100 años de… «Dr. Mabuse»
Por Gerardo Gonzalo.
En 1922, justo ahora hace 100 años, se estrenó en Berlín, Dr.Mabuse, (Dr. Mabuse, el jugador, Dr. Mabuse Der Spieler) una obra capital del cine mudo alemán, dirigida por uno de los más grandes directores de la historia, Fritz Lang. Una película reivindicable, que en la actualidad oscila entre el reconocimiento de unos sectores cinéfilos y el relativo olvido de otros.
Doctor Mabuse es una película de cuatro horas, dividida en dos partes, segmentadas en diversos capítulos, que nos cuenta la historia y peripecias de un villano, Mabuse, un malo absoluto, y sus intentos por desestabilizar y hacer colapsar la sociedad de la época.
Basado en un libro del escritor luxemburgues Norbert Jacques (nunca traducido al español y del que apenas tengo algunas referencias indirectas) publicado casi a la vez que el estreno de la película, el guion fue elaborado por el propio Lang y su pareja, Thea Von Harbou. Bastante fiel, al parecer, al espíritu del libro, la película bebe desde el punto de vista cinematográfico de los seriales de Louis Feuillade, especialmente Fantomas (1913) y Los Vampiros (1915). Pero aquí Lang va más allá, en la técnica, pero sobre todo, en la ambición del mensaje, trazando un relato trepidante, lleno de emoción, acción, violencia, sin apenas pausa, que también retrata el estado de ánimo de una sociedad enferma en una época convulsa.
La película se concentra en la figura del Dr. Mabuse, un personaje icónico que da pie a todo tipo de análisis, no solo estrictamente cinematográficos. Pero… ¿Quién es Mabuse? No es simplemente un villano, Mabuse es el terror, es el mensajero privilegiado de un discurso, el del mal, que aquí se nos presenta con múltiples rostros. Mabuse es un asesino, un ladrón, un agitador de masas, un manipulador de mercados, un especulador. Mabuse concentra sobre si mismo todas las vertientes del crimen, para lo que se dota de mil rostros, multiples personalidades, todo tipo de disfraces y es capaz de ejercer un desmedido uso de la violencia a través del liderazgo de una banda criminal. Todo esto además, precisa de la anulación de voluntades, la manipulación de las mentes y tener el don de un poder hipnotizador que rinde a sus víctimas hasta el sometimiento. Es un criminal que ha llegado donde nadie porque es también psicólogo, casi un mago.
Pero Mabuse es producto de una época, de la República de Weimar, de esa capital del vicio y la efervescencia que era Berlín, de la posguerra, la crisis económica y los grandes demagogos que se ciernen sobre una sociedad golpeada, al borde del estallido. Es innegable la carga social de una película, que es también la crónica de una época. Mabuse encarna los grandes traumas y está detrás de cada uno de los problemas y de todo lo malo que le pasa a Alemania, donde la amoralidad y el cinismo, actúan impúnemente a través de este superhombre sin freno.
Recelo algo de las interpretaciones proféticas, como las del escritor y eminente teórico del cine Siegfried Kracauer, que ve como algunos films de la época anticipan el nazismo acechante. No han sido ajenos a estos análisis obras como El Gabinete del Dr. Caligari (1920) o Nosferatu (1921). Ambos protagonizados por mentes oscuras, manipuladoras, capaces de anular voluntades y dirigir a otros a la muerte o la autodestrucción. Pero Mabuse es un salto más sofisticado, ya no estamos evocando periodos pretéritos o atemporales, Mabuse está hoy y aquí, está entre nosotros y para Mabuse las víctimas somos todos, la sociedad en su conjunto. Su ambición es desmedida, infinita y nada parece poder detenerle.
