La importancia de llamarse Ernesto, un camino musical, divertido y equilibrado hacia la honestidad
Mariano Velasco
Es terrible para un hombre descubrir de pronto que durante toda su vida no ha dicho más que la verdad. Con esta ingeniosa frase llena de matices, dobles sentidos y todo tipo de posibles interpretaciones, más después del lío que la precede, Oscar Wilde daba casi por cerrado el brillante planteamiento argumental que sostiene la trama vodevilesca de la que siempre se ha dicho que es una de sus mejores comedias, si no la mejor, La importancia de llamarse Ernesto, y que es también, y sobre todo, una crítica furibunda y despiadada hacia la hipócrita sociedad clasista del Londres de la época victoriana.
Esta versión que llega ahora al Teatro Español, dirigida por David Selvas, ha funcionado con sobresaliente éxito durante tres temporadas en Barcelona, habiéndose distinguido por su pretendido aire de modernidad, sobre todo en cuanto a colorido y musicalidad, sin llegar a perder su aroma clásico y victoriano. Y por un excelente trabajo actoral, del que tiran con firmeza y soltura el trío protagonista, María Pujalte, Pablo Rivero y Ferrán Vilajosana, quienes ponen toda su “hipocresía” al servicio de sendos personajes, de esos que son un caramelito para cualquier intérprete.
Pero si por algo destaca esta función, mérito por supuesto del excelente texto que la sustenta pero también por cómo ha sido aquí llevada – no sin riesgos – a escena, es su habilidosa facilidad para mantener esa añorada y resbaladiza virtud que a veces resulta tan complicado lograr en todo montaje teatral: el equilibrio.
El texto de Wilde por supuesto que lo tiene y bien que pude presumir de ello, y el montaje creo que también. Y lo logra además manteniendo al mismo tiempo la agilidad de los diálogos y su trama vodevilesca que te atrapa en medio del lio de identidades, engaños y barullos que propone, como consecuencia del follón que puede llegar a provocar, ya para toda la vida, el dejar un niño en una maleta en una estación de Londres, que a quién se le ocurre.
Equilibrio que se demuestra también en el tipo de humor por el que apuesta Wilde, un humor más de sonrisa y complicidad que de carcajada, y sobre todo en la creación de los personajes, entre los que es difícil apostar por un único protagonista: Pablo Rivero como John y Ferrán Vilajosana como Argernon no paran de darse réplicas el uno al otro; algo similar sucede con Paula Malia (Gwendolen) y Paula Jornet (Cecily), divertidísimas ambas; así como con Albert Triola (en su doble papel) y Gemma Brió (Miss Prism). Y por encima de unos y de otros, como supervisando que nadie se salga de madre en este juego de declaraciones amorosas, promesas y engaños, la sin par María Pujalte:
“Un compromiso es una decisión demasiado importante – suelta la tía y se queda tan ancha – como para dejarla en manos de la persona interesada”.
Delicioso personaje este de Lady Bracknell, con un encanto fuera de lo común, entre otras cosas por lo despreciable que resulta, y que no para de disparar frases tan detestables como ingeniosas, que María Pujalte adorna con gracia extrema y con un saber deslizarse por el escenario de esa manera que hace recaer la atención de los focos sobre ella con sobrada facilidad en cuantito que entra en escena.
“Yo siempre he pensado que un hombre que quiere casarse debe saberlo todo o no debe saber nada, ¿usted de qué tipo es?”, le interroga al pretendiente de su hija así, como quien no quiere la cosa, para al final derivar el cuestionario hacia lo realmente importante: “¿qué ingresos tiene?”
Uno de los asuntos peliagudos que, imagino, se plantea en cualquier versión que se haga de la obra de Wilde es cómo se resuelve el delicado asunto del jueguecito de dobles sentidos que se desprende del nombre de Ernest en el original y su parecido con “earnest” (serio, formal…), y que bien se puede identificar, y creo que en esta versión se sugiere así, con “honesto” en español. Bien resuelto.
Independientemente de su gracioso personaje, es justo destacar el brillante trabajo de la actriz, cantante y compositora Paula Jornet, conocida musicalmente como Pavvla, que aporta la música original del espectáculo, manteniendo también el equilibrio para no convertirlo en un musical al uso, pero sí aportándole momentos muy simpáticos como aquel en el todos los personajes acaban mostrándose de acuerdo, muy en la línea del enredo en el que se hallan sumidos, en que aquí “todos hablamos y hablamos por hablar”.
Tal vez haya un único momento en el que el tan cacareado equilibrio del que hablábamos se vaya de madre y a puntito esté de romperse, y es precisamente en una de las escenas musicales que aporta esta nueva versión, cuando la trama parece decantarse favorable y definitivamente hacia el lado femenino. Se trata de ese divertido momento en que las dos chicas parecen ser por fin conscientes del engaño y se arrancan por Paquita la del Barrio y su “Rata de dos patas”. Podrían haberlo hecho igual por Shakira y su “pa’tipos como tú” pero lo de “escoria de la vida, adefesio mal hecho” resulta mucho más contundente y también, volvemos a lo mismo, algo más equilibrado. Justificado queda todo por el mero hecho de que los semejantes fanfarrones que son ellos se lo estaban mereciendo, y porque ellas son las únicas que apuestan, no sé si por la verdad, pero sí al menos por la honestidad.
Sin embargo, a los pocos minutos la situación se vuelve a nivelar hasta llegar un momento en el que aquí de las críticas o se salvan todos o no se salva nadie, para acabar así convencidos de que ni personajes, ni Lady Bracknell, ni música, ni equilibrio ni leches. De que la única y verdadera protagonista de la obra, la mala malísima, no es otra que la mentira, y de que pegarle un tiro definitivo en la nuca y acabar con ella pasa por reconocer al fin la verdadera importancia de llamarse Ernesto. Perdón, de ser honesto, quería decir.
De: Oscar Wilde
Dirección: David Selvas
Traducción: Cristina Genebat
Con María Pujalte, Pablo Rivero, Paula Malia, Ferrán Vilajosana, Paula Jornet, Albert Triola, Gemma Brió
Diseño de espacio escénico: José Novoa
Diseño de iluminación: Mingo Albir
Diseño de sonido: Lucas Ariel Vallejos
Diseño de vestuario: Maria Armengol
Caracterización: Paula Ayuso
Coreografía y movimiento: Pere Faura
Dirección musical: Pere Jou y Aurora Bauzà (Telemann Rec)
Composición música original: Paula Jornet
Fotografías: Pablo Lorente
Una producción de Teatre Nacional de Catalunya, La Brutal y Bitò Produccions
Esta versión de Oscar Wilde es horrible, un bodrio sin remisión, la música un espanto, la escenografía un plagio de los teatrillos de José Luis Moreno en TVE. Los actores, excepto María Pujalte, deberían apuntarse a un curso de modulación de voz y de expresión corporal. En fin, los nuevos tiempos porque una parte del público se levantó a aplaudir y a decir ¡bravo!