‘La conspiración’, de Paul Nizan
La conspiración
Paul Nizan
Montesinos
Barcelona, 2023
261 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Paul Nizan (1905 – 1940) se movió, como tantos otros intelectuales en la época de entre guerras, en una militancia que abarca tanto la literatura como diferentes formas de implicación política. De su pluma nacieron varias novelas y obras de filosofía materialista. Preocupado por la historia y su decurso, se consagró a la crítica social y política. Su último libro, La soiré de Somosierra, estaba guardado en forma de manuscrito en la mochila que portaba cuando desapareció en el frente de Dunkerke. Poco antes, en 1938, había publicado esta novela, La conspiración, en la que unos jóvenes buscan soluciones en acciones conspirativas, acompañando a lo convulso de su tiempo, y se nos muestran fuera de la realidad, pues en ningún momento nadie sugerirá que si algo cambiará el rumbo del planeta será la tribu, el proyecto comunitario, y no la negación.
Estamos en los momentos en que el fascismo y el nazismo imponían su hegemonía en Europa, donde se debatía acerca de las consecuencias de la obra de Marx y del comunismo. Nizan, que se ganaba la vida como periodista, retratará una juventud que posiblemente sea muy similar a la propia, retratando una edad en la que uno se puede sentir culpable tanto en la acción como en la inmovilidad. El grupo de muchachos burgueses crean una revista denominada Guerra Civil, lo cual nos permitirá conocerlos en las reuniones y debates que mantienen, en las salidas que pretenden clandestinas o rompedoras y en la búsqueda de cómplices. El mundo parece fragmentado y así asistimos a su descripción, a través, mayormente, de los lugares que ofrece París, que vamos atravesando en una obra que es coral, aunque cada uno de los personajes posea diferente peso en el desarrollo de la trama y de las intenciones. ¿Cuáles son estas intenciones, que destacan por encima de la estructura? Nizan nos habla de crecimiento y por tanto de la búsqueda de la rectitud moral. En este caso, por medio de unos personajes que pretenden ser dueños de su destino. Ser virtuoso no es algo que brote de las intenciones de ser virtuoso, como la conspiración no brota del deseo de conspirar. En realidad, su revolución posee un carácter muy limitado:
«La Revolución será técnica. Lo difícil es inventar actos que sean a la vez útiles a la Revolución y que constituyan para nosotros acontecimientos irreversibles. Ya no debemos creer que, conocida la verdad sobre el mal, el mal sea abolido. Hay que destruir el mal. Filosofar a martillazos. Inventar cosas irreparables».
El porvenir que ellos entiendes, que es el político y el social, está empañado de fatalidad. O a su juicio está empañado de fatalidad. No hay tantas opciones en tiempos de posguerra y nos debatimos junto a las corrientes comunistas o socialistas. Es salir de París lo que interrumpirá un poco esa monomanía, cuando uno de ellos se enamora mientras conoce la vida de provincias, la de los aristócratas ajenos al tiempo, carentes incluso del devenir de su propia decadencia. La realidad puede transformase de puertas hacia dentro o permanecer en los mismos paradigmas. Pero regresar a París implicará refrescar los propósitos y darse cuenta de cómo ha evolucionado la mentalidad de sus compañeros. Hay cierta indagación acerca del alma humana, por parte de nuestro autor, que nos remite a párrafos de Dostoievsky o de Conrad. Y nos lleva a preguntarnos, una vez más, si se puede hacer ley a partir del conocimiento particular, si tratamos con personajes o con ideas encarnadas.
Poco a poco la acción va dejando sitio al debate, a la imposibilidad de hallar soluciones. Para poner en marcha esta maquinaria, Nizan se vale del narrador omnisciente la mayor parte del tiempo, pero recurre a la literatura epistolar o al diario cuando es preciso. Y todo con un estilo que vuela bajo, que no se despega de las calles y los hogares. Montesinos ha recuperado, para nuestra dicha, una novela estupenda.