‘Tránsito’, el mundo sigue igual
ÁNGELA ZORRILLA.
Uno de los libros que Nórdica Libros ha rescatado este casi a punto de finalizar 2022, ha sido ‘Tránsito’, de Anna Seghers. Una obra que se cataloga como un thriller literario, político y existencial, aunque es mucho más que esto y aporta cierta luz sobre la situación de los refugiados que huían del nazismo. Décadas después de su publicación, la obra sigue estando viva y en poco más de 300 páginas, el lector vivirá una experiencia llena de grises y de angustia. Y es que, lamentablemente, los régimen autoritarios y la huida de ciudadanos de sus países sigue siendo una realidad hoy día.
En esta ocasión, debemos estar preparados para acompañar a un alemán sin nombre en su “tránsito” hacia una nueva oportunidad. Nos requerirá silencio, calma y ganas de comprender los susurros de Seghers quien ha construido un personaje brillante y trágico –a la par que irónico- que huye de dos campos nazis, uno en Alemania y otro en Francia. Él, de 27 años, corre campo a través y acaba en Marsella. Una ciudad mágicamente descrita donde todo empieza y acaba. Allí la casualidad querrá que se le encomiende a nuestro joven entregar en París una cara a Weidel, un cometido que no podrá cumplir porque ese hombre está muerto. Se ha suicidado y en su habitación, el joven alemán encontrará una maleta con varios documentos y el manuscrito de un libro. Decide ir al encuentro de la viuda, para darle la noticia y devolverse todas estas pertenencias.
En el camino, dejará de ser él. Adoptará la identidad de un refugiado que deberá pelearse con la magia del consulado en Marsella para poder escapar de la ciudad. Una lucha entre visados, pasajes, oportunidades y esperanzas. Pese a eso, las autoridades creerán que, en realidad, el superviviente de los campos de exterminio es Weidel, el escritor muerto. Un lío de nombres que pone en el foco de todo una gran reflexión sobre quienes somos y qué es lo que lo marca.
Ser un desconocido hará que el alemán descubra un nuevo mundo donde la eterna residencia en el país está reservada para unos pocos privilegiados y donde solo el amor puede hacer que uno no embarque hacia el futuro. Y es que el infierno está a la vuelta de la esquina, aunque se intenta esquivarlo. Aún así, se habla de supervivencia, pero también de un mundo a oscuras, lleno de mentiras, identidades y suerte, en el que pocas personas acaban encontrando un hueco acolchado en el corazón de nuestro protagonista. Y en el de los lectores.
Y, junto a una bebida caliente y el cuerpo encogido, podemos saborear un lenguaje cuidado, gélido y gris capaz de recrear escenas decadentes y angustiosas. Frases cortas. Adjetivos perfectos. Preguntas directas. Un lenguaje fugaz capaz de entrar en las profundidades de nuestras conciencias.
“A finales del invierno, fui a parar a un campo de trabajo en las cercanías de Rouen. Fui a parar al menos vistoso de los uniformes de todos los ejércitos de la Guerra Mundial: al de los Prestataires franceses. Por las noches, como éramos extranjeros, medio presos, medio soldados, dormíamos detrás de alambres de espino, y durante el día hacíamos «servicio de trabajo». Teníamos que descargar barcos de munición ingleses. Nos bombardearon de un modo terrible”
“Por aquel entonces, todos tenían un solo deseo: partir. Todos tenían un único terror: quedarse”
“Tránsito” es una historia que resulta aún más conmovedora al darse cuenta de que podemos encontrar mucho de la autora en esta novela. Esos toques autobiográficos enturbian aún más la trama. Y darnos cuenta de que, pese al paso de los años, el mundo sigue comportándose igual es una patada directa al estómago. Seghers, en su momento, tuvo que refugiarse en Marsella, durante la Segunda Guerra Mundial y, más tarde, consiguió embarcar hacia México. Por ello, no es de extrañar sus obras denoten esos estados febriles en los que el nazismo era un protagonista más.