigor y verosimilitud, requiere estudio, claro (creo que en estas labores de soledad y búsqueda me ayudó mucho mi experiencia en la investigación, desde mis tiempos ya lejanos de la tesis doctoral…). Las fuentes orales han sido las más importantes pero también buceé mucho, desde webs a viejos foros policiales, fotos antiguas en blogs, bibliografía especializada… Por ejemplo, algo tan simple como saber cómo se escribía una esquela mortuoria en los años sesenta, o cuál era el tono habitual de Margarita Landi en El Caso. Claro que la obra está llena de licencias, porque para eso es ficción, pero sí intenté dotarla de una cierta pátina de verdad, en este sentido, y me alegra poder contar que muchos lectores lo han palpado: gente que vivió la época cuenta haberse sentido “como en casa” al leer la novela, y aunque por otra parte lectores muy jóvenes, desde el otro lado, se han reconocido también, lo cual es fantástico.

  • ¿Y cómo se han tomado las gentes de Cuenca de que sueltes un ogro por sus calles?

¡De maravilla! Solo tengo palabras de asombrado agradecimiento para tanta gente increíble y bonita que se ha volcado con el libro, sin ser yo ni siquiera vecina de Cuenca, careciendo yo de padrinazgo y sin conocerme de antes… Desde muy pronto, además: apenas publicado Ogro, fue invitado por una formidable Marisa Mestre a la caseta “indie” de la Feria del Libro de Cuenca, así que en ese sentido la trilogía nació con los vientos a favor. Muchas lectoras y lectores de Cuenca, también de los pueblos manchegos que van perlando la trama, han compartido conmigo su emoción ante ese “ogro suelto por sus calles”… Los ogros son libres y soberanos, claro, pero es cierto que siempre hay un deje de temor, cuando se escribe sobre una atmósfera real, sobre cómo será recibido por sus habitantes, y aunque la ficción tenga sus propias normas.

“Te trasladas a Cuenca en los años 60 y vives las historias de los personajes como si estuvieras con ellos”, comenta la crítica literaria Esti Santos; o, en palabras de una vecina del lugar: “La sensación de estar recorriendo la calle San Pedro, la Plaza Mayor, el Santuario de las Angustias, etc., al ritmo que los detalla la autora, y donde transcurre la obra, es impresionante”. Otro de sus habitantes lo expresa con esta emoción: “He devorado cada palabra con ansiedad, desgranando una trama que con mucho me ha fascinado, en la ciudad más especial de mi corazón: Cuenca”.

Por otro lado, después de Ogro, mi propia experiencia de Cuenca, a la que siempre regreso, es diferente: pasear por la cuenca del Júcar, bajo el Puente de San Antón, nunca será lo mismo tras conocer la historia de Líber y Benigna; el mismo puente de San Pablo (el de los suicidas), ya tendrá siempre un signo incandescente para mí. Cada calle, cada rincón, es una leyenda escrita o por escribir…

  • ¿Por qué has elegido el género negro como vehículo para tus letras?

Porque a mí misma me encanta. Disfruto leyendo todo tipo de cosas y géneros (también la no ficción, el ensayo…), pero me confieso culpable de ser abiertamente adicta a la novela negra. Es lo que leo con más placer y frecuencia, sin hacer ningún esfuerzo [risas]. Y así, tras años de tener esa idea latente en mí, un buen día me sentí capaz yo misma de emprender esta aventura de escribir noir. Para mí, el género negro condensa lo mejor de muchos mundos: puede tratar cualquier historia, contexto o inquietud, pero el hilo conductor de la trama siempre va a atraparte porque consiste en un misterio que resolver… y no cualquier misterio, no: uno relacionado con el rostro más oscuro de la naturaleza humana. El Tánatos… la muerte, el crimen, la maldad. Qué cosa hay más espantosa, y que nos atraiga más…

