«Retorno al hogar», de Harold Pinter: eficaz reparto con director a contracorriente

Horacio Otheguy Riveira.

Cuando Retorno al hogar se estrenó en Inglaterra en 1965, el teatro de Harold Pinter (Londres, 1930-2008) ya triunfaba mundialmente con su carga singular de sugerencia psicológica, mordiente social, y cross a la mandíbula del teatro burgués imperante. En ese sube y baja de inquietante clímax y golpe seco final se inscriben algunas de sus piezas más representadas, entre las que destaca ampliamente este juego siniestro dentro de la familia de un hombre viudo, sus hijos mayores… y la esposa de uno de ellos. Es su única pieza en ambiente familiar, con menos influencia del absurdo beckettiano (muy presente en otras) y cercano a un melodrama roto, nada complaciente con el espectador, buen reflejo de una sociedad patriarcal como la británica en la que se identificó un público muy variado que supo ver —genuflexo, ante el ojo de una cerradura— obsesiones y crímenes pasionales que sucedían sin referencia en los medios de comunicación, donde los sucesos en familia iban censurados en casi todo el mundo.

Entre contradicciones y simulacros de vida, se desliza una función que empieza con un magnífico chiste que cuenta el más transparente de los personajes, a quien le han contado que un borracho intenta sacar a bailar a una dama que no es lo que parece. Carcajadas. Brillante comienzo de un proceso dramático que avanza a trompicones de máscara en máscara emocional con un viudo, su hermano, y sus tres hijos.

Entre todos hay abundante desprecio, si bien, de un modo u otro aspiran a creer que conforman una familia. Moral sórdida. Vida mortecina debajo de la cual hay mucho misterio hasta dar con un final que ha de redondear el espectador. Proxenetas tal vez, machistas seguramente, una mujer extraña, muy dulce, secretamente sensual… que puede ofrecer una sorprendente alternativa al descubrir que los varones de la casa necesitan explotarla, poseerla, desearla… quizás amarla.

 

Se dieron en España muchas versiones desde 1970 en que Luis Escobar la dirigió en el Marquina en función única, dada la presión de la censura imperante. Hubo que esperar a 1994 para que se presentara en una temporada, dirigida por María Ruiz, comienzo de un buen desfile de representaciones variadas para un texto que facilita la imaginería de cada director. Sin duda, la pieza más dura y compleja de quien ganara el Nobel en 2005.

En esta ocasión el director Daniel Veronese (Todas las mujeres, Invencible, El nombre) juega malamente con el texto y asume un protagonismo nefasto; realiza una sobreimpresión con la que subraya una posible farsa a espaldas del abundante cinismo: cuela risas enlatadas y un brevísimo número de baile, además de dirigir a la única actriz en dos situaciones físicas de teatro gestual que podrían desenvolverse con su voz, sin necesidad de abandonarla a unas contorsiones que más que ilustrar su psiquis, la desbordan. Una puesta en escena con exceso de director que corrompe la de por sí zigzagueante propuesta del dramaturgo. Enturbia lo claro y en ningún caso colabora para que circulen mejor las turbulencias de los personajes.

Un reparto estupendo del que no siempre se sale airoso, precisamente por la concepción del director. Destacan especialmente Juan Carlos Vellido, sobriamente atormentado, prisionero de esa casa a la que lleva a su esposa con aparente ingenuidad y Alfonso Lara, el chófer torturado por la memoria de su madre, ambos encuentran el tono justo, eso tan difícil de lo conocido como pinteriano, junto con Sila López, cuyos silencios y movimientos físicos llegan al espectador bien nutridos del probable trauma que la agobia.

Fran Perea, David Castillo y Miguel Rellán tienen momentos muy ajustados, pero agotan recursos en unas composiciones demasiado solitarias ante las arbitrariedades del director, responsable a su vez de un espacio sonoro que empeora notablemente el ambiente general.

 

 

 

Autor: Harold Pinter
Dirección y adaptación Daniel Veronese

Reparto
Max Miguel Rellán
Joey (su hijo menor) David Castillo
Lenny (su hijo intermedio) Fran Perea
Sam (hermano de Max) Alfonso Lara
Teddy (su hijo mayor) Juan Carlos Vellido
Ruth (mujer de Teddy) Silma López
Ayudantes de dirección Maite Pérez Astorga y Nacho Redondo
Escenografía y vestuario Lua Quiroga
Iluminación Ion Aníbal López
Espacio sonoro Daniel Veronese
Fotografía y diseño gráfico Javier Naval
Jefe de producción Carlos Montalvo
Producción ejecutiva Olvido Orovio
Dirección de producción Ana Jelin
Distribución Producciones Teatrales Contemporáneas SL

TEATRO FERNÁN GÓMEZ. HASTA EL 5 DE FEBRERO 2023

 

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