Toda la complejidad de este personaje requiere de un actor, de una presencia, capaz de llevar toda la carga de su personalidad y traspasar la pantalla, para que el espectador pueda percibir esa fuerza hipnótica y camaleónica. El desafío lo asume Rudolf Klein-Rogge, un actor experimentado, que ya había trabajado en varias ocasiones con Lang y que aparecía también en El Gabinete del Dr.Caligari. Su mirada omnipresente, es el alma de un film, que gravita sobre él, pero que no es solo él. Muchos otros personajes le acompañan, la mayoría son sus objetivos, desde mujeres y amantes, a hombres adinerados. Mabuse suele ganar las partidas, es un jugador, pero no todas. Frente a él, un antagonista a la altura del personaje al que persigue, pero también a la recreación interpretativa del mismo, Bernhard Goetzke (que encarnaba nada más y nada menos que a la muerte en el anterior film de Lang, Las tres luces, 1921) que espléndido, aúna integridad y audacia siendo el único capaz de resistirse al influjo mental de Mabuse.
Alrededor de ambos y del resto de las víctimas de Mabuse, están los integrantes de su banda, que abducidos, actúan como una secta ante un líder indiscutible, como el resto de personajes que acaban convertidos en marionetas en sus manos. Porque Mabuse no tiene sentimientos, ni empatía, ni siquiera por los suyos. Es desconfiado y no duda en ser cruel con quienes le siguen, si percibe un mínimo riesgo. Hacer el mal está por encima de todo, solo acepta la sumisión incondicional y no siente que deba dar nada a cambio.
Desde un punto de vista cinematográfico, la forma en que Lang lleva esto a la pantalla es brillante. Algunas escenas sorprende que hayan podido llevarse a cabo en un arte, que en 1922 apenas daba sus primeros pasos. El ritmo, la acción, la profundidad de campo, los impresionantes decorados, la exaltación icónica del protagonista,….Se puede discutir mucho sobre los grandes de este periodo, donde junto a la figura de Lang, emerge también la de Murnau como el otro gran autor. Sin embargo, visto hoy, Lang da una mayor sensación de modernidad y su discurso parece haber tenido más influencia a posteriori. Dentro de la dificultad y el esfuerzo que le exige a una mirada del siglo XXI ver una película muda, las de Lang parece que soportan mejor el paso del tiempo. Su estética no se ve tan alejada, sus temas en muchos casos parecen actuales y las interpretaciones de los actores en sus películas, resultan menos afectadas y algo más alejadas del histrionismo, quizá ayudado por la distancia que toma respecto al movimiento expresionista.
Además, el influjo posterior de este film es evidente. El personaje ha dado pie a varias secuelas, dos de las cuales fueron llevadas a cabo por el propio Fritz Lang en 1933 y 1960. Indirectamente, la sombra del personaje es muy clara en ese tipo de malos, que no se conforman con dominar un barrio o influir en un sector. De Mabuse entroncan esos villanos apocalípticos que quieren acabar con todo y con todos, que tienen su referente mas inmediato en los oponentes de James Bond y que han evolucionado hasta las caricaturas extremas de las película de superhéroes, donde el malo quiere destruir el mundo sembrando el caos y donde también emergen, como en Mabuse, poderes sobrenaturales para ejecutar sus planes.
Pero todas estas referencias, no parecen haber calado de forma tan obvia en la cinefilia actual. Llama la atención, que dentro de la filmografía del propio Fritz Lang, no suela ser nombrada entre los grandes títulos de su carrera, y que en el contexto de su etapa alemana, queda a la sombra de films como Metropolis (1927) o M, El vampiro de Dusseldorf (1931). Ni siquiera el propio Lang, en alguna de las entrevistas que concedió en sus últimos años, hace demasiada mención a Mabuse, más que de forma episódica, pareciendo guardar mayores dosis de estima por films como Las tres luces (1921). En cualquier caso, complicado ser justo con todas sus películas, cuando están enmarcadas en una carrera tan robusta y plagada de obras maestras como la de Lang. Por mi parte, recomendaros este film, incluso para los no muy acostumbrados al cine mudo, que creo que también serán capaces de apreciar la audacia estética, el ritmo frenético y la ambición tanto desde el punto de vista artístico, como de apasionante crónica de una época, que es Mabuse, la raíz del mal acechante, que en la realidad, igual que en esta ficción, se nos presenta con multitud de rostros.