Es un poco como la versión adulta de los cuentos de la infancia, esos cuentos de vieja… si lo pensamos, los cuentos tradicionales infantiles son terriblemente “negros”, durísimos, escatológicos incluso, ¡hasta gore a veces! Yo tengo en casa algunos volúmenes de cuentos tradicionales (sin “refinar” con correcciones políticas contemporáneas [risas]) y creo que, no en vano, han sido siempre los preferidos de mis hijos (los “cuentos brutos”, los llamamos en casa, de guasa), porque otorgan esa mezcla de terror y placer que es difícil encontrar en otras narraciones. A veces acabamos riéndonos a carcajadas de las auténticas barbaridades que narran… y que nos encantan.

  • ¿Qué te aporta la escritura, Altea?

Ay, ¡tan difícil esa pregunta! Como os decía, no me recuerdo sin escribir. He hablado sobre esto en alguna reflexión anterior porque, sin duda, para quienes escribimos siempre es una inquietud fundamental ese por qué, ese “qué nos aporta” para que sigamos haciéndolo con furor, pese a la sangre que cuesta, las dificultades, la soledad y el miedo. Seguir escribiendo. La pregunta reflexiva por antonomasia…

Creo que a mí escribir me ayuda a encontrar y recrear un sentido de la vida, un para qué. No diré que es terapéutico, porque le cojo enseguida manía a las palabras que se ponen de moda [risas], no es exactamente así, salvo que lo entendamos como una “terapia del alma”. Tiene más que ver, como decía, con el “sentido” profundo del día a día, que con otra cosa. Inventar mundos (esos otros mundos que están en este, como decía H. G. Wells) me reconcilia con el actual. Me crea un hechizo por dentro, como si me recubriera de mariposas las tripas, la microbiota (otra palabra de moda, ¡ay!) y me facilitara la vigilia… Es difícil de explicar. Es como narrarse por dentro y por fuera… ponerle palabras al caos, como si así se fuera a solucionar. Es el fuego, el agua, el aire…

  • ¿Te gustaría publicar con alguna editorial española? ¿Cuál y por qué?

Sí, ¡por supuesto! Claro que sería un sueño hecho realidad poder publicar en editoriales grandes y consagradas en el género como Planeta, Maeva o Plaza y Janés.  Tampoco me importaría en editoriales independientes como Alrevés o Siruela. Entre otras cosas porque todo lo que no es escribir como tal (me refiero a la promoción y todo lo demás del “oficio de escritora” que no es, propiamente, escribir) me cuesta horrores, se me da mal y no lo entiendo… Creo que la industria editorial es un campo de altísima profesionalización en el que yo soy del todo lega, y por tanto veneraría a quien quisiera compartir esa pesada carga conmigo [risas].

Opté en su momento por el camino de la escritura independiente, a través de la autopublicación, no tanto como una opción ideológica en sí (me consta que sí lo es para otros colegas), sino como una alternativa válida en el momento en que me hallaba. Lo cierto es que la industria literaria en este sentido ha cambiado mucho en los últimos años, y lo que significa autopublicar, claro, también… Durante casi un año estuve documentándome sobre las posibilidades, las diferencias entre ir con editorial e ir independiente… y al final opté por ello, a medias porque soy muy impaciente y a medias porque, al ser desconocida, sin contactos o padrinos, creía que me estaba vedada todavía una editorial con posibilidades. Aunque Eva Fraile, agente literario y editora de la web La Reina Lectora, me dijo tras leer mi novela que debería haberlo intentado.

  • El escenario de Ogro se desarrolla en su mayor parte en un colegio de internas. ¿Qué te ha permitido explorar este emplazamiento? ¿Qué se esconde tras las puertas de las habitaciones? ¿Alguna experiencia personal en un colegio de este tipo?

