Fragmentos volanderos

Dudar de lo que se cree

 

En contra de ciertos prejuicios que identifican la capacidad de alegría y la risa con niveles bajos de inteligencia, yo considero que los tontos son muy malhumorados, pues los malhumorados lo son porque se creen que han comprendido la vida: es decir, creen que son los listos, y eso sólo puede creerlo un tonto, es decir, aquel a quien le falta el punto de despreciarla. Ya advertía Gracián que los tontos “son infelicísimos, que es el sobregrueso de la necedad, y se pagan la una y la otra”.

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Curiosa actitud la de la clase filosofal que pretende que encontremos la felicidad en la verdad, cuando lo que realmente puedes encontrar en esa verdad, si la conoces un poquito, es la infelicidad (y no me refiero sólo a la verdad de tu cuerpo en la consulta de un médico).

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¿Por qué el saber y no más bien la moda? (Regla áurea del progre).

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“Reflexionar es negar lo que se cree” (Alain). Al menos es dudar de lo que se cree. Por ello, el progre es un optimista. Por ello, metido en política –¡domingueros de la política!–, pretenderá conseguir regular la menstruación por decreto ley.

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Se necesitan el doble de razones para la verdad que para la crítica de la verdad. Ítem más: se le exige a la verdad razones y hechos, mientras que a la crítica sólo razones y emociones… (¡Ah! y palabras; muchas palabras)

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Un progre es un ser que cree en Dios sí y solo sí está de moda creer en Dios. Y –sobre todo en España- sí y solo si en el extranjero se piensa que Dios existe.

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Con la inteligencia pasa como con la estética: Nadie es responsable de sus pensamientos, de la misma manera a como nadie es responsable de sus gustos.

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La perfecta razón hace de todo extremosidad. Por eso, la razón extrema se hace sinrazón.

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Algunas personas inteligentes serían magníficas si tuvieran sentido común. Y es que, curiosamente, hay personas muy inteligentes a las que les falta inteligencia para emplear su inteligencia.

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“Los ignorantes son los muchos, los necios son los infinitos y así el que los tuviere a ellos de su parte, ése será señor de un mundo entero” (Gracián). Esto es muy complicado. Modernamente basta con ganarse a los jóvenes de su parte… Por eso no es de extrañar que algunos políticos quieran rebajar la mayoría de edad.

 

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