Simone, la mujer del siglo (2022), de Olivier Dahan – Crítica
Por José Luis Muñoz.
No es nada baladí que la primera presidenta de Europa fuera una mujer francesa y además judía, Simone Veil, y resulta evidente de que por su valía intelectual y ética debería ser recordada y homenajeada. A lo largo de más de dos horas, que se ven con mucho interés pero sin entusiasmo, el realizador Olivier Dahan, ayudado por largos flashbacks, reconstruye los hitos más importantes de esta política francesa de familia judía laica comprometida con el proyecto europeo, el feminismo y la memoria del Holocausto. Esta hagiografía, quizá demasiado ambiciosa en el tiempo, recoge momentos de su infancia feliz, el horror de la deportación de toda su familia durante la invasión nazi de Francia, en la que perdió a sus padres y a un hermano, su lucha por mejorar el deplorable estado de las prisiones francesas en la época en que la República estaba encarnizada en una lucha sin cuartel contra el FLN argelino, la muerte de su querida hermana Milou (Judith Chemla), sobreviviente también del Holocausto, en un accidente de tráfico, la despenalización del aborto cuando era ministra de Valery Giscard d’Estaing, las afrentas personales que hubo de sufrir por parte del fascista Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen y, finalmente, la asunción de la presidencia del Parlamento Europeo de Estrasburgo como culminación de una carrera política excepcionalmente brillante.
Oliver Dahan (La Ciotat, 1967), especializado en biopics femeninos como La vida en rosa sobre Edith Piaff interpretada por Marion Cotillard, o Grace de Mónaco con Nicole Kidman, retrata a esta mujer luchadora, fuerte, vehemente y llena de coraje que defendió siempre sus ideales sin abjurar de ellos y fue un modelo ético, personaje carismático que interpretan con solvencia las actrices Rebecca Marder en su juventud y Elsa Zylberstein en su madurez, y ese marido Antoine Veil (Mathieu Spinosi y Olivier Gourmet) que supo mantenerse en un segundo plano y la estuvo ayudando en los momentos más difíciles cuando sufría furibundos ataques, tildándola de asesina, por la ley que despenalizaba el aborto. Los momentos más duros del film son, como no podía ser de otra forma, su deportación a Auschwitz con toda su familia en un vagón de ganado y su supervivencia en ese campo de la muerte mientras la gente a su alrededor moría, y la tristemente famosa marcha de la muerte, cuando el Tercer Reich veía perdida la guerra, y desalojó ese matadero obligando a caminar a sus escasos supervivientes por la nieve en invierno, dejándose la vida buena parte de ellos por el camino.
Quizá se le pueda reprochar a Olivier Dahan que su hagiografía resulte fría, que, a pesar de esos momentos dramáticos consignados que marcaron a la protagonista de esta historia y que es, en buena parte, la historia reciente de Europa, no consiga emocionar al espectador, pero Simone, la mujer del siglo es una película ilustrativa y necesaria, bien ambientada y bien interpretada. Oliver Dahan, a través de ese personaje tan importante en la historia de Europa, retrata una época convulsa en la que cada conquista social debió ganarse a pulso y ese pulso lo ganó una mujer con fuertes convicciones y una moralidad intachable que merece ser recordada.