«Feria», novela autobiográfica de Ana Iris Simón: mirando hacia atrás con más amor que ira
Horacio Otheguy Riveira.
Conciencia plena de crecer con las idas y venidas del pasado familiar. Una travesía que circula por las venas de Ana Iris Simón (periodista de 31 años) en una primera novela que bebe de muchas fuentes literarias para adquirir una voz propia inconfundible. De un pasado manchego, la satisfacción de recomponer ternuras a lo largo de tres décadas. Novela y Ensayo altamente emocional. Abuelos feriantes de pueblo, trampas de una sociedad antigua que va siendo estigmatizada por un progreso de dudoso alcance. Abuelos que plantan árboles… y una muchacha que mira, juega, crece descubriendo un mundo a medida que descubre otros con afán indudable de vivir a tope.
Feria tiene una fuerza emotiva muy poderosa, cuya carga política carece de dogmatismo, por mucho que algunos sectores de la izquierda la acusen de neofascista o neofalangista porque añora situaciones de una época que se consideran terrible. Un error típico de dogmatismo que tampoco aceptaría que gente de noble trayectoria progresista, tenga nostalgia infantil de la guerra civil por haberle tocado crecer en un ambiente de armonía y solidaridad interclasista…
Ana Iris Simón es una joven ligada al movimiento Contra la Casta de 2015 que se permite echar de menos el mundo de sus padres forjado con ahínco durante el franquismo, y no por ello hacer exaltación del régimen, sino de las personas que lo combatieron en un contexto de esfuerzo personal que no ve que hoy pueda repetirse toda su generación prendad de necesidades, obligaciones y tormentos existenciales.
Un circuito polémico en una novela con mucho de testimonio personal. Documento histórico y autoficción arrebatadores en un estilo de intensa riqueza narrativa.
Dos abuelos maternos, feriantes. Dos abuelos paternos, campesinos. Unos padres que con 30 años tenían una niña de siete y dos trabajos fijos. Y primos y amigos rellenando un pasado divertido e incesante como una feria. Y La Mancha de fondo, por supuesto, como principio y final de todo. En Feria, Ana Iris Simón repasa la historia de su familia, desde sus bisabuelos hasta el peso de su maternidad futura, mientras no le quita ojo a una vida marcada por el capitalismo, el feminismo y unos valores marcados tan a fuego en la sociedad que ya ni nos damos cuenta de que están ahí.
«… Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad. Cuando lo digo en alto siempre hay quien pone cara de extrañeza y me responde cosas como que a mi edad mis padres habían viajado la mitad que yo o que a ellos envidia ninguna, que tienen que hace muchas cosas «antes de asentarse». Que ahora somos más libres y que nuestros padres no pudieron estudiar dos carreras y un máster en inglés ni se pegaron un año comiendo Doritos y copulando desordenadamente en Bruselas gracias a eso que llaman Erasmus, y que no es sino una estrategia de unión dinástica del siglo XXI, una subvención para que las clases medias europeas se crucen entre ellas y pillen ETS europeas y celebren que eso era Europa y eso era la europeidad y que para eso hemos quedado los nietos de Homero y Platón».
«… Hacía mucho calor y había ya muchas moscas cuando mi tía Ana Rosa nos mandó a mis primos Pablo y María y a mí a la panadería del Orejón. Yo llevaba camiseta que decía: «Mis abuelos, que me quieren mucho me han traído esta camiseta de Vigo» que me habían comprado mi abuela Mari Cruz y mi abuelo Vicente en un viaje del Imserso y María llevaba un vestido de flecos de algodón con un perro estampado al que le faltaban algunos trozos de tanto lavarlo. Teníamos que comprar las barras para los bocatas de tortilla y yo marchaba con actitud de sargento, como orgullosa jefa de tropa, porque Pablo tenía seis años y María cinco, pero yo tenía ocho. El cierre estaba aún echado porque era muy temprano, así que llamamos al timbre. Nos abrió el Orejón y durante los primeros segundos, y hasta que alcé la cabeza para mirarle a la cara y explicarle que veníamos a por el pan lo que vi fue una panza peluda y con el ombligo hacia fuera….».
«… Nos mudamos a un chalé adosado de esos que en aquellos años empezaron a hacer de Toledo y de La Mancha un no lugar —otro—, con cada vez menos paredes encaladas y cada vez menos botellas de plástico llenas de agua en las esquinas para que no mearan los perros en nombre de la modernidad y de la nueva nación-rotonda-España, orgullosa de su reciente europeidad.
Una modernidad y una europeidad que se diluían en cuanto uno iba a la oficina de Correos de Ontígola, porque de la puerta, que era una puerta de garaje blanca exactamente igual a las diez puertas de garaje blancas de los diez chalés adosados que había alrededor solo que con un buzón amarillo con una cornamusa pintada, colgaba una cartel escrito por la Ana Mari. «Horario de oficina: de 10:00 a 11:00″. Sobre la acera estaba la Vespino con la que repartía el Residencial y los Girasoles, las dos urbanizaciones de chalés sin adosar, de chalés chalés, que empezaban a llenar Ontígola de forasteros como nosotros solo que con un poco más dinero y unos pocos años menos de hipoteca…».
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Del Prólogo firmado por Pablo Und Destruktion en septiembre de 2020:
«Conocí a Ana Iris gracias al Wifi Divino, aka Divina Providencia, que a su vez me puso en contacto con varios de sus amigos y con su vida, obra y milagros. El Wifi Divino (en adelante WD) suele llevarte a descampados, a cuartas plantas de hospitales, a la antigua casa de tus abuelos, a tu novia, a tu niñez. O a un puesto de feriantes en algún lugar de La Mancha. He aquí la cuestión. Esos hilitos invisibles que tejen las relaciones afectivas son lo más guapo que parió madre, te acercan a unas personas, te alejan de otras y, en mágicas ocasiones, te alejan y te acercan al mismo tiempo, como un tiovivo furibundo. No sé a ustedes, pero a mí eso me chifla.
Este libro que tienen entre sus manos habla de estas cuestiones y lo hace con la claridad y firmeza. Nos pone delante de nuestras narices a los padres, las madres, las muertes y los nacimientos, grandezas de la existencia que muchas veces perdemos de vista, seducidos por la brujería de turno…»
Violencia es que tu maltratador, mientras te llama ‘puta’ y te acusa en falso de ser infiel, comienza a tirar todo objeto que pilla (figuras, móvil, reloj, etc) contra la cuna donde está durmiendo tu bebé de seis meses, no una ácida crítica literaria. Dejen de banalizar la violencia”, demandaba. ¿Por qué causa Feria tanta irritación y pérdida de papeles? Mi impresión es que la izquierda española cada vez es más consciente de que ha perdido la conexión con las clases rurales, las clases populares y las ciudades medianas de la España interior. Cualquier producto cultural que provenga o conecte con estos sectores tiene todas las papeletas para producirles un ataque de nervios. ¿Hay más posibilidades? LOOLA PÉREZ en Twiter.
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