No tanto una experiencia personal, en mis propias carnes, como de alguien muy cercano que tuvo la generosidad infinita de compartir conmigo su adolescencia en un internado como el del libro. Muy muy parecido. Muchas de las historias que aparecen en Ogro son reales, aunque parezca mentira; incluso ante algunas cosas de las que suenan más “inventadas”, tal vez os llevaríais más de una sorpresa…

Una de las cosas que me parecía más fascinante explorar con Ogro era el contraste entre la luminosidad de las niñas/adolescentes y la sombra oscura del crimen. Se ha tratado de recoger ese cascabeleo de ellas, sus historias, sus preocupaciones (desde el grano que me ha salido esta noche al novio que tengo que no me gusta y lo quiero dejar pero no sé cómo, e incluso cuestiones más espinosas en la época como la homosexualidad, entonces aún prohibida), mezclado a partes iguales con el horror del asesinato que acontece en ese colegio donde viven (y del que no salen casi nunca, literalmente), un horror que, de algún modo, ellas acaban normalizando, porque eso es lo que sucede cuando pasa algo inesperado: no nos lo creemos pero en poco tiempo acabamos conviviendo con ello casi como si nada (el ejemplo de la pandemia lo tenemos bien cercano). Con la naturalidad de la costumbre… ¡Mostrar lo monstruoso más grande a través de los ojos de unas adolescentes manchegas en los años 60 se me antojaba un desafío alucinante!

  • ¿Crees, Altea, que es conveniente remover el pasado? ¿Ogro lanza un dardo al pasado, al futuro o al presente?

El pasado lo removemos siempre, todo el tiempo, sin querer tal vez, sin darnos cuenta… porque vivimos construidos por él. Está ahí, tanto como la proyección constante sobre lo que vendrá. Otra cosa distinta es cómo lo concienciemos o lo reconstruyamos, si lo acariciamos o lo hacemos jirones… Pero, recogiendo el guante de tu pregunta: creo que Ogro lanza un dardo a los tres, pasado, presente y futuro, a esas tres dimensiones de lo que somos, de nuestra misma identidad personal e histórica. Ogro sucede en un tiempo pasado ya, cumplido, ni siquiera ya muy cercano a nuestros días: un tiempo sin democracia, con un gran énfasis religioso, en el que, como antes comentaba, la homosexualidad era ilegal, por ejemplo… pero un tiempo también donde las relaciones comunitarias eran más ricas, mucho más trabadas que hoy, en que perecemos a menudo de depresión y ansiedad de pura soledad; un tiempo donde la gente, en los pueblos, se trataba de “hermano” y “hermana”. Un tiempo en el que eran niñas aun las que hoy empiezan a ser nuestras mayores. Todo eso forma parte de lo que somos hoy y de lo que esbozamos hacia el futuro, tal vez en la eterna pregunta de qué tenemos que saber rescatar y no perder –acaso perdido ya-, qué reinventar, y qué enterrar para siempre…

  • ¿Cuándo tendremos lista la siguiente novela?

Me da miedo poner una fecha, mis hijos dicen que “da mal fario” [risas], pero si los vientos son favorables (¡y los vientos solo dependen de ellos mismos!) espero haberla terminado para la próxima primavera… Y cuándo verá la luz, y cómo (¿autoedición? ¿Alguna editorial?), eso lo puedo concretar aún menos porque depende de demasiadas contingencias externas. Ojalá todo ello sea cuanto antes, por supuesto, porque estoy deseando compartir con mis lectores este cuento al amor de la lumbre que espero les haga vibrar al menos igual que Ogro, tal vez incluso más, quién sabe… Por lo pronto, tengo la fortuna de que mucha gente me ha preguntado ya por el segundo, con impaciencia, y saber que hay tantas personas a la espera de que el “ogro” continúe su andar supone el mayor de los acicates para acorralarlo en las calles de Cuenca (esta vez os adelanto que será en las torcas, un enclave cercano de inquietante belleza), y hacerlo hablar otra vez…

One thought on “Altea Cantarero: «Soy, abiertamente, adicta a la novela negra»

  • Deseo que los vientos te sean favorables, porque somos muchos y muchas quiénes estamos deseando leer la siguiente novela.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *