SING STREET (2016) – JOHN CARNEY
Por Pol Antúnez Nart.
Es sorprendente que teniendo el bagaje creativo que tenemos los seres humanos, para crear universos ficticios donde transportarnos incorporando una cuantiosa cantidad de acción por minuto, nos sigan atrayendo, historias perfectamente cuotidianas que podamos ver representadas de manera fehaciente en nuestro día a día.
Este largometraje del director irlandés John Carney es, de hecho, la prueba directa de dicho suceso, porque si hablamos de Sing Street hablamos de una trama propia de cualquier historia adolescente, pero, es precisamente en esa cotidianidad que emana la película en donde reside toda la magia. El primer amor, la pasión por la música, los primeros conflictos familiares, la desmitificación de las figuras paternas o la ambición por perseguir los sueños, son sin duda elementos que ya hemos visto antes, tanto en nuestra propia vida como en el marco del cine juvenil. No obstante, esta película logra acoger dichos tópicos de manera brillante, aportándoles una dosis de realismo que permite conectar con dichas emociones y empatizar plenamente con cada uno de los personajes.
Del mismo modo, la trama también nos propone un recorrido sobre las transiciones que vivimos de la adolescencia hasta la llegada de la edad adulta, y nos facilita el hecho de darnos cuenta, de que cualquiera de nuestras vidas, en todas sus facetas, constituye una fuente inagotable de acción, de aprendizaje y de experiencias personales que quizás puedan explicar la reflexión formulada al principio.
Centrándonos en otros aspectos, resulta imposible no quedarse prendado desde el inicio de la maravillosa ambientación en la Irlanda de los años 1980, en un contexto de recesión económica y de empobrecimiento de la sociedad, dónde la explosión de distintos grupos de rock alternativo de procedencia anglosajona, que hoy en día forman parte de la historia de la música, conectan con la desazón y el abatimiento de una juventud británica. Con todo este bagaje histórico, Londres se convierte en un punto de referencia artístico, para muchos de estos jóvenes que, como Conor, nuestro protagonista, o como Raphina, representada de manera magistral por la actriz Lucy Boynton, buscan encontrar un espacio donde poder desarrollarse, huyendo de esta realidad asfixiante.
En resumidas cuentas, Sing Street es cine juvenil, sencillo e irreverente, ejecutado con maestría, mezclando toques de humor, drama adolescente y musical, con un reparto que combina actores estelares de la talla de Aidan Gillen o la propia Lucy Boyton con auténticos descubrimientos cómo Jack Reynor, que deslumbra dándole vida a Brendan, el hermano mayor de Conor en la trama. Se trata, por lo tanto, de una película tremendamente recomendable (tanto para la gente joven cómo para un público más adulto) a la que se le puede perdonar cierta verborrea edulcorada sobre el sueño americano y la romantización del éxito profesional, entendido como la representación del todo en la identidad de la persona.